La capital de las luces

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Rabat (Marruecos)



Por Fatima Zohra Bouaziz, periodista



«Ciudad de las luces», así es como pasó a llamarse Rabat, la capital administrativa de Marruecos. El nombre no es prosaico, sino que más bien está cargado de simbolismo para describir una ciudad en plena metamorfosis que intenta mostrar su maestría al mantener un equilibrio entre tradición y modernidad.

Rabat se ha esforzado durante estos últimos años para quitarse la fama que tiene entre los marroquíes de ser una ciudad «aburrida» –«con habitantes, la mayoría funcionarios, que se duermen temprano»- incapaz de equipararse con la dinámica capital económica del país, Casablanca, o con Marrakech, principal destino turístico.

Pero no lo es. Esta ciudad costera –fundada en el siglo XII por los almohades– tiene una buena oferta cultural y de entretenimiento con la creación de más museos, restaurantes, centros comerciales y lugares de ocio. 

Destino de los marroquíes que tienen un asunto administrativo que arreglar, y a la que acuden para solucionar problemas graves de salud al contar con los mejores hospitales, Rabat también es un altavoz social, en concreto su  avenida Mohamed V, considerada un refugio de protestas y escenario de espectáculos durante las fiestas nacionales. Esta avenida fue durante años la meca de los rabatíes que se ponían su mejor ropa para darse un paseo por la zona. La que siempre ha sido el lugar más frecuentado de Rabat ahora tiene rivales: la avenida Fal Ould Oumeir, en el distrito de Agdal, y Mahaj, del lujoso Riad, llamado también Barrio de las luces por su iluminación al atardecer. Ambos son el nuevo centro de la capital marroquí. 

No hay color entre la situación ahora y hace 30 años en Rabat. La zona que rodea el río Bouregreg –que separa Rabat de su ciudad hermana Salé– se ha convertido en un importante destino turístico.

Los conocidos flouka (faluchos) de los pescadores del río ya no cumplen su anterior rol de medio de transporte para los funcionarios entre Rabat y Salé. Bouregreg era también el lugar de ocio de los jóvenes y niños de los barrios populares de la antigua Medina –como el Melah, Boukroune o Souika– que cruzaban a nado el río hasta Salé para jugar un partido de fútbol.

Todo el valle del Bouregreg se ha modernizado con proyectos como el Gran Teatro de Rabat, diseñado por la arquitecta iraquí Zaha Hadid, y la Torre Mohamed VI. Las dos obras tienen vistas a la Kasbah de las Oudayas y la torre Hassan, los monumentos históricos rabatíes más emblemáticos. Un escenario que muestra la nueva cara de un Rabat moderno que quiere también mantener su tradición.

Este desarrollo ha provocado un encarecimiento del coste de la vida sin arreglar el problema del transporte público surgido en los últimos años ante el crecimiento de la urbe. La oferta inmobiliaria es una de las más caras del país, obligando a buena parte del funcionariado a alquilar o comprar en Salé. Pero los habitantes de la capital se adaptan como pueden a estos problemas porque Rabat no deja de ser «elegante, inclusiva y una ciudad cómoda para vivir», como dice una amiga. 

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