Publicado por Sebastián Ruiz-Cabrera en |
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Ha llegado el día de que el poder negro nos inunde. Hoy se estrena Black Panther, una película sobre un superhéroe negro, sobre Wakanda, un reino ficticio africano, sobre la nación más avanzada tecnológicamente en el mundo gracias al descubrimiento del mineral «vibranio». Sin duda, esta película representará un hito impresionante en su redefinición de la estética africana dentro del espíritu cultural de la conciencia cinematográfica. Y sí, la representación, aquí, puede jugar a favor.
África, en la mente de muchas personas, sigue siendo un lugar sinónimo de pobreza extrema y niños demacrados. Sin embargo, la nación de Wakanda es una subversión consciente. Pero si la idea es radical ahora, espera. Piensa en los años sesenta, cuando el cómic llegó por primera vez a los kioscos. Los autores de Pantera Negra eran un par de tíos blancos llamados Stan Lee (escritor-editor/editor) y Jack Kirby (escritor/artista) quienes estaban en Marvel Comics. A finales de esta década, ambos simpatizaban con el movimiento por los derechos civiles, por lo que, a su vez, tuvieron la oportunidad de crear un personaje que encarnaba el tipo de heroísmo afro que nadie había visto antes en los cómics. Por cierto, la primera aparición de este superhéroe negro fue en el número 52 de los 4 Fantásticos: era un rey africano rico e inteligente. Y, algo interesante: nació antes de la creación oficial del Partido de los Panteras Negras, el 15 de octubre de 1966.
El Centro de Estudios Afroamericanos de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) afirmaba en su último estudio que, en las películas más taquilleras del año pasado, las personas afro representaban solo el 13,6% del total. Y esto se debe a que en los centros de poder donde se toman las decisiones (típicamente liderados por hombres blancos) no están motivados a compartir su cuota con hombres y mujeres negros, aunque se reservan esta carta para conectar, efectivamente, con las audiencias (2017, pág. 74). El informe hablaría de una instrumentalización del color de la piel. Y Black Panther es una prueba de ello porque, a ver, pensemos que se trata de una producción de Marvel, que pertenece al conglomerado de Disney y que en diciembre cerraba una cuerdo de compra con Fox. Es decir, que, si la agencia antimonopolio norteamericana da luz verde en unos meses, los seis grandes estudios de producción de Hollywood pasarían a ser cinco.
Debido a la historia de Disney y a su condición de multinacional en manos del gran capital (léase bancos y fondos de inversiones) parece evidente que una petición en la red change.org exija que el conglomerado invierta el 25 por ciento de sus ganancias en las comunidades negras. Ya veremos en qué queda la cosa. Pero mucho cuidado. La población negra estadounidense se sigue enfrentando a cuestiones como la gentrificación, la brutalidad policial y las condiciones de vida deficientes. Sin embargo, la maquinaria de Disney es probable que concentre el debate en otros lugares para desviar la atención sobre cómo estos conglomerados sacan provecho de la representación negra. Os presentamos algunas pistas para que no se te pasen por alto. Pero si quieres una lectura en profundidad sobre la película y el cómic en sí, te recomendamos este artículo de Susana Polo.
Oda al Afrofuturismo
Incluso si no has escuchado antes el término Afrofuturismo, es muy posible que hayas visto ejemplos. Fue acuñado por el crítico de cultura Mark Dery (por favor, no dejes de leer este artículo de la francobeninesa Mawna Yehouessi sobre él) en un ensayo de 1993, Black to the Future. Dery examinaba por qué había tan pocos escritores negros de ciencia ficción en ese momento, y por qué siempre se hablaba de ellos desde los márgenes. «¿Puede una comunidad cuyo pasado ha sido borrado deliberadamente, y cuyas energías han sido consumidas posteriormente por la búsqueda de huellas legibles de su historia, imaginar futuros posibles?». Este artículo de Wiriko hace un recorrido interesante sobre el concepto.
Ryan Coogler, el director de Black Panther, explica su propósito central para la noción de afrofuturismo: «Creo que las opiniones de África y la cultura africana, casi como resultado directo de la colonización, a menudo son muy limitadas en términos de tiempo. Se explora solo en ciertos períodos de tiempo. Y yo pienso que como el continente africano y la vida en ese continente es tan vieja eso es un terrible perjuicio para las personas que provienen de esas culturas». Black Panther cuestiona activamente los roles de raza y género en la sociedad.
Boko Haram
Es sutil. Es una escena breve. Es de noche. Selva. Presenciamos un secuestro de niñas entre las que va camuflada Nakia (interpretada por la oscarizada Lupita Nyong’o). No hay que hilar muy fino para leer entre líneas que se trata de una referencia (quizás algo torpe) de uno de los crímenes más mediáticos del grupo yihadista Boko Haram: el secuestro de las 276 niñas de Chibok, en el noreste de Nigeria.
Las reminiscencias a Malcom X
Todos aquellos conocedores de la historia de Malcom X verán una evidente representación de este activista negro estadounidense en el personaje de Erik (interpretado por el californiano Michael B. Jordan). Su historia fascina. Nació del romance de una madre afroamericana y del hermano del Rey T’Challa. Su propensión a la violencia es moralista y está furioso con los wakandans por dejar a los estadounidenses negros sufrir a causa de la esclavitud y sus efectos prolongados cuando pudieron haber intervenido debido a la superioridad de Wakanda.
Erik combate el fuego con fuego y grabará en el espectador discursos radicales que a más de uno incomodarán, pero que a otros –algo premeditado desde los productores– dotará de viejas herramientas discursivas del Black Power: «La muerte es mejor que la sumisión. Todo el poder para los negros». Visibilizar una nación negra con el poder de aquietar las mandíbulas de la máquina racista y capitalista.
El robo de la cultura con los Museos
Londres. Museo de Gran Bretaña. Una escena que cuestiona el papel que han tenido los museos en Europa para con las artes y culturas africanas. «¿Cómo crees que tus antepasados obtuvieron esto?», le pregunta Erik a la responsable de conservación del edificio. Ella luce espigada un relato de superioridad hasta que es consciente que sus argumentos se desbocan por un precipicio. Erik la desarma. Este diálogo postcolonial es mordaz y políticamente relevante ya que ve a los blancos como «colonizadores» en la película. En esta escena también, y para los profanos en las historia antigua de África, se sorprenderán de la puntualización a los grande imperios africanos en África occidental.
El poder femenino
La representación de las mujeres en esta película está por todas partes. El hierro que afila al hierro. Este elenco solo hace mejorar al filme y cuestionar incluso el poder del propio superhéroe protegido por un ejército de guerreras temidas por su fuerza «Dore Milaje» y liderado por Okoye (Danai Gurira). Por supuesto, Shuri (Letitia Wright), la hermana del propio T’Challa, una brillante científica que desarrolla armamento de última generación, tendrá un papel predominante. ¿Heredará Shuri el trono, quizás en una segunda parte?
El final incisivo
Una bofetada. Así que si después del empacho visual de colores, cascadas, montañas nevadas y jinetes por praderas de ensueño (alusión a Lesotho), ropas, y guiños constantes a la perspectiva afrocéntrica, espera, porque recibirás alguna bofetada más. La película tiene dos epílogos, así que no te levantes de la silla antes de tiempo. A cada cual mejor. Más incisivo. Y con un mensaje claro sobre las políticas migratorias de los gobiernos.
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