«Un estado pequeño debe ser realista, pragmático e inteligente»

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José Maria Pereira Neves, presidente de Cabo Verde


Santa Catarina es una localidad del interior de la isla de Santiago. Allí nació, hace 65 años, José Maria Pereira Neves. Hilo conductor de la política caboverdiana de las últimas décadas, ha ocupado casi todos los cargos posibles sin saltarse escalones intermedios: ha sido alcalde de su pueblo; presidente de su partido, el PAICV; primer ministro y, desde 2021, presidente de la República. En el 50 aniversario de la independencia del país, recibe a MUNDO NEGRO.


¿Qué celebra Cabo Verde 50 años después de su independencia? 

El país obligatoriamente mira por el retrovisor para ver el camino recorrido y hacer balance. Creo que Cabo Verde en estos 50 años hizo más o menos bien lo que tenía que hacer. Somos un país que se hizo viable. En 1975, Cabo Verde era un país improbable y hoy es un país posible. Tenemos logros relevantes y podemos hablar de tres de ellos. La educación era para una pequeña élite y hemos democratizado el acceso para la sociedad. En cuanto a la salud, nuestra tasa de mortalidad infantil era elevadísima y hoy tenemos números residuales. Todas las mujeres embarazadas pueden tener a sus hijos en centros médicos y todos los niños están vacunados. Un tercer avance son las infraestructuras, donde hemos obtenido logros extraordinarios. En este período conseguimos, sobre todo a través de la educación y de las inversiones realizadas, construir una sociedad democrática. Cabo Verde es un Estado de derecho democrático que funciona y ocupa los primeros lugares en África en términos de buena gobernanza, de libertad de expresión, de prensa, en términos de derechos, libertades y garantías de los ciudadanos. 



¿Qué se puede construir a partir de esto?

Hicimos un recorrido notable, pero tenemos que considerar que el camino de ahora en adelante es mucho más difícil y complejo, porque el mundo cambió de forma extraordinaria. Tenemos que acelerar el paso y sofisticarnos más para que en los próximos 50 años nuestros nietos y bisnietos puedan decir que la independencia valió la pena. 



En 1975 usted era adolescente, pero ya formaba parte de un grupo que pedía la independencia para el país.

La lucha por la independencia de Cabo Verde comenzó en la segunda mitad de los 50, antes de que yo hubiera nacido. Durante los 60 tuvo lugar la lucha armada, la lucha clandestina. En el 73 conocí la figura de Amílcar Cabral cuando fue asesinado. Fue entonces cuando oí hablar de él por primera vez. Decían que era la muerte de un terrorista que había desafiado a Salazar, que era un político, en sentido peyorativo, que desafiaba al Gobierno. Era considerado casi un criminal. Cuando llega el 25 de abril en Portugal, con la caída del Gobierno salazarista, tenía 14 años, y ahí tomé conciencia de la lucha por la independencia. En la escuela, cuando los profesores nos contaron lo que estaba ocurriendo, percibí que algo extraordinario iba a suceder, una revolución que podría cambiar completamente nuestras vidas. Desde ese momento, todavía antes de la independencia, participé en esos movimientos sociales y políticos que emergen en esos contextos. 



Y llegó el 5 de julio de 1975. ¿Recuerda ese día? 

Sí. Después del 25 de abril hubo muchos excesos. Teníamos temor ante aquella situación, sobre todo porque muchas personas decían que la independencia era una auténtica locura, que no teníamos condiciones para ser un país independiente. Entonces vivía con mis hermanas y mi madre, que no quería que participara en esos movimientos. El 5 de julio le dije a mi madre que me iba al centro de la ciudad, pero me vine a Praia para asistir a la ceremonia de independencia en el estadio de Várzea. Por la tarde me volví a casa, a Santa Catarina, en el interior de la isla de Santiago. 



En la actualidad, ¿qué queda de Amílcar Cabral? 

