Publicado por Javier Fariñas Martín en |
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Botsuana sigue dando muestras de ser uno de los países africanos con mayor estabilidad política. A pesar de la pérdida de calidad democrática experimentada a lo largo de la última década, en la que ha pasado del segundo al quinto puesto en el Índice Mo Brahim, el traspaso de poder después de las últimas elecciones ha sido ejemplar, aunque el gran derrotado haya sido el Partido Democrático de Botsuana (BDP, por sus siglas en inglés), la formación que ha acaparado el poder desde la independencia del país en 1966. El nuevo presidente, Duma Boko, que ha encabezado la lista de la coalición Paraguas para el Cambio Democrático (UDC, por sus siglas en inglés), dijo en su toma de posesión que «solo puedo prometerle al pueblo que haré todo lo que esté en mi mano. Donde falle o vacile, buscaré su orientación».
Una de las áreas en las que tendrá que arremangarse será la económica. El país está técnicamente en quiebra, acumula su mayor deuda histórica con el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, y el precio de los diamantes –la principal exportación nacional– está a la baja. Todo hace suponer que algunas de sus primeras medidas tendrán que ver con el sector de las gemas y no parece casual la presencia del presidente de la multinacional De Beers, Al Cook, en la toma de posesión de Boko, sobre todo después de que el anterior Gobierno intentara renegociar en 2023 el acuerdo con la histórica marca, una de las principales empresas del sector (ver MN 690, p. 12). En marzo de ese año, llamaron la atención las palabras del anterior presidente, Mokgweetsi Masisi: «Estamos ante un gigante, pero queremos lo que es nuestro. […] Si las conversaciones se vuelven difíciles, diremos “no”». La negativa, por supuesto, era a mantener un vínculo que se extendía desde hacía más de medio siglo entre el país y la empresa. Un año y medio después, y con cambio en la presidencia de por medio, desde De Beers han deslizado que «seguiremos trabajando con el Gobierno de Botsuana en apoyo de los intereses compartidos». Otra de las vías abiertas del nuevo Ejecutivo es con otra de las grandes, HB Antwerp, con la que el anterior Gobierno buscó un acuerdo para que Botsuana entrara en su accionariado a cambio de 65 millones de dólares. Estos asuntos los deberá abordar el país en medio de una caída de la demanda de diamantes causada por la desaceleración económica global y la proliferación de las gemas sintéticas, de apariencia similar y menor coste, lo que obligará aún más al Gobierno a buscar vías para la diversificación de la economía. Boko ha prometido alcanzar un crecimiento de hasta el 10% del PIB durante su mandato.
El desempleo juvenil, la situación de los jubilados o la sanidad también van a poner a prueba las capacidades del nuevo Ejecutivo. El paro, que alcanza al 28 % de los botsuanos, es especialmente lacerante en el caso de los jóvenes, ya que casi la mitad de ellos no encuentra acomodo en el mercado laboral. Ante este reto, el programa de la UDC prometía la creación de 500 000 empleos en los próximos cinco años –según African Business, en el país solo 750 000 adultos tienen trabajo–. Los jubilados, que perciben una pensión de 830 pulas (57,51 euros), verán de inmediato cómo la mensualidad sube a 1 800 pulas (124,72 euros), según Boko, quien ha avanzado que otra de sus tareas prioritarias será la universalización de la sanidad pública. Estas promesas electorales le han servido al presidente saliente, Mokgweetsi Masisi, para dar un pellizco dialéctico a su sucesor: «Prometieron a la gente mucho dinero. Imagínate que estás desempleado y te dicen que la economía no va bien… Y entonces recibes esas promesas». El periódico digital Mmegi recogió las palabras del -expresidente, quien también reconoció que su campaña no había sido tan atractiva como la de la UDC.
A estos retos se añade la sensación entre los botsuanos de que la corrupción lo permea todo. De forma directa e indirecta, la última legislatura sirve de ejemplo de cómo la falta de honestidad de los gobernantes del país austral ha incidido tanto en los últimos comicios como en la fractura social. El expresidente Ian Khama dimitió en 2018 bajo graves sospechas de corrupción y de opacidad de su Gobierno, especialmente en acuerdos sobre tierras y minerales. Su sucesor, Mokgweetsi Masisi, lideró una investigación para conocer el paradero de 48 millones de dólares que podían haberse blanqueado en Sudáfrica. Este proceso, que provocó el autoexilio de Khama en Sudáfrica y Esuatini –del que ha regresado hace algunas semanas–, también supuso un cisma en las Fuerzas de Seguridad del Estado, que quedaron divididas entre los afines a ambos mandatarios. La persecución a Khama, jefe supremo de la tribu bamangwato, ha podido incluso tener un impacto directo en la votación, ya que esta comunidad es uno de los históricos graneros de votos del BDP.
Por su obvia falta de recorrido en el Gobierno, Boko no puede hacer más que una declaración de intenciones y algún nombramiento, como el de su vicepresidente, Ndaba Gaolathe, que también ha asumido Finanzas. De él ha dicho que «sabemos que no os engañará. Será honesto, recto y sincero».
El resto del Gobierno, que pasará de 24 a 18 ministerios, se va conociendo a cuentagotas, lo que ha provocado un intenso debate en Botsuana. Después de designar a los responsables de las primeras seis carteras –Vicepresidencia y Finanzas; Salud; Bienestar Infantil y Educación Básica; Tierras y Agricultura; Juventud y Género, y Asuntos Exteriores–, el presidente señaló que lo hacía de este modo para que la sociedad tuviera tiempo de analizar y criticar los nombramientos, una visión no compartida en el periódico The Botswana Gazette, donde interpretan que la medida esconde un intenso debate dentro de la coalición gubernamental para contentar con los nombramientos a todos los partidos que la conforman.
La labor del nuevo canciller botsuano, Phenyo Butale, también será revisada con lupa, especialmente en lo relativo a las relaciones con sus vecinos. Con Sudáfrica deberá replantearse las relaciones comerciales después de que el Gobierno de Masisi estableciera restricciones a las importaciones agrícolas sudafricanas para proteger el mercado local. En cuanto a Zimbabue, sobre la mesa está la posibilidad de regularizar a los miles de migrantes zimbabuenses que trabajan en el país.
El nuevo inquilino del palacio presidencial de Gaborone, un antiguo profesor de Derecho en la Universidad de Botsuana que ha alcanzado la presidencia al tercer intento, tras fracasar en los comicios de 2014 y 2019, deberá dar respuesta a estos y a otros retos. «Que se atrevan a soñar con un mañana mejor y caminemos juntos hacia él», dijo en su discurso inaugural. Ahora queda esperar que ese futuro llegue, porque ya no está en campaña.
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