Efemérides postcoloniales: Portugal en retirada

Luanda, ANGOLA: Angolans perform during a ceremony 11 November 2005 in Luanda marking the 30th anniversary of independence from Portugal. Jose Eduardo dos Santos Friday pledged that the country's first polls due next year after 27 years of civil war would be "free, safe and transparent". AFP PHOTO ALEXANDER JOE (Photo credit should read ALEXANDER JOE/AFP/Getty Images)

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En este 2015 que finaliza, se cumplen 40 años de las independencias de las otrora colonias portuguesas. Los lusitanos tuvieron dos virtudes y un defecto: fueron los pioneros en la expansión ultramarina en el siglo XV y los que más perduraron en su imperio, pero a un costo muy alto.

Por Omer Freixa

              Todo comenzó cuando el insigne monarca Enrique el Navegante preparó una expedición que se apropió de Ceuta en 1415, y a la cual, en fases, seguiría la exploración de toda la costa atlántica africana hasta que en 1498 el mítico Vasco de Gama llegara a India pasando por las aguas de la actual Sudáfrica. Mucho más tarde, con la ocupación europea apropiándose del mundo, y por mandato del reparto de África a fines del siglo XIX, a Portugal le correspondió el dominio de cuatro posesiones: Angola, Mozambique, Guinea-Bissau y Cabo Verde.

Así como Portugal fue la primera potencia europea en edificar y ampliar un imperio que también, a partir de 1500, se expandió a lo que hoy es Brasil, su virtud consistió en ser el más duradero de todos los competidores: españoles, franceses, holandeses y británicos. Cuando la mayoría de estos imperios coloniales se habían disuelto, para la década de 1970 (Francia e Inglaterra conservaban todavía pequeños retazos, dispersos por el mundo, de los que fueron los imperios más grandes de toda época), Portugal –a excepción de Brasil y unos territorios perdidos en India en 1961– conservaba sus posesiones africanas intactas, sumadas a la sudasiática Timor Este.

 

Fotografía: Getty Images

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Para la década de 1960, mientras otros europeos se hallaban en retirada en África, las posesiones lusoafricanas daban la impresión de ser prósperas y estables. Por ejemplo, Luanda, la capital de Angola, era la ciudad más grande y dinámica de todas las posesiones tras las mismísimas Lisboa y Oporto. A la vez, Angola tenía un rico potencial económico basado en el petróleo, los diamantes y el café. No obstante, todo aquello era una falsa apariencia. Los problemas ya habían estallado.

En el norte de Angola, una insurrección armada desde 1961 daba dolores de cabeza a las autoridades metropolitanas que no dieron el brazo a torcer y reprimieron esa revuelta a costa de la muerte de 20.000 angolanos. Al final, la férrea dictadura de António Salazar –en el poder desde 1932–, en respuesta al descontento, eliminó los aspectos más oprobiosos del régimen colonial como la institución del trabajo forzado, pero en ningún momento se habló de conceder cierto grado de autonomía. Desde 1951, las colonias portuguesas pertenecían como parte indivisible de un Portugal único, en calidad de “provincias de ultramar”. Los portugueses no tenían la menor intención de alterar esa configuración. Pero los súbditos lusoafricanos sí. Y pasaron a la acción. Al levantamiento sofocado en Angola sobrevino otra insurrección en la pequeña y occidental Guinea-Bissau en 1963, y en Mozambique un año más tarde.

Los gérmenes del descontento a la ocupación portuguesa estallaron poco después. En el caso angolano, lo que sería el principal grupo conductor de la independencia, el Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA), había sido fundado en 1956 por un grupo de intelectuales angolanos con el objetivo de derrocar el dominio lusitano. Asimismo, surgió en Guinea-Bissau y el archipiélago de Cabo Verde el Partido Africano para la Independencia de Guinea y Cabo Verde (PAIGC), con su enérgico líder, Amílcar Cabral, uno de los héroes de la gesta independentista africana. El Frente de Liberación de Mozambique (FRELIMO) se fundó en 1962 con el mismo fin: acabar con el dominio portugués. Todos sufrieron la persecución colonial y debieron someterse a la clandestinidad.