[Piensa] Cabral es el mayor símbolo del Cabo Verde libre e independiente. Él es el héroe nacional, al que se canta, celebra y recuerda en todos los momentos relevantes. En este momento hay un desgaste de las instituciones, de la política y de los políticos, y las personas dicen que es así porque los ideales de Cabral no fueron aplicados, porque él era un hombre que luchó por la dignidad humana, para combatir las injusticias y las desigualdades. Cabral es una referencia. Aunque las personas no tengan un conocimiento más profundo de sus obras, tienen una idea de Cabral como un referente en la lucha contra la subyugación, por la libertad, por la dignidad de los caboverdianos, de los guineanos y de los africanos.



¿El Partido para la Independencia de Cabo Verde (PAICV) es un buen heredero de su legado político?

Cabral fundó el Partido Africano para la Independencia de Guinea y Cabo Verde (PAIGC), pero cuando se produjo la ruptura entre Guinea y Cabo Verde, a partir del 80, el brazo político en Cabo Verde se transformó en el PAICV. La raíz que se ­mantiene es el PAI, el Partido Africano para la Independencia. La idea es un partido que asume nuestra condición de africanos y proyecta la idea de soberanía y de desarrollo humano. Cuando preguntaban a Cabral por qué dejó todo para luchar por la independencia, decía que vio a los caboverdianos morir de hambre y a los guineanos ser azotados, y quería acabar con esas injusticias. Cabral tenía una segunda idea muy importante: la independencia no debía significar solo un himno y una bandera. Aquella lucha solo se justificaría si después de ella las personas vivían mejor. Los caboverdianos viven hoy con mucha más dignidad y, en ese sentido, se cumple su idea. Estamos hablando de un ideario que se plasma en las décadas de los 50 y 60, pero el mundo ha cambiado. No vamos a encontrar en Cabral respuestas a los desafíos de hoy, pero sí inspiración para preguntarnos sobre los desafíos actuales. 



Cuando usted fue primer ministro, estableció relaciones diplomáticas con China y firmó un acuerdo de cooperación con la Unión Europea. ¿Los países africanos, y en concreto Cabo Verde, están en disposición de negociar en justicia con las grandes potencias económicas y políticas? 

Un estado pequeño debe ser ­realista, pragmático e inteligente. Realista defendiendo sus intereses, pragmático como para no establecer alianzas que alejen al país de las dinámicas geopolíticas y geoestratégicas mundiales, y suficientemente inteligente como para leer los cambios y adaptarse. Un país como Cabo Verde puede ser útil a la comunidad internacional, desde su defensa del derecho. El mejor instrumento de defensa de un estado pequeño es el derecho internacional, la Carta de las Naciones Unidas, defender el respeto por la soberanía, la integridad territorial de los estados, la solución negociada de los conflictos y la paz. 



¿Esperan más justicia por parte de las grandes potencias políticas y económicas a la hora de relacionarse con los países pequeños? 

No. Somos nosotros los que tenemos que defender nuestros intereses. Ningún país puede transformarse en un muro de lamentaciones ni esperar que su desarrollo sea el resultado de los lamentos propios o de la buena voluntad de los demás. La dignidad se conquista, el desarrollo es una cultura y tenemos que tener una actitud de defensa de nuestros intereses y negociar con los otros con dignidad. 

Una niña pasa delante de un edificio en Praia, la capital caboverdiana, con la imagen de Amílcar Cabral. Fotografía: Carmen Abd Ali / Getty. En la imagen superior, el presidente de Cabo Verde, José María Pereira Neves, el día de la entrevista. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo



¿China trata con más respeto que Occidente a los países africanos? 

No sé si China trata con más respeto. Todos los países defienden sus intereses y la cooperación con China está menos condicionada que la que mantenemos con los países occidentales, que está más vinculada al cumplimiento de determinados principios y valores occidentales. Tal vez encontremos ahí la preferencia por establecer vínculos con otros países. En relación a África, hay algunas cuestiones en las que yo insisto. Ahora, en relación con las migraciones, cada vez encontramos más restricciones a la movilidad y más discriminación contra los migrantes. Ante esto, ¿tenemos que continuar lamentando la situación y pedir a los más ricos que nos apoyen o que se solidaricen con África? Creo que son señales que deben llevarnos a los líderes africanos a tener en cuenta lo que hay que hacer para que África se desarrolle, elimine la pobreza y cree oportunidades para todos. Si hay tantas riquezas en África, ¿por qué estamos en esta situación? Hoy se habla mucho de reparaciones, pero los primeros que tienen que reparar la deuda con los africanos son los líderes y los gobiernos del continente. Vamos a trabajar para que África se transforme, cambie, construya prosperidad y cree oportunidades para las africanas y los africanos. 



