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Por Alicia Justo desde Las Palmas de Gran Canaria
Cuando hablamos de literatura europea nos solemos referir a la de países en concreto: literatura italiana, alemana… Sin embargo, no lo hacemos con la literatura africana. La literatura africana es la única que existe como concepto y, sin embargo, no existe en sí misma. Cuando hablamos de ella parece que nos referimos a una literatura global y esto es muy poco coherente, porque están las de Senegal, Camerún, Argelia, Kenia… Deberíamos hablar del campo literario de la literatura africana, que está gravemente fracturado por varias razones. En primer lugar, por las diferencias lingüísticas entre las literaturas anglófona, francófona, lusófona o hispanohablante, en el caso de Guinea Ecuatorial. La segunda fractura es la cultural entre el norte y África más allá del Sahara. Los autores de Argelia, Marruecos o Túnez escriben literatura africana, pero no tiene nada que ver con el resto. De hecho, si a algunos los denominamos africanos no van a estar de acuerdo. Esto ha dado lugar a lo que suelo llamar la diáspora blanca del África austral. En el sur del continente hay muchos autores blancos muy importantes que han nacido allí, en Sudáfrica, y esa es parte de su identidad, pero se sienten muy separados del resto del continente. A un autor sudafricano blanco nunca se le va a preguntar qué piensa de África, o por qué cree que África es así. Sus libros se conciben desde un punto de vista occidental y europeo.
Por supuesto, ya que no existe casi literatura en nuestras lenguas maternas. Esto es algo que mencionan autores como Cheikh Anta Diop o Ngũgĩ wa Thiong’o. El primero decía que la literatura africana en lenguas coloniales es una literatura de transición, que este período en el que la literatura africana se escribe en inglés, portugués o francés es un paréntesis histórico corto del que vamos a salir y que, cuando lo hagamos, los africanos empezarán a escribir en sus lenguas. Ese momento va a llegar y ahí será cuando se cree la verdadera literatura africana.
Sí, igual que se hace en el resto del mundo. En África tenemos literatura sudafricana, maliense, senegalesa y, de vez en cuando, con cierto objetivo de crear una comunidad, podríamos hablar de literatura africana, pero no como una literatura que comparta una esencia común, sino que surja desde el punto de vista de la vida del continente.
Había autores que querían escribir en sus lenguas y que lo hicieron, como Bakary Diallo, un senegalés que, en los 60, también publicó la primera novela en francés en África. Pero, antes de eso, él y otros autores ya habían publicado en wolof o en pular. Si se quería publicar algo se iba a una editorial, que nos recomendaba publicar en inglés o en francés. Si los autores manifestaban su deseo de hacerlo en wolof o en pular, la editorial les decía que si se les había ido la cabeza y que no se podía publicar en esos idiomas porque nadie iba a querer leer esos libros. Los autores tenían que resignarse y publicar en francés. Existían la voluntad y la capacidad por parte de los autores, pero no la posibilidad editorial. Tampoco podemos olvidar que a partir del siglo XVIII se empezó a escribir literatura africana con caracteres árabes, sobre todo poesía o algunos ensayos de teología islámica. También hubo literatura africana escrita con caracteres latinos. Sí, había literatura africana antes de la colonización.
Siempre he pensado que debía escribir en mi lengua, o por lo menos era consciente de la anomalía de escribir solo en francés. En casa, mi padre tenía una gran biblioteca. De pequeño era muy tímido y no tenía mucha vida social, por lo que me quedaba aislado. Este vacío social me hizo adentrarme en la literatura. Me pasaba todo el día leyendo. Después, por la noche, mi madre nos contaba historias y cuentos. Me encantaba escucharla porque quería revivir lo que ella estaba narrando. Desde muy niño descubrí la fuerza de los signos a través de los libros que leía en francés y, por otra parte, la fuerza de la palabra oral a través de los cuentos en wolof de mi madre. Creo que siempre estuve predestinado a escribir en estas dos lenguas y así lo sentí. Cuando solo escribía en francés sentía que algo no iba bien. En francés podía captar y expresar sentimientos, pero no tanto como con los cuentos. Al mismo tiempo, creía que no sería capaz de escribir en mi lengua materna. Ese es el poder de la alienación colonial. Después tuvo lugar el genocidio en Ruanda y fui para allá. En ese momento descubrí la implicación directa que tuvo Francia en aquello. No estoy diciendo que Francia tuviera la culpa, sino que fue de la clase política ruandesa, que manipuló cuestiones étnicas y de identidad. Pero contaron con el apoyo de Francia. ¿Por qué lo hicieron? Básicamente para preservar la lengua francesa. Ruanda es un país francófono, una antigua colonia belga rodeada de países de habla inglesa: Uganda, Tanzania, Kenia o Etiopía. Así que Francia quiso preservar su papel en esa región del mundo y luchar para proteger su lengua. Por eso le dio apoyo diplomático y político a Ruanda. Después de esto tuve un dilema, porque como escritor ya usaba el francés con cierta reticencia: era el idioma de los colonizadores y, además, no era capaz de expresarme plenamente en francés ni de transmitir las emociones y las ideas como me habría gustado. Recordé a mi mentor, Cheikh Anta Diop. Al principio no me parecía fácil escribir en wolof. De hecho, en mi primera novela en este idioma, que tiene más de 300 páginas, me pasaba el tiempo verificando todo en los diccionarios, cada palabra, la ortografía… Tardé entre 30 y 50 días en esta tarea, pero después de esta primera etapa todo salió solo. Es un verdadero placer escribir en mi lengua materna.
