COVID 19: La segunda ola

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Que la pandemia va para largo es un hecho que vamos asumiendo, de la misma manera que la menor afección en África de la Covid-19 es una realidad que no se puede minimizar ni justificar solo por la cantidad de los datos o la calidad de los sistemas de detección en los países africanos.

Estas semanas proliferan los artículos que tratan de dar razones por las que esa mortalidad es mucho menor –cerca de 40.000 de los 1,1 millones totales, lo que supone menos del 4 % de las muertes–. La edad media de la población, las inmunidades cruzadas o, incluso, teorías relacionadas con la herencia cromosómica de los neandertales –menor en los africanos– son algunas de estas explicaciones. En todo caso, el Centro Africano de Control de Enfermedades (CDC) no se relaja y ha advertido contra la idea de dejar vagar libremente al virus para conseguir inmunidad de grupo, pues permitiría la infección de cientos de millones de africanos y provocaría muertes, muchas de ellas indirectas por la saturación hospitalaria. El CDC apuesta por la coordinación entre países y prepara una estrategia que garantice el acceso a la vacuna.

Los casos en el continente se siguen concentrando en Sudáfrica, Marruecos, Egipto, Etiopía y Nigeria. Y la pandemia que, al igual que en Europa, había decaído, se recrudece en un continente que «no se puede permitir una segunda ola», en palabras de John Nkengasong, codirector del CDC, aludiendo así al tremendo impacto económico que tendrían mayores restricciones en los países de África.

En el Magrebse afronta un aumento de los casos.  Marruecos,   Argelia  y
 Túnez  van en esa línea. Túnez, que había recuperado el control en junio, abrió sus fronteras y levantó casi todas las medidas de protección. Ahora, el ritmo de contagios se acelera.

En  Sudáfrica,  donde se han realizado 4,4 millones de test y han fallecido más de 18.000 pacientes, la enfermedad está contenida desde agosto, pero un leve repunte de casos en algunas provincias hace temer una segunda ola que sería devastadora social y económicamente. El ministro de Salud, Zweli Mkhize, dio positivo tras sentirse cansado y haber notado pérdida de apetito.

En otros países, como  Kenia,  también se habla de la posible cercanía de una segunda ola semanas después de haber suavizado algunas de las restricciones que se mantenían en el país.

 Madagascar  retiró el estado de urgencia sanitaria seis meses después de su entrada en vigor y el presidente, Andry Rajoelina, se felicitó de «haber ganado la guerra» contra el coronavirus. El país está en pleno levantamiento de restricciones y sigue defendiendo su exótico remedio, una infusión basada en la artemisa cuyos efectos no han sido demostrados científicamente. El -exministro de Comunicación Harry Laurent Rahajason ha sido condenado a 44 meses de prisión con cargos de incitación al odio y desorden público tras haber, supuestamente, instigado –él lo niega– una protesta contra un remedio que han tomado más de seis millones de malgaches, según el Gobierno, y que Rajoelina ha convertido en emblema.



Imagen superior: World Bank / Ousmane Traore (MAKAVELI)


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