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La estabilidad política facilita el crecimiento económico del país


Desde 1975, Cabo Verde ha realizado un tránsito marcado por profundas transformaciones estructurales. Cinco décadas después, el archipiélago se posiciona como una de las economías más estables de África occidental, sustentada en el turismo, la inversión extranjera y las remesas.



Por André Amaral desde Praia.



En el momento de la independencia, el 5 de julio de 1975, Cabo Verde presentaba una estructura económica rudimentaria. La agricultura de subsistencia, limitada por condiciones climáticas adversas y suelos poco fértiles, no garantizaba la autosuficiencia alimentaria. Según el Banco Mundial (BM), el PIB per cápita rondaba los 190 dólares.

El Gobierno caboverdiano adoptó un modelo de economía planificada, centrado en el papel del estado. El I Plan Nacional de Desarrollo (1982-1985) se centró en la creación de infraestructuras, la formación de recursos humanos y el fortalecimiento de los servicios sociales. La ayuda pública al desarrollo, principalmente de socios europeos y organismos multilaterales, fue esencial. Entre 1975 y 1985, el crecimiento medio anual del PIB fue de cerca de un 5 % y la inflación bajó de valores superiores al 19 % a menos del 8 %.



Hacia una economía de mercado

A partir de mediados de los años 80, Cabo Verde inició la transición hacia una economía de mercado, en paralelo con la apertura política y la llegada del multipartidismo en 1991. Las reformas liberalizadoras iniciadas con la apertura política incluyeron la privatización de empresas públicas, la apertura a la inversión extranjera y la liberalización de precios.

En los 90, el turismo emergió como un sector estratégico. La construcción de hoteles en las islas de Sal y Boa Vista impulsó la entrada de visitantes, que superaron los 100 000 en el año 2000. Las remesas de la diáspora (ver pp. 18-23), con fuerte presencia en Portugal, Francia y Estados Unidos, se consolidaron como una fuente clave de ­divisas.

Los datos del BM indican un crecimiento medio del 6,8 % en la última década del siglo pasado. Desde la entrada en vigor del euro, el escudo caboverdiano tiene una tasa fija de cambio, lo que asegura estabilidad a la moneda.

Un grupo de bañistas en la playa de Tarrafal, en la isla de Santiago. En la imagen superior dos jóvenes vuelven de comprar en el mercado por una calle del centro de Praia. Fotografías: Javier Sánchez Salcedo



Entre 2000 y 2008, el crecimiento se mantuvo robusto, con medias anuales superiores al 6 %. La economía se benefició de la expansión del turismo, el aumento de las remesas (20 % del PIB) y los flujos de capital externo. En 2008, Cabo Verde se convirtió en miembro de la Organización Mundial del ­Comercio.

El Gobierno continuó con reformas estructurales e invirtiendo en renovables, transporte e infraestructuras. Las reservas de divisas cubrían más de tres meses de importaciones y el déficit presupuestario se redujo del 3,3 % al 1,5 % del PIB entre 2001 y 2004, según el Fondo Monetario Internacional (FMI).

La crisis financiera de 2008 afectó de forma negativa a la economía nacional. Las remesas y el turismo disminuyeron, lo que llevó a una desaceleración del crecimiento, que cayó a una media del 1,1 % entre 2009 y 2015. Aun así, la estabilidad política e institucional se mantuvieron y la inversión en energías renovables continuó atrayendo la atención internacional.

En 2011 se inauguró la central eólica interinsular, con la que Cabo Verde ha logrado que las energías renovables supongan un tercio del total del consumo en el país, una de las cuotas más elevadas del ­continente.

Entre 2016 y 2019, la economía del archipiélago experimentó una recuperación moderada. El crecimiento fue del 3,3 % anual, aunque en 2019 llegó al 5,7 %. Según el Instituto Nacional de Estadística, el PIB per cápita pasó de 3 387 euros en 2016 a 4 025 euros en 2019.