Con un recorrido similar, los años 1961, 1963 y 1964 marcaron el inicio de la lucha de liberación en el África portuguesa. La táctica a seguir por los locales fue la de guerra de guerrillas con el objetivo de desgastar a las tropas metropolitanas. Para 1970, aunque pareciera que estas controlaban la situación en los territorios coloniales, debían emplear a unos 100.000 soldados para hacer frente a tres guerras de emancipación distantes y que revolvían el descontento entre los oficiales en Lisboa. Estas guerras fueron catalogadas de muy impopulares frente a un régimen, el de Salazar, que debía hacer frente a problemas más acuciantes que los de sus lejanas provincias.

 

Foto: Getty Images

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Un país indivisible

Las posesiones africanas costaron mucho a Lisboa, hasta el punto de poder afirmar que entre 1974 y 1975 contribuyeron a reformular toda la configuración imperial portuguesa. Un grupo de oficiales descontentos se alzó con el poder en abril de 1974 y derrocó al sucesor de Salazar, Marcello Caetano, quien –como su antecesor– tuvo la férrea intención de permanecer inalterado en su concepción de un Portugal único e indivisible. Pero los golpistas pensaban todo lo contrario, por lo que, cansados de una guerra costosa, negociaron la primera independencia, la de Guinea-Bissau, en septiembre de 1973, reconocida por Lisboa un año más tarde. Las de Cabo Verde, Mozambique y Angola se retrasaron un poco más. Aquí el principal problema fue la desunión entre los grupos que lucharon contra Portugal, particularmente en las últimas dos.

El momento jubiloso de la independencia de Mozambique, alcanzada el 5 de julio de 1975, fue pasajero. Pronto estallaron las disensiones entre el FRELIMO y la opositora Resistencia Nacional Mozambiqueña (RENAMO). Allí se ubica el inicio de una cruenta guerra civil en el escenario de la Guerra Fría, donde el primero recibió apoyo del bloque soviético y la segunda de los Estados Unidos y del régimen racista del apartheid sudafricano. La guerra concluyó formalmente en octubre de 1992 con un millón de muertos e igual número de desplazados. Un conflicto con una configuración similar estallaría en Angola después de la independencia, el 11 de noviembre de 1975, entre el MPLA (con apoyo del bloque comunista y una visible participación cubana) frente a otros dos grupos que, como en el caso angolano, habían luchado contra los portugueses, la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA) y el Frente Nacional de Liberación de Angola (FNLA), con apoyo chino, norteamericano y sudafricano. Estas guerras civiles trastocaron la paz de África del sur durante años.

El de Angola fue el conflicto más largo de toda la historia africana postcolonial, una guerra de 27 años con un coste muy elevado para una nación que, al término de la misma, debía importar los productos más elementales. Eso junto al millón de muertos y a los cerca de 100.000 mutilados por el uso de minas antipersona.

Portugal tuvo la virtud de prolongar más que otra nación europea su imperio, pero a un precio elevado. Si se suma la guerra de independencia de Angola al conflicto civil que le sucedió, nos lleva a marcar un período de más de 40 años, los que van desde 1961 a 2002. Demasiado.

 

Manifestation contre le colonialisme portugais, le 5 novembre 1966. Manifestation contre le colonialisme portugais, le 5 novembre 1966.

Manifestación en Guinea-Bissau contra el colonialismo, el 5 de noviembre de 1966 / Foto Getty Images

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El primer presidente de Mozambique, Samora Machel / Archivo Mundo Negro

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El actual presidente de Mozambique, Filipe Nyusi, el pasado 25 de junio, en la conmemoración de los 40 años de independencia / Foto: Getty Images

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