«Seguimos viendo a África como esa postal en blanco y negro»

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Chema Caballero, cooperante, activista y escritor


Chema Caballero lleva más de 30 años recorriendo el continente africano. En Benín, atrapado por la covid-19 y, casi seguro, entre cervezas, comenzó a dar forma a este libro: El bebedor de cerveza. Escribe en sus páginas que «ser periodista debería ser algo muy serio y yo únicamente cuento batallitas que me encuentro en mis viajes por África o través de mis lecturas, con la única intención de intentar transmitir una imagen distinta del continente». A partir de fragmentos de su libro, conversamos con Chema Caballero sobre algunos de los temas que podemos encontrar al sumergirnos en su lectura, sobre la cotidianeidad del continente.



«Mi conexión con África no tiene nada que ver con el amor o con la dependencia. Es más un elemento incrustado en mis genes desde el seno materno, una acción puramente biológica como el respirar, el caminar o el defecar». Sin embargo, el libro en su conjunto me parece una declaración de amor hacia las realidades cotidianas del continente y que, como dice, está escrito desde el corazón. ¿Cómo se puede escribir desde el corazón sin ser amor lo que siente por el continente?

Es difícil porque intento no caer en la sensiblería o en los sentimientos. Quería escribir un libro más aséptico y me da mucha rabia cuando la gente dice: «África me ha cambiado, me ha dado todo». En nuestra experiencia con África no puede ser todo tan mágico, maravilloso y bonito, es como cualquier otro sitio del mundo. Busco poner de relieve lo cotidiano del continente, que no es algo mágico y maravilloso, la realidad es muy distinta. Reconozco que sin África no sería lo que soy, quizá está ahí la declaración de amor, aunque, como bien digo, no puedo amar porque no tengo corazón.



«[África] es un lugar perdido. Lleno de pobres e ignorantes. Plagado de guerras y enfermedades. Hacia allí me encaminé pensando que el altruismo sería la solución. Qué equivocado estaba. Fue el primero de muchos errores que cometí con ese continente». ¿Cuál es el más reciente y qué aprendió de él?

Después de más de 30 años, hablando con amigos, ahora nos reímos de las meteduras de pata. Tenemos esa idea de África y esas cosas se dan, pero no todo el continente es así. Pensamos que porque somos blancos y sabemos todo vamos a solucionar los problemas, y después te das cuenta de que no solucionas nada, que nada cambia con tu presencia, que simplemente estás allí. A pesar de eso y de los años, todavía sigo sin entender muchas cosas. No sabría darte un ejemplo reciente de una metedura de pata de estas, pero estoy seguro de que cuando estoy con amigos tomando una cerveza, oigo que hay un silencio y digo: «Hostia, ¿qué he dicho, chavales?, decídmelo». «No, es que eso no es así, no es como tú lo ves». La confianza que se tiene con gente que conoces desde hace mucho tiempo también ayuda a ir con más cuidado. Aprendí que no tenía que juzgar nada, que tengo que respetar cosas que incluso no entiendo o no veo, que son culturales. No quiere decir que estén bien, pero que hay que saber respetar y que no soy yo el que va a hacer los cambios, sino los propios africanos que toman la decisión que quieran tomar.



«África no puede vivir del pasado, debe mirar al futuro y caminar hacia él». ¿Cómo puede África aprovechar su pasado sin quedar atrapada en él?

Hay un refrán que se dice en muchas partes de África: «Si no sabes de dónde vienes, no sabes a dónde vas». Y eso es verdad. Se ha abierto un movimiento muy fuerte contra Occidente y, al mismo tiempo, de querer recuperar aquellos imperios y reinos históricos que hubo en África. Y yo les digo: «No se puede, África no puede volver a ser lo que fue, no puede volver a esos imperios, a esos reinos, a ese estilo de vida, porque África ya no es lo que era en el siglo XV o en el siglo XVI antes de entrar en contacto con los europeos». África es algo distinto y nuevo que ha surgido de este encuentro. ¿Negativo? Sí: esclavitud, colonización. Pero también han surgido cosas positivas y es lo que intento sacar con la música, por ejemplo, o la cerveza, que es fruto de la colonización. África no tiene que volver atrás, tendrá que decidir qué quiere hacer, por dónde caminar y ahí está eso de que tiene que mirar al futuro y decidir qué quiere ser.


