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Por Raquel Peris y Javier Cerrillo, desde Valencia (España)
Somos un matrimonio con espíritu misionero. En los años 90 fundamos una asociación llamada Grupo Universitario Parroquial (GUP) adscrita a la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Valencia, desde la que creamos un comedor social en nuestro barrio y financiamos proyectos de construcción de pozos en Sudáfrica, donde se encontraba entonces nuestro paisano, el misionero comboniano P. Rafael Pérez.
En 2011, gracias a un artículo publicado en la revista Aguiluchos, de los Combonianos de España, conocimos al misionero P. Albert Ballerini y su historia de fe y entrega a los más pobres en Casamance, una región del sur de Senegal. Nos impresionó tanto su testimonio que en enero de 2012 hicimos nuestro primer viaje al país para conocerle y llevarle 300 toallas que nos había pedido para los niños de la guardería que había fundado.
Aunque el P. Albert falleció en 2014, hemos seguido yendo a Senegal, un país que nos ha robado el corazón. El último viaje lo hicimos en marzo de este año. Visitamos Diattang y Djikesse, dos aldeas de Casamance. Nos costó llegar más de 24 horas debido a las esperas en los aeropuertos y a las malas condiciones de las carreteras. Fuimos con nuestros tres hijos y 30 voluntarios. Entre ellos había algunos jóvenes que se han impregnado de la realidad de Senegal y también un equipo médico que realizó una media de 75 consultas gratuitas cada día. Además, nuestros equipajes llegaron cargados de medicamentos para intentar aliviar los problemas de salud de la gente.
También dimos apoyo económico y técnico para la reforma de tres aulas de un colegio público de Diattang. La alegría de los niños acompaña siempre nuestras visitas, confirmándonos que merece la pena el esfuerzo que realizamos durante el año para conseguir fondos y poder ayudarles a tener un colegio en mejores condiciones. Muchas veces los más veteranos de las aldeas nos preguntan por qué regresamos cada año, algo que habitualmente no hacen otras oenegés, y nosotros les decimos que nuestra fe nos mueve a no desistir y a seguir adelante con nuestra misión. Además, tenemos la suerte de encontrar a buenas personas en nuestra comunidad parroquial, que nos ofrece los locales para ir almacenando el material que luego viaja con nosotros a Senegal.
También cuidamos de niños senegaleses con patologías graves. Los traemos a España para que sean operados. Aquí se quedan hasta su recuperación con nosotros o con otras familias de acogida que conocemos. Así hemos enseñado a nuestros hijos que la solidaridad no tiene fronteras. En cada viaje nos presentan a niños con enfermedades graves a las que no puede hacer frente el sistema sanitario senegalés.
En este viaje nos encontramos con Abdou Karim Marena, el primer niño que trajimos a España con un tumor maxilofacial. Estuvo en nuestra casa en 2015 y 2016 y está totalmente recuperado de la enfermedad. Pertenece a una familia muy pobre de Djikesse. Gracias al proyecto «Traemos cañas, no peces» le hemos donado una moto Yakarta, que son las que se usan aquí como taxi. Con este vehículo Abdou podrá mantener a su familia y devolvernos en un año 350 euros, que es la mitad de su precio. De este modo, GUP contará con esa cantidad para ayudar a una familia necesitada con otra Yakarta. Ver la cara de felicidad de Abdou subido a su moto nos anima a seguir adelante con nuestra misión solidaria.
En la imagen superior, Abdou subido a su nueva moto junto a Raquel (2d.), Javier (2i.) y otros tres voluntarios del GUP durante su último viaje a Senegal. Fotografía: Archivo personal de los autores