El turismo se consolidó como el principal motor de la economía, representando cerca del 25 % del PIB. La pobreza extrema se redujo, aunque persistieron desigualdades territoriales y vulnerabilidades estructurales.

El año 2020 marcó una caída abrupta. La pandemia provocó una contracción histórica del -14,8 % del PIB, con sectores como el turismo, el transporte y la restauración que registraron caídas superiores al 60 %, según el INE. El PIB per cápita bajó a 3 197 euros y la pobreza extrema subió al 13,1 %.

El Gobierno implementó políticas sociales, distribuyó subsidios y aprobó inyecciones de liquidez en las empresas. En ese contexto, Cabo Verde recibió apoyo financiero del FMI, el BM y la Unión Europea.

Una vendedora en el mercado municipal de Mindelo. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo




Recuperación y resiliencia

La recuperación fue más rápida de lo previsto. En 2021, la economía creció un 7 % y en 2022 un 6,7%. En 2023, se registró un crecimiento del 5,1 %. El déficit se redujo, las reservas de divisas se recuperaron y la inflación se mantuvo controlada.

Según el FMI, Cabo Verde alcanzó un superávit del 2 % en 2023, el más alto de las dos últimas décadas. La deuda pública bajó del 140 % al 112,2 % del PIB en 2020.

El primer ministro, Ulisses Correia y Silva, calificó la recuperación como «una prueba de resiliencia y confianza en las políticas públicas». Los sectores más dinámicos fueron el turismo, la construcción, el comercio y el transporte.

La pobreza volvió a descender hasta el 1 5% de la población y el desempleo bajó al 10,3 %. Las exportaciones de servicios aumentaron y la economía se diversificó con inversiones en tecnología, economía azul y agricultura resiliente.

Cabo Verde está implementando en la actualidad el Plan Estratégico de Desarrollo Sostenible II (PEDS II, 2022–2026), que busca erradicar la pobreza extrema para 2026, promover el empleo juvenil y reforzar la resiliencia climática.

El Gobierno firmó dos acuerdos con el FMI: el Servicio de Crédito Ampliado (2022) y el Servicio de Resiliencia y Sostenibilidad (2023), con el objetivo de reformar el sistema energético, mejorar la eficiencia presupuestaria y aumentar la productividad.

El sector de las energías renovables sigue siendo estratégico. El país pretende llegar  a lo largo de este año al 100 % de producción de energía limpia, con proyectos eólicos y solares financiados por socios como el Banco Africano de Desarrollo, el Banco Europeo de Inversiones y el Fondo Verde para el Clima.

Medio siglo después de su independencia, Cabo Verde ha emergido como una economía estable, resiliente y con potencial para desarrollarse de forma sostenible. El camino se ha recorrido a través de reformas, inversión en capital humano, asociaciones internacionales y el papel determinante de la diáspora.

A pesar de las limitaciones estructurales, el país ha demostrado una notable capacidad de adaptación frente a los choques externos, como la pandemia, y mantiene una trayectoria positiva de crecimiento. El futuro dependerá de la realización de reformas estructurales, la inclusión social y la diversificación económica.



Un país de renta media-alta

El pasado 26 de junio, el primer ministro, Ulisses Correia y Silva, anunció que el BM había revisado la clasificación de Cabo Verde de país de renta media a renta media-alta. «Este logro es fruto del arduo trabajo de nuestro pueblo, de la confianza de nuestros socios y de la visión estratégica que hemos venido implementando como Gobierno», destacó.

A pesar de la reclasificación, y siendo un pequeño estado insular en desarrollo con vulnerabilidades estructurales, el jefe del Gobierno recalcó que Cabo Verde seguirá teniendo acceso a financiación en condiciones favorables, en particular a través de la Asociación Internacional de Fomento: «Seguiremos trabajando con determinación para garantizar que esta transición se traduzca en más oportunidades, más justicia social y un futuro sostenible para todos los caboverdianos», afirmó el jefe del Gobierno.  

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