Los golpes de Estado en Malí, Burkina Faso y Níger, junto a la creación de la Alianza de Estados del Sahel, ¿han puesto en crisis a la CEDEAO?

Necesitamos una profunda reforma de la Unión Africana (UA), con una redistribución de trabajo entre esta, las organizaciones regionales y los estados. Y, sobre todo, crear capacidades para implementar las decisiones que tomemos. La CEDEAO claramente está en crisis. Creo que las organizaciones regionales deben concentrarse en la integración económica, dejando las cuestiones de paz, seguridad y estabilidad para la UA. 



En los dos últimos años, cerca de 40 000 caboverdianos han emigrado. ¿Qué piensa sobre esta realidad? 

Los caboverdianos siempre emigraron. De hecho, somos migrantes antes de ser caboverdianos. Somos un estado transnacional y una nación diasporizada, por lo que no hay drama en esta movilidad. Aunque los caboverdianos siempre salieron a buscar nuevas oportunidades, también ha habido momentos de crisis en los que se ha producido una salida más numerosa. Todas las personas tienen derecho a salir, pero también a quedarse. Debemos  pensar que es posible crear más oportunidades para los caboverdianos aquí. Debemos tener un espíritu creativo que nos permita innovar en las políticas públicas para acelerar el ritmo de desarrollo del país. En un segundo momento, debemos analizar los impactos de esta salida en el tejido productivo, en las comunidades, en la educación o en el mercado de trabajo con el objetivo de tomar medidas que permitan la reposición de la mano de obra que se va. Y también tenemos que implementar políticas que nos permitan proteger y defender los intereses de los caboverdianos que están afuera para seguir siendo un país abierto al mundo.



¿Cómo defender sus intereses ante un Occidente que pone cada vez más trabas a las personas migrantes? 

La mejor forma de defender los intereses de los países africanos, repito, es desarrollarnos, crear oportunidades aquí. El respeto por los derechos de las personas en Estados Unidos, en Europa o en cualquier otra parte del mundo no pasa por las súplicas, sino por el desarrollo del sur global y la creación de condiciones para poder negociar propuestas de cooperación en una perspectiva en la que ganemos todos. Debemos tener más solidaridad humana, escuchar más los llamamientos del papa Francisco respecto a las migraciones [la entrevista tuvo lugar antes del fallecimiento del Papa] y hacer nuestro trabajo en casa. 



Con independencia del trabajo que tienen que realizar los Gobiernos africanos, ¿considera que Occidente es egoísta en este tema?

Lo que yo digo es que todos los estados defienden sus intereses. África debe despertarse para la defensa de los suyos. Es solo eso. Yo creo que los caboverdianos no deben estar ni a favor ni en contra de Occidente. África debe cooperar con Occidente, que es un espacio mucho más desarrollado, tiene determinados valores de libertad, de democracia, de derechos humanos que nosotros también debemos compartir. Creo que el gran desafío es la descolonización. Se cerró la descolonización política hace 60 años, pero ahora necesitamos la descolonización mental. La descolonización no es solo una, la del colonizado, también es del colonizador, y ese es el trabajo que tenemos que hacer juntos. El colonizador necesita liberarse, porque mientras no lo haga, la idea de la colonización centrada en la violencia y en la supremacía racial continúa. Necesitamos un mundo diferente, un mundo mejor. Es una utopía, claro, pero todos los cambios se centran en una imagen del futuro. Y podemos imaginar ese futuro, que puede ser a largo plazo. 



¿Y qué hay que hacer a corto plazo?

Un camino para el desarrollo, para el crecimiento de nuestros países, al mismo tiempo que negociamos con el mundo desarrollado formas de cooperación que lleven a beneficios mutuos y que permitan una humanización de esas relaciones.   

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