«Toda la diáspora formamos un coro común»

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El artista sierraleonés Julianknxx expone en La Casa Encendida de Madrid su obra audiovisual Chorus in Rememory of Flight.  

«El coro es un medio de resistencia que está profundamente arraigado en las experiencias de la diáspora negra», dice Julianknxx. Entender la canción, la música y el coro como formas de resistencia. Hablar sobre sentirse de aquí y de allí, de Europa y de África, o de ninguno de los dos lugares, según el momento y la percepción de los demás o la de uno mismo. Encontrarse con otras personas en la diáspora y escuchar. Es lo que el artista sierraleonés afincado en Reino Unido hizo durante un año, recorriendo nueve ciudades europeas con un marcado pasado colonial: Hamburgo, Berlín, Ámsterdam, Róterdam, Amberes, Londres, Marsella, Barcelona y Lisboa.



Allí se reunió con artistas y músicos de las comunidades negras y les pidió que se expresaran. El resultado de este viaje de escucha y creación compartida, donde el agua y la música comparten protagonismo, es Chorus in Rememory of Flight, un retrato cinematográfico colectivo sobre la identidad, la memoria y la pertenencia que puede verse hasta el 30 de noviembre en La Casa Encendida (Madrid). Julianknxx combina poesía, cine e instalación para crear obras profundamente emocionales y políticas que ofrecen una contranarrativa a los relatos coloniales. Su trabajo ha pasado por diversos centros artísticos como el Barbican y la Tate Modern en Londres, la Galería Gagosian en París, la Fundación Gulbenkian de Lisboa o la Bienal de Sharjah (EAU). MUNDO NEGRO ha conversado con él sobre esta exposición, que llega por primera vez a España y ha sido coproducida por Barbican y WePresent.

Julianknxx. Fotografía cedida por La Casa Encendida.
¿Cómo nace la idea de realizar una obra como Chorus in Rememory of Flight?

Chorus in Rememory of Flight tiene su origen en una residencia que realicé en Berlín y luego en Ámsterdam en 2021, que culminó con una performance encargada por WePresent en el Stedelijk Museum. Creé un film a partir del tiempo que pasé allí escuchando y entrevistando a personas de la ciudad sobre lo que significa ser negro viviendo en los Países Bajos y posteriormente el Barbican me encargó continuar el trabajo. El hilo conductor o pensamiento conceptual surgió pensando en cómo elegir las ciudades que visitaría, y el agua se convirtió en la clave, como una forma de cartografiar las múltiples formas en que hemos llegado a Europa.



¿Cómo elegiste a las personas que participan en la película? ¿Qué buscabas en estos encuentros?

Simplemente recorrí Europa y pedí a la gente de la diáspora que me contara la historia de sus ciudades en forma de ofrenda. Esa ofrenda podía ser un baile, un poema, una canción o simplemente tomar el té y charlar. El proceso creativo se basó en gran medida en la práctica de la escucha activa y la confianza, en hacerse a un lado y crear un espacio que permitiera la libre expresión. Cualquiera que fuera la ofrenda, la aceptaba. No sabía cómo sería el resultado, y mis colaboradores tampoco.


¿Podrías hablarnos del título: Chorus in Rememory of Flight? ¿Qué significa para ti el concepto de «rememoria»?

El título hace un guiño al subtítulo del libro de Lorna McDaniel The Big Drum Ritual Of Carriacou: Praisesongs in Rememory of Flight. Forma parte de mi modelo de estudio sobre la diáspora. En un sentido más amplio, también me baso en el pensamiento de Toni Morrison sobre la «rememoria». Ella analiza brillantemente la distinción entre historia y memoria, y entre memoria y ausencia de memoria. Su idea subraya la importancia de recordar y recomponer los fragmentos de nuestro pasado, ya sea personal o colectivo.



En tu obra los testimonios sobre la identidad, la diáspora y la memoria se entrelazan con la música, con los cantos y con bellos planos que has filmado de edificios, de calles, del cielo, de las personas que han participado… Utilizas un tono muy poético  ¿Cuándo decidiste que la poesía sería tu lenguaje para expresar emociones y contar historias?

Mi trayectoria artística se remonta al tiempo que viví en Sierra Leona, donde las historias y el arte de contar están en el centro de todo, desde los actos ceremoniales hasta los eventos religiosos y familiares. Estas historias están llenas de vida, profundidad y emoción. Se convirtieron en parte integral de lo que soy. Trasladarme a Inglaterra, pasando por Gambia, también supuso un cambio significativo en mi vida. Adaptarme a un nuevo entorno planteó sus dificultades, y fue durante esos primeros años cuando recurrí a la poesía como medio para articular mis experiencias y navegar por las complejidades de no pertenecer del todo, las dificultades de encajar.

Fotografía cedida por La Casa Encendida.


Durante el proceso creativo de esta película, ¿qué te sorprendió en los encuentros que tuviste?

Si escuchas a la gente allá donde vayas, si oyes las historias locales, verás que sus historias tienen muchas capas, que se revelan en la forma en que hablamos de nosotros mismos y las historias y canciones que llevamos con nosotros. En Barcelona, uno de los entrevistados me habló de cómo los tiburones del Atlántico cambiaron sus rutas durante el comercio de esclavos, hacia otras más sangrientas. Esa historia capta cómo el océano guarda la memoria del trauma para las comunidades africanas negras y se convierte en un espacio de profunda contradicción, que alberga tanto la belleza de la posibilidad infinita como el peso del dolor histórico. Otra artista de Lisboa me pidió que la grabara mientras dormía, porque estaba cansada de hablar. Fuimos a su piso y nos sentamos. Llevaba puesta su bata, habló durante unos minutos y luego se fue a la cama.