Pero sin perder de vista el pasado.

Claro, nunca puedes perder de vista el pasado, porque como te dije al principio, si no sabes de dónde vienes, no sabes a dónde vas.



«Lo cierto es que África siempre intentamos verla desde lo extraordinario, desde lo mágico, desde lo exótico, desde lo incomprendido. Nunca desde lo ordinario, desde la cotidianidad. Y por eso la verdadera esencia de África se nos escapa». En el libro también relata ciertos eventos mágicos, extraordinarios, exóticos. ¿Cuál es, por tanto, el lugar de lo extraordinario y lo mágico en la cotidianidad del continente?

En el libro cito a Agualusa, el escritor angoleño, que dice que el realismo mágico no existe, que son cosas que pasan en cualquier sociedad rural. Pasan tanto aquí como en África. En nuestras historias de pueblo también ves este tipo de historias, de muertos, de convivencia…, siempre han estado presentes en nuestra mitología, por llamarla igual. En nuestra sociedad urbana nos ponemos unas gafas y tendemos a racionalizarlo todo, y en África he aprendido a aceptar las cosas como son, a ver lo que sucede, y te encuentras con cosas que son difíciles de explicar, pero que no tienen que ser mágicas, es la realidad, el día a día.



¿Y la creciente urbanización del continente africano puede influir en ello?

Yo creo que sí. Las grandes ciudades africanas son como ciudades europeas. Vas a ciudades como Abiyán o Accra y son ciudades que tienen mucha vida. Depende de los barrios en los que estés, pero lo que es la ciudad es muy occidental. En Abiyán encuentras Decathlon, IKEA, Carrefour, Alcampo, hasta Zara, las mismas tiendas que puedes encontrar aquí. La gente tiene las mismas necesidades: ir corriendo por la mañana para ir a trabajar, la familia que el fin de semana va a la playa o a comer a un restaurante igual que lo harías aquí o los amigos que van a tomar unas cervezas y ver un partido. Es decir, la vida es muy parecida a la de aquí. Es verdad que en el proceso de urbanización de África todavía está llegando mucha gente del campo y se mezclan tradiciones, pero tengo amigos en Abiyán que, por ejemplo, no hablan su lengua materna, solo el francés, que ya no quieren saber nada de la cultura de sus padres y abuelos.



Eso lo vi en Maputo.

Por ejemplo, ¿no ves? En las grandes ciudades está pasando esto. Yo ya lo vi hace años. Cuando escribí el libro anterior a este, el de Los hombres leopardo se están extinguiendo, la cosa era esta, cómo los jóvenes ya no quieren saber de todo esto, que es una cosa de viejos, como hemos hecho aquí nosotros. Vas a la fiesta de mi pueblo y nadie se pone a bailar jotas, se pone el DJ de moda y bailan. Pues eso mismo está pasando en África.

Centro comercial en Accra, Ghana. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo. En la imagen superior, Chema Caballero con su libro «El bebedor de cerveza». Fotografía: José Luis Silván



«Tan real es el África del centro comercial o de los grandes edificios como la del mercado, los barrios populares o las aldeas. Hoy día son cientos las realidades que conviven en el continente y todas ellas son la verdadera cara de África. No hay duda». ¿Occidente desconoce a África o simplemente la conoce mal?