En principio, no. Pero el criterio principal ahora mismo para escribir en una lengua o en otra es escuchar nuestro cuerpo, nuestra voluntad, nuestras ganas. ¿En qué lengua tengo ganas de escribir lo próximo? Si resulta que es el francés, genial, lo haré. Pero creo que nunca pasará porque me he acostumbrado al wolof y no lo puedo comparar con el francés.
No solo es que haya muchos autores que no escriben en su lengua materna en África, sino que hay muchísimos que piensan que no tiene sentido hacerlo. Yo, como parte de este grupo que sí escribimos en una lengua africana, soy consciente de que somos una minoría y ese es el poder de la alienación colonial. Hay muchos intelectuales occidentales que instauraron un discurso de marginación para esas lenguas y culturas. No quiero decir todos, pero hay intelectuales africanos que viven en Francia que han perdido la lengua africana. Pienso que es un proceso de deculturación, como indicaba Cheikh Anta Diop. Sin embargo, sigo siendo optimista. Hay que tomar más conciencia del problema, pero creo también que el progreso es siempre lento. En 30 o 40 años, en la literatura senegalesa abundarán los escritos en las lenguas del país y la literatura en francés existirá de manera residual.
Estuve dos años viviendo en México y me di cuenta de lo radical a nivel político que fue la colonización española, porque en México todo el mundo habla español. En el caso de Francia ocurrió todo lo contrario. El francés se reservó para la élite colonial, para los que tenían acceso a una educación en francés. Una consecuencia de esa colonización fue la creación del sistema educativo basado en la lengua francesa. La brecha entre la lengua de la educación y la sociedad era enorme, la proporción de personas que recibía esa formación era minoritaria. Por supuesto, había intelectuales que hablaban francés, pero es imposible que digan que es la lengua de su pueblo. No es una lengua africana. Como en todo proceso colonial, las potencias mundiales se apoyan en la población indígena para su propaganda, y esta propaganda también la han llevado a cabo algunos escritores intelectuales africanos en Senegal o en Costa de Marfil, por ejemplo, que han intentado difundir ese discurso. En México todo el mundo habla español, pero en Senegal muy pocos hablan francés. ¿Cómo vamos a decir que es la lengua de nuestro pueblo si nadie la habla? Quizás los extranjeros no se dan ni cuenta porque cuando van a Senegal conocen a intelectuales o a grupos muy concretos de personas, pero si yo hablo con mi familia en francés no me van a entender. Así que no, es un no rotundo. Es propaganda neocolonial que han difundido estos intelectuales vendidos que saben perfectamente que esta situación no es verdad y que pertenecen a una sociedad en la que no se habla francés, sobre todo en Senegal.
Hay algo que me preocupa y es la presencia de Occidente. Está claro que Francia controla los países francófonos como República Centroafricana, Malí, Burkina Faso, Níger o Senegal. Por ejemplo, el uranio de Níger supone un alto porcentaje de la electricidad en Francia, pero Francia ha perdido ese uranio. Digo esto porque creo que no se acuerdan de la importancia de África. Me da miedo que no reflexionen sobre todo esto que pueden perder y lo que han perdido ya. Corea, China o Japón son potencias a las que [Francia] no se va a acercar, por lo que lo único que queda es África. Por otra parte, Estados Unidos está intentando salir del bloque occidental y romper lazos con Occidente, que no tiene la capacidad militar suficiente para defenderse. África puede ser la presa de toda esta situación y me da bastante miedo.
No, porque creo que la lengua es un arma más peligrosa que las armas físicas. La lengua es la moneda de cambio y es mucho más peligrosa que los soldados. Retiraron las tropas muy rápido, pero allí sigue estando su lengua, su moneda, el poder económico. Saben que queda África para rato.
Hay países como Catar de los que no se habla mucho y del que se desconocen sus ambiciones con respecto a África. También está Turquía… En realidad, el único temor es que apoyen a Occidente y pasen por encima de África. Con respecto a Rusia, creo que en Occidente tienen que dejar de pensar que sus enemigos tienen que ser los enemigos de todo el mundo. Cuando África luchó por su liberación o contra el apartheid, Rusia y China estuvieron ahí apoyando. Francia, sin embargo, contribuyó al genocidio de Ruanda. La población tiene memoria. Esto no quiere decir que queramos caer en los brazos de cualquiera, pero nos cuesta tener la misma visión que Occidente. La diferencia entre Francia, Bélgica, Portugal, Inglaterra, Alemania, los Países Bajos y las potencias emergentes es que con estas últimas no tenemos un pasado común. China nunca colonizó ningún país africano y Rusia tampoco.
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