El agua está muy presente en la película. ¿Qué simboliza para ti?

El agua, sobre todo el océano, es una metáfora de la historia en mi obra. Representa las profundas corrientes del tiempo y la interconexión de nuestro pasado colectivo, al tiempo que encarna los paisajes físicos y emocionales del pueblo krio de Freetown y Sierra Leona, de donde soy. Es un tema recurrente que también exploro en mi serie After the Ocean, que habla de cómo pensamos en el océano como forma de navegar, como fuente de conectividad, y de cómo nos sostenemos a través del mundo. El agua nos da licencia para ir a otros lugares, es  un camino hacia otras tierras. Pero hoy, quienes detentan el poder la utilizan como arma de separación. El agua es fundamental para la vida, contiene la idea de ser transportado, de movimiento, de memoria, y hace guiños a la mitología de Mami Wata, Drexciya y los «african flyers». Es historia y mito a la vez.



¿Qué sientes cuando vuelves a ver tu propia película?

Para mí es un contenedor de memoria. Me recuerda que el trabajo no está terminado y que no ha hecho más que empezar. Pero al mismo tiempo, la obra reúne a gente y suscita conversaciones, así que me alegro de que esté cumpliendo su función. Estoy deseando ver cómo lo reciben más ciudades.



¿Cómo está siendo recibida por las comunidades afrodescendientes de la diáspora y por el público no afrodescendiente?

Positivamente, de vez en cuando recibo correos electrónicos y mensajes sobre la obra, y sobre cómo está abriendo otras vías y diálogos. Eso es todo lo que podemos esperar como artistas, ¿no? Mi planteamiento ha sido tratar el espacio donde puede verse la obra como una vía de encuentros significativos y un lugar de performance más que como una galería tradicional. El énfasis está en crear un espacio al que los visitantes acudan para presenciar y participar.

Fotografía cedida por La Casa Encendida.


¿Qué similitudes y diferencias has percibido entre las comunidades afrodescendientes que ha conocido?

Creo que las distintas formas de expresión son una poderosa afirmación de la identidad y una forma de interactuar auténticamente con el mundo. Aprender de las múltiples formas en que hemos llegado, y seguimos llegando, a Europa ha sido alucinante. La historia del movimiento es muy profunda, es precolonial. Siempre nos hemos movido. Y ver cómo ese movimiento es diferente en las distintas ciudades nos abre mucho a la comprensión. La paciencia también es clave, es estar dispuesto a conocer a la gente allí donde se encuentre. Aprender a hacer que las personas se sientan seguras para expresarse y aprender a dar espacio a los demás ha sido un tema común a lo largo de todo el trabajo.



Una de las ciudades que aparecen en la obra es Barcelona. ¿Qué impresión te causó la comunidad afrobarcelonesa y las iniciativas comunitarias que promueven?

Fue una de las ciudades donde sentí que la conversación era más limitada, aunque las comunidades negras están haciendo su trabajo. No sentí que hubiera mucho apoyo. Pero la escena y los espacios son vibrantes. También me sorprendió ver cómo se ensalza a Colón en la cultura como un héroe. Eso habla mucho de lo que la ciudad siente por las personas negras.

La exposición también cuenta con una sala de lectura, un lugar de descanso y relajación, donde se pueden consultar una serie de libros de autores africanos y de la diáspora. Fotografía cedida por La Casa Encendida

Obras como la tuya nos invitan a mirar al pasado, a nuestros antepasados, a las heridas del colonialismo, pero también al poder colectivo, ejemplificado en el canto coral. ¿Buscas más provocar la reflexión histórica o activar una forma de curación y celebración en las comunidades afrodescendientes de la diáspora?

Ambas cosas. La música es una tecnología poderosa: cambia el estado del cuerpo, invoca la memoria, la conexión y deja volar la imaginación. Desde el principio de los tiempos hemos utilizado las canciones para conectarnos unos con otros, contar historias, meditar o rendir culto. Para mover el espíritu. El coro es un medio de resistencia que está profundamente arraigado en las experiencias de la diáspora negra. En palabras de Tina Campt, es «sintonizar con las frecuencias de la vida negra». Creo que, de algún modo, compartimos un coro común en toda la diáspora. Lo verdaderamente extraordinario es cómo el lenguaje musical compartido puede convertirse en una forma de unirnos. Siempre lo digo: si cantamos las mismas canciones -o sintonizamos con el otro- se crea una base sólida para la colaboración. También es una forma de terapia radical, un poderoso medio de curación que se produce cuando unimos nuestras voces y nuestros espíritus.

¿Crees que tu obra reescribe, de algún modo, la narrativa histórica dominante sobre el colonialismo europeo?

Espero que sí, al menos esa es la ambición. Con todo mi trabajo, pretendo ampliar las perspectivas sobre la historia y la cultura de África y sus diásporas, con la historia oral en el centro. Tanto Chorus in Rememory of Flight como mi obra en general tratan de analizar cómo se cuentan las historias, especialmente las que han sido moldeadas por las culturas dominantes. Basándome no sólo en mis propias experiencias personales, sino también creando un espacio para que otros compartan las suyas, espero ofrecer contranarrativas a los relatos coloniales. De este modo, espero contribuir a reescribir, o al menos a ampliar, el modo en que se entienden estas historias: cómo se siente uno existiendo en espacios liminales.

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