Seguimos identificando a África con el África de la aldea, de casas de barro y techos de paja, gente medio desnuda y un tam-tam sonando a la luz de la luna. Sin embargo, cuando llegamos a África y nos encontramos en una ciudad como Nairobi o Accra, se producen anécdotas como las que cuento en el libro del centro comercial o cualquier otro sitio, y la gente dice: «Esto no es África». ¿Por qué? Eso es África, es tan África como la aldea, y ya hay pocas aldeas de techo de paja y paredes de barro, porque la gente que puede se pone un techo de uralita o construye con cemento o te encuentras la choza con la antena parabólica. Porque si pueden y tienen el dinero, ¿por qué no comprarse una televisión? Nos cuesta ver este cambio porque seguimos viendo a África, y eso creo que no nos pasa con otras partes del mundo, como esa postal en blanco y negro que nos han transmitido las películas y la literatura, ese lugar donde nada cambia, y cuando no vemos eso, nos desilusionamos. Este no es el África que yo buscaba. Cuando vas de turista te llevan a ver un safari y una aldea donde están los masáis saltando con sus mantas a cuadros, pero es una aldea hecha para turistas, porque ellos viven en el pueblo y van a trabajar como los que bailan en un tablao flamenco aquí. No van todo el día de faralaes.



Desde los medios de comunicación se intenta, cada vez más, dar otra imagen, al menos quienes escribís desde el continente y mostráis otras realidades, pero ¿pueden las redes sociales dar otra imagen de África?

Por supuesto. Si sigues ahora a influencers, a periodistas, a gente del continente, te cuentan otras realidades. Te hablan de moda, de música, de literatura, de comidas, de mil cosas, o del coche nuevo que se han comprado. Pero ¿cuánta gente sigue esas redes sociales? ¿Y cuántos medios de comunicación te cuentan el África tal y como es hoy? Se sigue hablando en los medios generalistas de África en momentos de guerra y de pandemia. Poco sale más. Hay un par de periodistas por ahí que están intentando hacer cosas distintas: Pepe Naranjo, Alfonso Masoliver, Diego Menjíbar, Xavi Aldekoa, gente que está intentando, en estos medios generalistas, meter otras historias, pero les cuesta. A mí me pasa cuando escribo sobre las novedades musicales en El País. Ha habido gente que me ha estado escribiendo diciendo que eso no es música africana, porque seguimos pensando que es la tradicional del tam-tam. Pero en cualquier discoteca o festival te vas encontrar canciones africanas como Jerusalema, que dio la vuelta al mundo. El afrobeats y tantas otras músicas que se está bailando en todo el mundo son africanas, pero no somos conscientes de esto.



«África vive una especie de esquizofrenia. Se mueve entre lo que fue, que ya nunca volverá, y lo que quiere ser sin saber muy bien lo que es. Entre el mundo tradicional y la fascinación por Occidente. E ignora que en ninguno de los dos extremos está su futuro». ¿Es posible reconciliar esos dos mundos o inevitablemente uno desplazará al otro?

No lo sé. No sé lo que va a pasar, pero es verdad que hay gente que añora esos imperios, como aquí hay quien añora el Imperio español, pasa en todas las culturas. La fascinación por Occidente que ha habido en muchos países, de querer ser más francés que los franceses o más inglés que los ingleses, también ha estado muy presente. Pero yo creo que ninguna de las dos tiene la solución para África. África no puede imitar, tiene que buscar su propio camino y, como ya he dicho antes, no puede vivir anclada a un pasado que nos es imposible reconstruir. Hay algunos países que lo están intentando. Algunos que son dictaduras, como es el caso de Malí, Burkina Faso o Níger. Pero hay un país que a mí me parece interesante, Senegal. Aunque hay falta de libertad de expresión y ha retrocedido en ciertos aspectos, el Gobierno ha sido elegido democráticamente por mucha gente y puede ser uno de los puntales para ver hacia dónde caminamos, cómo queremos ser y cómo encontramos una vía africana. Me gusta ver qué está pasando, aunque no sé dónde llegará. Lo mismo es un fracaso o un retroceso, pero bueno, están intentando buscar una vía propia. También hay que ver si Occidente les deja, porque son muchos los intereses que están en juego y el poder de Occidente es muy fuerte. Por eso se han aproximado varios países a Rusia para intentar un contra-balance. En cualquier caso, estamos en un momento, sobre todo en la zona del Sahel y África occidental, muy interesante. Al mismo tiempo muy duro para la gente que está en el terreno, pero muy interesante para ver hacia dónde van a evolucionar estos países.



