Publicado por Mundo Negro en |
Cinco mujeres africanas comparten nuestra portada. Todas ellas desempeñan o han desempeñado cargos de alta responsabilidad social o de gobierno y desde su experiencia tratan de imaginar cómo sería África si las mujeres gobernasen. Todas coinciden en afirmar que las sociedades africanas saldrían ganando con una mayor participación de la mujer en las decisiones políticas. En MUNDO NEGRO estamos de acuerdo. No hay duda de que África debe seguir caminando hacia la igualdad de género. A mayor paridad, más bienestar y progreso, más desarrollo y crecimiento. Las sociedades africanas, dominadas en buena medida por la tradición patriarcal, pero también la Iglesia africana, deben seguir dando pasos hacia una mayor participación de la mujer en todas las decisiones importantes. Este empeño por colocar a la mujer en el centro de la vida pública no debe dejar de lado la erradicación de lacras como la prostitución infantil y juvenil, especialmente lacerante en ciudades como Freetown, donde el trabajo de la ONG Don Bosco Fambul ha permitido que en los últimos seis años más de 1.000 niñas se hayan acogido a programas de reinserción social y familiar.
La prudencia será fundamental en este proceso, igual que en el futuro político de dos países, Kenia y Angola, que eligen presidente el próximo mes de agosto. En Nairobi, con el paso a un lado del actual presidente, Uhuru Kenyatta, la contienda queda en manos del histórico líder opositor Raila Odinga y del vicepresidente William Ruto. Con un preocupante historial de violencias pre y poselectorales, el reto pasa por la celebración de unos comicios libres, transparentes y pacíficos, a la espera de que la ciudadanía se reencuentre con la clase política, algo difícil de lograr para el activista Steve Ouma Akoth, quien ha manifestado a esta revista que «los ciudadanos kenianos no confían en que la solución a sus problemas vaya a venir de la política». En el caso de Angola, el presidente y candidato a la reelección, João Lourenço, ha tenido que lidiar con la herencia corrupta de su antecesor, Eduardo dos Santos. Además, su partido, el MPLA, ha monopolizado el poder desde la independencia del país, lo que genera un lógico desgaste en la formación política y un deseo de cambio en la sociedad angoleña.
Esa actitud de cambio contrasta con el empecinamiento mostrado por Reino Unido y Dinamarca en trasladar a Ruanda a solicitantes de asilo que se encuentran en situación irregular en sus países. A pesar de que el Tribunal de Derechos Humanos de la Unión Europea ha frenado el primer vuelo de deportación desde Londres, el primer ministro británico, Boris Johnson, se ha reafirmado en su decisión de continuar con las expulsiones que, según indican expertos en derechos humanos, vulneran la Convención de Ginebra. Aunque esta política migratoria excluyente no es nueva en Occidente, no deja de preocupar la obsesión del Norte rico y global por alejar de nuestro territorio a quienes llegan desde el Sur con el simple anhelo de encontrar una vida mejor para ellos y para los suyos.
Por eso es bueno pedir prudencia a los mandatarios europeos para que mediten el impacto que tienen determinadas decisiones. En este caso, además, evitarían el blanqueamiento de un régimen como el de Kagamé en Ruanda, poco pródigo en el respeto y la defensa de los derechos humanos en su país.
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