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Por Mohamed Ahmed Al-Kasalawi desde Kassala (Sudán)
El 15 de diciembre de 2023 las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés) conquistaban la ciudad de Wad Medani, capital del estado de Al-Yazira, granero del país. Parecía que las fuerzas comandadas por Mohamed Hamdam Dagalo, Hameidti, conquistarían el resto del país. De hecho, miles de sudaneses se afanaron por dejar su nación ante el terror de ver a sus hijas en manos de soldados de las RSF o sus hogares y lugares de refugio ocupados por ellos.
Pero el 5 de octubre de 2024, el Ejército sudanés (SAF, por sus siglas en inglés) consiguió conquistar la región Jebel Moya, enclave que conectaba los movimientos de armas y tropas de las RSF de este a oeste del país. Hameidti acusó al Ejército egipcio de haber apoyado al SAF. A la caída de este nudo estratégico siguieron las reconquistas de Singa, Sennar y Wad Medani para alegría de los habitantes que habían resistido en ellas. El avance del Ejército ha continuado y parece estar a punto de reconquistar las tres ciudades del estado de Jartum: Bahri, Omdurman y la capital.
La población local y la comunidad internacional han comprendido que el discurso de las RSF eran palabras huecas. El discurso de Hameidti insistía en que, con su postura, pretendía facilitar la transición a un gobierno civil democrático y poner fin a la dictadura del movimiento islámico encarnada en el régimen de Omar Hassan al Bashir (1989-2019) y revivida, según indicaba, por el Gobierno de Abdelfatah al-Burhan, líder del SAF y presidente del Consejo Soberano. El terror suscitado por la llegada del líder de las RSF, las operaciones de genocidio documentadas por diferentes instituciones internacionales, las innumerables violaciones de mujeres, asesinatos arbitrarios y saqueos de propiedades civiles han hecho volar toda brizna de credibilidad.
Carentes de apoyo popular y de capacidad y visión para organizar una administración local, las RSF han perdido unidad y se han dividido entre los diferentes grupos de mercenarios, que no tenían otra motivación que el botín que pudieran obtener.
El pasado 8 de febrero, Al-Burhan, tras mantener diversas reuniones con representantes de la sociedad civil y las fuerzas políticas en Port Sudan, anunció la hoja de ruta para una nueva transición hacia la celebración de elecciones democráticas. En su discurso, el presidente del Consejo Soberano anunció la reforma del texto constitucional de transición, la formación de un gobierno de tecnócratas y la intención de dejar fuera de este paisaje tanto al Partido del Congreso Nacional, Al Bashir, como a los miembros de la plataforma civil Taqaddum, liderada por el primer ministro designado en 2019 para coordinar el Gobierno que siguió a la revolución popular que derrocó a Al Bashir en 2019.
Taqaddum había aglutinado a una serie de partidos y asociaciones civiles que proponían una salida negociada al conflicto y afirmaban sostener una posición neutral entre los dos bandos. Pero su relación con las RSF ha sido siempre muy ambigua. Parte de los miembros de la plataforma se han ido desengañando sobre las verdaderas intenciones de esta milicia, pues no parece coherente hablar de transición a un gobierno democrático mientras se practica el saqueo, la violencia de género, el secuestro de jóvenes que no aceptan unirse a sus fuerzas y el genocidio de determinados grupos étnicos. Esta plataforma se ha dividido y parte de la misma anunciará la formación de un gobierno civil en las zonas controladas por las RSF.
Otro factor fundamental para entender el cambio de tendencia en la guerra ha sido la integración de diferentes milicias en el SAF: el Movimiento por la Igualdad y la Justicia –liderado por miembros del subgrupo kobe, de la tribu zaghawa, originaria de Darfur y el este de Chad–, varias facciones del Movimiento por la Liberación de Sudán –con miembros de las tribus darfuríes fur, zaghawa y masalit–, las Fuerzas de Defensa del Tigray, las Fuerzas del Escudo de Sudán –dirigidas por Abu Agla Keikel, de la tribu rufaai, de la región de Butana– o el batallón Al-Baraa ibn Malik, de inspiración islamista. Todas estas fuerzas reclamarán su parte de poder o recompensa por los servicios prestados, por lo que cabe preguntarse si Al-Burhan será capaz de formar un ejecutivo con tecnócratas o cederá a las presiones de los diferentes grupos que lo apoyan.
Los miembros de algunos de estas milicias no tienen disciplina militar y han cometido crímenes parecidos a los de las RSF movidos, en varias ocasiones, por el deseo de venganza. ¿Será capaz Al-Burhan o el nuevo Gobierno de transición de establecer mecanismos de rendición de cuentas y justicia que protejan los derechos de los ciudadanos con independencia del color de los soldados que los quebranten?
El pasado 24 de enero, el senador estadounidense Chris Van Hollen, basándose en el análisis de informes recientes, denunció que los Emiratos Árabes Unidos (EAU) continúan proporcionando armas a las RSF, a pesar de las garantías ofrecidas a EE. UU., por lo que ha presentado una resolución conjunta de desaprobación a la propuesta de venta de armas por 1 200 millones de dólares de la Administración americana a los EAU.
Ante las evidencias del uso de componentes tecnológicos franceses en armamento suministrado por los EAU y empleado por las RSF, una comisión del Parlamento Europeo planteó el pasado 27 de enero las siguientes preguntas: «¿Puede la Comisión aclarar su evaluación del papel de los EAU en este conflicto? ¿Qué esfuerzos diplomáticos está realizando la Comisión para abordar y disuadir cualquier apoyo de los Emiratos a los grupos armados en Sudán? ¿Está dispuesta la Comisión a considerar la posibilidad de aplicar sanciones u otras medidas políticas contra cualquier persona o entidad dentro de los EAU que sea considerada cómplice de apoyar a los grupos armados sudaneses responsables de abusos documentados?».
El horizonte sudanés está lleno de preguntas. Las respuestas que se den lo moldearán de una manera u otra.
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