En esa evolución, uno de los factores clave van a ser las mujeres. «Sin las mujeres no hay vida, no hay fiesta, no hay cerveza, no hay celebración ni tampoco paz o revolución. Sí, no serán los políticos los que cambien África, no serán sus líderes, serán sus ciudadanos, pero sobre todo sus mujeres». ¿Cuáles son los mecanismos a través de los cuales las mujeres están cambiando el continente?

Al visitar y evaluar muchos proyectos, te das cuenta que los que funcionan son los de mujeres, como las que están en Senegal creando cooperativas para luchar contra la desertificación y la falta de trabajo. Son mujeres las que están moviendo muchas economías y empoderándose económicamente. Son mujeres las que están creando puestos de trabajo para que los hijos no se tengan que ir, que no tengan que migrar. El hombre, en ese sentido, siempre se ha dicho que es más egoísta, pues si tiene dinero se casa con una segunda mujer o se compra una moto. Mientras que la mujer, si tiene dinero, quiere que sus hijos estudien, que coman todos los días, que tengan ropa para el día de fiesta, etcétera. Por otro lado, en las ciudades muchas mujeres tienen hijos, pero no quieren casarse porque no quieren pertenecer a un hombre ni que pague dote por ella. Se casan o están juntos porque se quieren y ya está. Poco a poco se están dando estos cambios sociales que harán que las cosas sean distintas, como que haya más participación en puestos de toma de decisiones que va a dar nuevos puntos de vista. No tanto en las altas esferas políticas, que ojalá también lleguen, pero cuando han llegado no se han comportado distinto a los hombres, como hemos visto también en Occidente. Todavía estamos muy al inicio, pero creo que el cambio va por ese camino.

Mercado en Accra, Ghana. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo


Dedica algunos capítulos al tema de la religión, afirmando que «a pesar de todo, la salvación no bajará del cielo ni llegará de las fuerzas de la Naturaleza. No será la religión la que cambie África, no será ella la que inspire la revolución que la empuje a ocupar el lugar que verdaderamente le corresponde en la Historia». ¿Cuál es hoy su papel real? ¿De obstáculo, de aliado o algo más complejo?

Uf, es muy complejo el tema de la religión. África no se puede entender sin la religión, pues los africanos son seres religiosos. Cada vez te encuentras más gente, aunque aún en números muy bajos, que dicen que son ateos o que no piensan mucho en Dios, pero en el fondo casi todos, cristianos o musulmanes, tienen una base de religión tradicional y eso está muy presente en el día a día. Todo es cosa de Dios. Pero la religión juega también un papel muchas veces de freno. Todas esas iglesias neopentecostales me dan mucho miedo porque, sin entrar a juzgarlas, están jugando un papel muy concreto, con unas ideologías políticas muy determinadas y con una concepción de riqueza que presupone que si no eres rico es porque eres pecador, lo que está cambiando muchas cosas. Por eso me parece que ese tampoco es el camino de la revolución que necesita África. Si la religión se vive como se ha vivido hasta ahora, es un elemento más, pero la religión es un peso muy fuerte que controla y está aliada con el poder, como en todas partes. Pocas veces las religiones han ayudado a cambiar cosas en África. Y si hablamos de la Iglesia católica, y lo digo yo que vengo del mundo católico, cuando lees y estudias más te preguntas, ¿qué papel ha jugado en la colonización? Ahí te das cuenta de que no se ha hecho una crítica de todo eso. Por eso digo que la revolución y el cambio que necesita África nunca va a llegar a través de la religión.



