Tambores de guerras

A "Hello Kitty" bracelet adorns the weapon of the member of a security team protecting delegates to a security commitee meeting to discuss tensions arising from recent attacks along the border of northern and southern Sudan.

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chema     Por Chema Caballero

 

En la entrada anterior comentábamos que los los Vengadores del Delta del Níger (NDA, por sus siglas en inglés) adelantaban en su cuenta de tuiter que iban a anunciar algo tan importante que iba a conmocionar al mundo entero. Por fin llegó la noticia (que no ha sido para tanto), que no era otra que la amenaza de matar al presidente nigeriano Mahumadu Buhari, que había declarado su intención de visitar la región para lanzar un plan de mil millones de dólares (y que puede durar unos 25 años) para limpiar el Delta del Níger.

Días después el presidente cancelaba el viaje a esa zona rica en petróleo sin dar razones para ello. En su lugar fue el vicepresidente Yemi Osinbajo, sobre el que recayó la función de presentar oficialmente el plan para limpiar la zona de los vertidos del petróleo. Osibanjo prometió trabajar junto a los líderes comunitarios para terminar con los ataques de los grupos terroristas.

NDA también ha negado en sus cuenta de tuiter que, contrariamente a lo declarado por el Gobierno, algún militante suyo haya sido detenido, e invita a las fuerzas de seguridad a dejar de molestar y maltratar a la población civil de la zona.

Pocos días después de la visita de Osinbajo, el Gobierno de Abuja declaraba un alto el fuego de dos semanas de duración que, en principio, termina el 21 de junio, al mismo tiempo que anunciaba el comienzo de negociaciones con el grupo disidente. Pero este ha negado que en ningún momento estas estén teniendo lugar y afirma que si alguna vez sucedieran tendrían que contar con la presencia de mediadores internacionales, punto que el Ejecutivo parece rechazar por el momento.

Al mismo tiempo, NDA reafirmaba su guerra contra el ejército nigeriano y la industria petrolera en la región del Delta del río Níger y pedía a otros grupos que operan en la zona que desistan de atacar a los militares: “la guerra es contra las petroleras internacionales”, asegura en un comunicado.

El mismo documento también afirma que “la liberación del pueblo del Delta del Níger ha dado un nuevo giro con la emergencia de nuevos grupos cada día (…), Dios está de nuestra parte”, aseguran los Vengadores.

Finalmente se jactan de que a pesar de la fuerte presencia militar en la zona, siguen saboteando las instalaciones petroleras sin jamás haber atacado a los miembros del ejército.

En otro comunicado NDA amenaza de muerte a siete gobernadores de la zona si no liberan a todos los activistas pro independencia de Biafra que están en las cárceles.

Uno de los nuevos grupos a los que se refieren los Vengadores es el autodenominado Joint Niger Delta Liberation Force (JNDLF) que ha amenazado con lanzar seis misiles si el ejercito nigeriano no deja de hostigar a la población civil y abandona la región.

Por su parte, miembros de distintos grupos de la zona del Delta que se acogieron a la amnistía que el gobierno concedió en 2009, han condenado las actividades de NDA por su negativo efecto sobre la economía del país y, una vez más, invitan al Gobierno a dialogar “ya que la guerra por sí sola no resolverá nuestros problemas”.

Estas personas que se alinean con el Ejecutivo nigeriano reconocen la exclusión y discriminación que viven en el Delta del Níger pero piensan que la violencia no es la solución. A pesar de ello, prometen defender su postura con la fuerza si hiciese falta.

La plataforma Ijar Youth Council (IYC) pone como condición para un alto el fuego y el inicio de negociaciones, la apertura de una universidad en Okerenkoko, en Delta State. De igual modo, otros grupos de la región postulan otro tipo de condiciones para empezar a hablar de paz.

Todo esto tiene como consecuencia el que se esté creando en la zona un clima de pre-conflicto que hace temer lo peor en el Delta del Niger, despertando los miedos de la vieja guerra de Biafra (1967-1970).

Mientras, en Gulu, la principal ciudad del norte de Uganda, la noche del pasado 12 de junio se producía un ataque a la comisaría de policía de la ciudad. Durante 30 minutos, un grupo desconocido de hombres armados luchó contra la policía y el ejército hasta que fueron repelidos e iniciaron la huida, abandonando tras de sí armamento moderno. Parece que los heridos y muertos gubernamentales fueron bastantes aunque todavía no hay confirmación oficial de la cifra exacta.

Este ataque se producía días después de otros similares en las ciudades de Moroto y Kasese. Estos acontecimientos han hecho despertar los fantasmas del conflicto que asoló la región entre 1987 y 2006 debido a los ataques del grupo liderado por Joseph Kony, el Ejército de Resistencia del Señor (LRA, por sus siglas en inglés).

Estos eventos suceden justo cuando el Gobierno ugandés ha anunciado su intención de retirar sus tropas de la República Centroafricana, país en el que estaban desplegadas para perseguir a la formación rebelde. EL LRA “ya no supone una amenaza”, según asegura un portavoz del ejercito ugandés, que añadió que el grupo “ha sido reducido y ya no tienen los medios para embarcarse en una guerra”.

Pero ahora, después de estos ataques, la población del norte de Uganda no está tan segura de que esto sea verdad. Alrededor de 2.000 soldados ugandeses, apoyados por tropas estadounidenses, están desplegados en la actualidad en la República Centroafricana como parte de la Misión de la Unión Africana para hacer frente a los rebeldes del LRA.

El mismo domingo día 12 de junio, se producía un enfrentamiento entre tropas de Eritrea y Etiopía en la frontera entre ambos países. Elevando así la tensión entre los dos gobiernos y reviviendo un conflicto que degeneró en la guerra entre los dos países que se extendió desde 1998 a 2000.

Eritrea se independizó de Etiopía en 1991 y desde entonces ha tenido varias disputas fronterizas con su vecino que ya han causado la muerte de al menos 70.000 personas.

En otra parte del continente, el martes 14 de junio, Naciones Unidas informaba de que al menos 80.000 civiles han sido desplazados por los combates que desde enero enfrenta al ejercito sudanés y a los rebeldes de Darfur. Al no poder acceder a la zona, el organismo internacional no puede confirmar la existencia de otros 127.000 desplazados, especialmente en la región de Darfur central, de los que otras fuentes hablan. Además, 1.6 millones de civiles continúan viviendo en alrededor de 60 campos de desplazados en la región.

Desde 2003, el conflicto de Darfur ha causado más de 300.000 muertes y 2.6 millones de desplazados. Los actuales combates tienen lugar en Jabel Marra, una zona donde confluyen tres estados de la región: norte, central y sur. A pesar de ello, el gobierno de Jartum hace tiempo pidió a la MINUAD, la misión de paz conjunta de la Unión Africana y Naciones Unidas para Darfur, que se retire del territorio. Una forma de acallar las continuas acusaciones del organismo de violaciones de derechos humanos por parte del Gobierno sudanés.

Da la impresión de que desde el inicio del presente año se está produciendo un repunte de viejos conflictos y de que la tensión aumenta en África después de años en los que la  paz parecía arraigar en el continente.

No están claras las causas de este fenómeno pero, como siempre, la pobreza, la violencia del estado, la falta de oportunidades para los jóvenes y su frustración son elementos que no se pueden despreciar y con los que habría que trabajar para rebajar la tensión pre-belica que está prendiendo en el continente.

 

 

Fotografía: Tim Freccia / Enough Project

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