La cooperación al desarrollo es otro de los temas que trata en el libro. «No hay agenda de cooperación o ayuda al desarrollo neutra. Todas tienen unos objetivos, no siempre manifiestos, que conocen solo las personas que las dirigen y las que planifican sus intervenciones y, por supuesto, los gobiernos que están detrás de ellas y las financian». Tras la retirada de muchos programas de cooperación, ¿qué agendas están imponiendo los actores internacionales?

Fíjate en España, ¿por qué España tiene países prioritarios en África? Porque queremos frenar la migración. Estamos metiendo mucho dinero en Senegal, en Mauritania o Marruecos porque nos interesa mucho tener a estos países como amigos para frenar la migración. Si no existieran estos problemas migratorios, ¿crees que nos iba a interesar Mauritania? Por la pesca, pero ese es el otro caso. Es decir, está la migración o los recursos que nos interesan. Siempre hay unos intereses de estas agencias de cooperación, por qué se escogen unos países y no otros, por qué se hace un tipo de proyectos y no otros, etcétera. Responde a unos intereses, no tanto del país que recibe como del que dona. Dicho esto, gracias a la cooperación muchas personas están saliendo adelante y han salido adelante, y todo lo que hemos dicho antes de mujeres con pequeños negocios parte de proyectos concretos. La cooperación sí que tiene el valor positivo de que está ayudando a muchas personas a cambiar sus vidas y que la ayuda de emergencia humanitaria ha salvado muchas vidas. Pero, al mismo tiempo, hay que ver cómo, por qué y para qué se coopera. Después de tantos años de cooperación, África no ha cambiado gran cosa. Seguimos donando dinero, haciendo miles de cosas, pequeñas escuelitas en pueblos perdidos y al final, ¿hemos visto una mejora? Las estructuras siguen siendo las mismas. Entonces, ¿qué está pasando?



Afirma también que «por eso ahora se habla de que África está inmersa en una policrisis: la climática, los conflictos, la cesta de la compra y la deuda». Hay autores, como Jean-Louis Dufour, que hablan de las crisis como momentos cruciales o de oportunidad. ¿Es esta policrisis un momento crucial o de oportunidad para el continente africano?

No lo sé. Sé que es verdad que está haciendo que mucha gente tenga una situación dura. El precio de la cesta de la compra o del combustible está repercutiendo en las economías familiares. Además, los efectos de la pandemia se están viviendo todavía en algunas partes, porque allí en África no había la red de protección y ayudas que hemos tenido aquí. Sí es verdad que todas estas crisis han sido positivas en cuanto que han motivado que en algunos países explote el descontento social, se manifiesten y busquen otro tipo de soluciones. Sin embargo, al mismo tiempo es peligroso porque, por ejemplo, con la crisis de la deuda, ¿quién controla la deuda de los países africanos y qué puede pedir a cambio? No soy muy optimista con que la policrisis tenga un efecto positivo.



Algo que me gusta mucho es cómo a lo largo del libro está entrelazada la cultura, a través de libros y música. «No he parado de recorrer sus caminos, sentarme a charlar con sus gentes, escuchar sus músicas, leer sus literaturas, beber sus cervezas o vino de palma» ¿Qué papel juega la cultura para conocer África más allá de los estereotipos?

En mi caso me ha ayudado mucho. He tenido la suerte de vivir mucho tiempo en África, de poder sentarme a hablar con la gente, de escuchar historias, de aprender idiomas que me han permitido comunicarme con las personas. Cuando te pones a beber unos cuencos de vino de palma, te cuentan las historias o te dicen lo que está pasando en los cotilleos del pueblo. Igual que te tomas una cerveza con los amigos y ya se relajan y te dicen: «Mira, Chema, eres gilipollas porque hoy has dicho lo que sea y te has columpiado». Y después a mí me ha ayudado mucho desde el principio poder leer las literaturas africanas. Las descubrí por casualidad, sin conocer, porque a mí nadie me había dicho que había literaturas africanas, gente en África que escribiese. Eso lo cuento en el libro, cómo por pura casualidad «robé» aquella biblioteca, la salvé, pero gracias a eso me ha dado claves para entender cosas que estaba viviendo, que estaban pasando, para tener puntos de referencia, para ver cómo los propios africanos se enfrentan a ciertas situaciones. Si quieres conocer África, es fundamental leer sus literaturas.

Chema Caballero el día de la entrevista. Fotografía: José Luis Silván


Dan esa imagen de cotidianeidad que, como habla en su libro, es necesario conocer de África.

Claro que sí. ¿Cómo se resuelve un matrimonio polígamo? Pues oye, una mujer te lo está contando y no es tan bonito como te lo quiere contar el hombre. Porque yo tengo amigos que te dicen: «No, a todas mis mujeres las trato igual, todas tienen su esto, su no sé qué». Y ahí no hay discusiones, no hay nada. Te lo cuenta la mujer, todas las mujeres que lees y que hablan de poligamia, y aluden a envidias, celos, malas tretas, es decir, te dan una visión distinta. O a lo mejor es más difícil para mí hablar con una mujer y que te cuente esto, pero hay escritoras que te lo están contando. Cuando estoy con amigos y a veces digo cosas sobre las que he leído, me dicen: «¿Pero tú cómo sabes eso?». Digo: «Pues porque lo he leído y lo he leído de tal persona».



Sobre la realidad africana en España, ¿se nota en la vida cotidiana española?

No podemos negar la realidad. Ayer estuve comiendo en un restaurante camerunés, buenísimo, con unos amigos cameruneses. Parece una tontería, pero es también parte de la realidad que ahora ya no tienes que irte a un italiano o un francés, puedes elegir también un camerunés, un senegalés o un etíope. Tenemos la suerte de que cada vez la presencia africana es más fuerte, pero también tenemos todos los problemas de discriminación y no somos capaces de acoger a estas personas que llegan. La Unión Africana reconoce ya la sexta región africana, la diáspora, que juega un papel fundamental no solamente por las remesas, porque hay países donde es muy fuerte, sino también a nivel de cambio de estructuras y de mentalidades, jugando un papel muy importante al llevar nuevas ideas y puntos de vista a sus países de origen. Por otro lado, cada vez más me estoy encontrando gente que regresa después de haber estado trabajando aquí algunos años, incluso gente que ha estudiado y que intenta hacer cosas para que la gente no tenga que emigrar. Y eso me está gustando mucho.



¿Va siempre ligado a la estabilidad política de los territorios?

No creo que tanto a la estabilidad política, porque fíjate en la gente que sale de países que mandan mucha gente afuera, como por ejemplo Costa de Marfil, un país políticamente estable y una de las economías más fuertes del continente. ¿Por qué? Pues por lo mismo que salían los españoles y se iban a Londres a fregar platos, porque aquí no tenías oportunidades, terminan la universidad y ¿qué hacen? No encuentran trabajo. Muchas veces los jóvenes que están saliendo es por falta oportunidades, no creo que nadie quiera irse. Otra cosa es que haya gente que quiera viajar y conocer mundo, igual que haces tú, que no tienes ningún problema para viajar con el pasaporte, conocer y ya está. Un amigo mío de Costa Marfil, él y su mujer tienen un buen trabajo, vino a Madrid porque quería pedir matrimonio a su chica en el Bernabéu, porque es muy del Real Madrid. Nos costó seis meses que consiguiesen el visado. Tuvimos que llamar a la embajada porque yo conocía a la cónsul y garantizar que venían de vacaciones.



Con la lista de cervezas por país del final, ya solo queda ir país por país probando todas. ¡Algunas ya las he bebido!

[Risas]. Esta es una foto [señalando la portada] de la colección de cervezas que tengo en mi casa, aquí en Madrid. He cogido la más significativa de cada país. Es como si vienes a Madrid, pues es Mahou. Pues algo así. Tenía que elegir una de cada país y he hecho eso.

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