Publicado por Gonzalo Gómez en |
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A finales de 2023, la Feria del Libro de Madrid anunció una asociación con las 72 Horas del Libro de Conakry (Guinea) (ver MN, 624, pp. 30-35) para montar una caseta que, bajo el nombre «Libros de África», ofrecería al público «la oportunidad de conocer las obras y las editoriales que publican la literatura africana», más allá de las que llevan a la Feria los editores y libreros presentes en el evento. Su directora, Eva Orúe, nos explicó que la propuesta había surgido de los organizadores de Conakry, quienes querían invitar a autores de otros países. «Para nosotros es interesante porque supone abrir una ventana a un sitio al que normalmente no hemos mirado, a pesar de que cada vez se publican más libros africanos en España» decía Orúe. El anuncio y la falta de concreción sobre lo que se iba a hacer permitían que la imaginación volase. ¿Traerán las ediciones africanas o traducirán algunas? ¿Les acompañarán autores o editores? «Ellos se encargarán de traer los libros y alguien atenderá al público en español –añadía la directora–. Les hemos insistido en que no somos una feria profesional del libro, sino una comercial y popular». Poco más se sabía. Había que esperar a conocer la propuesta en vivo.
Y llegó junio, con las casetas del Retiro montadas en esos días en los que la lluvia y el sol achicharrante amenazan, a partes iguales, a público y libreros. La primera impresión fue algo desalentadora. Más que literatura africana, lo que el estand prometido ofrecía eran guías de viaje de Guinea y otros libros turísticos e institucionales. Allí estaba Sansy Kaba Diakité (en la imagen), director de la editorial L’Harmattan, de Guinea, y de las 72 Horas del Libro, evento equivalente al que transcurría esos días en la ciudad madrileña. Concertamos una entrevista con él, quien enseguida reveló las razones de su presencia en España. «Uagadugú es la capital africana del cine, Bamako de la fotografía, Dakar es la capital africana de las artes contemporáneas, lo mismo con Abiyán para la música… Nosotros queremos crear una bienal africana del libro en Conakry –nos dijo–. La idea surgió en 2017, cuando fuimos elegidos por la UNESCO Capital Mundial del Libro durante un año. Por eso estamos aquí, en Madrid, que fue la primera capital del libro. Buscamos apoyos, fundaciones y expertos que nos ayuden a que Conakry se convierta en la plataforma del libro en África. Queremos ser la referencia en creatividad, traducción y educación en relación con los oficios de la escritura y el libro».
Influido por su padre, un profesor que tras jubilarse abrió una librería en Kankan, su ciudad natal, y una biblioteca en su escuela secundaria, Diakité creció rodeado de libros: «Él me enseñó a amarlos. De pequeño tuve el placer de leer». Su gusto por la lectura le llevó a crear una asociación en la universidad para compartir sus lecturas y, más tarde, a fundar su propia editorial tras sus estudios en Francia.
Las 72 Horas del Libro se celebran cada año a partir del 23 de abril en coincidencia con el Día Mundial del Libro. El nombramiento de la UNESCO en 2017 fue un hito, tanto para la feria como para la cultura del país. «Tuvo un impacto extraordinario. Aprovechamos para hacer un diagnóstico del estado del libro y surgió la idea de la bienal», explica. «Además, participamos en todas las grandes ferias y salones del libro del mundo, desde Fráncfort a Los Ángeles y, de ahí, a Yibuti», añadió.
Uno de los retos del libro en África es la distribución. El editor destaca las barreras geográficas e idiomáticas. «Los libros publicados en Guinea no llegan a Nigeria o Burkina Faso», dijo. La bienal ayudará a solucionar ese obstáculo al crear un espacio que fomente vínculos y facilite la traducción y distribución de libros apoyados por tecnologías como las imprentas digitales. «Hoy en día no necesitamos transportar tanto. Un libro publicado en Nigeria se puede imprimir en Guinea pagando los derechos de autor y al editor. Son técnicas que estamos desarrollando a través de la Red Africana de Editores (APNET, por sus siglas en inglés)».
Kaba Diakité trabaja para involucrar a todos los países africanos y a organizaciones como la Unión Internacional de Editores o la Unión Internacional de Libreros. La búsqueda de socios y apoyos es vital para el éxito del proyecto, y de ahí su paso por Madrid, que espera repetir los próximos años con más recursos y haciendo más justicia al nombre de la caseta. Quizá en el futuro, no solo la colaboración entre ferias sea más próspera, sino que sirva también para colaborar en la transformación de la industria editorial africana. Un cambio que ayudaría a compartir, más y más, el placer de la lectura.
A finales de 2023, la Feria del Libro de Madrid anunció una asociación con las 72 Horas del Libro de Conakry (Guinea) (ver MN, 624, pp. 30-35) para montar una caseta que, bajo el nombre «Libros de África», ofrecería al público «la oportunidad de conocer las obras y las editoriales que publican la literatura africana», más allá de las que llevan a la Feria los editores y libreros presentes en el evento. Su directora, Eva Orúe, nos explicó que la propuesta había surgido de los organizadores de Conakry, quienes querían invitar a autores de otros países. «Para nosotros es interesante porque supone abrir una ventana a un sitio al que normalmente no hemos mirado, a pesar de que cada vez se publican más libros africanos en España» decía Orúe. El anuncio y la falta de concreción sobre lo que se iba a hacer permitían que la imaginación volase. ¿Traerán las ediciones africanas o traducirán algunas? ¿Les acompañarán autores o editores? «Ellos se encargarán de traer los libros y alguien atenderá al público en español –añadía la directora–. Les hemos insistido en que no somos una feria profesional del libro, sino una comercial y popular». Poco más se sabía. Había que esperar a conocer la propuesta en vivo.
Y llegó junio, con las casetas del Retiro montadas en esos días en los que la lluvia y el sol achicharrante amenazan, a partes iguales, a público y libreros. La primera impresión fue algo desalentadora. Más que literatura africana, lo que el estand prometido ofrecía eran guías de viaje de Guinea y otros libros turísticos e institucionales. Allí estaba Sansy Kaba Diakité (en la imagen), director de la editorial L’Harmattan, de Guinea, y de las 72 Horas del Libro, evento equivalente al que transcurría esos días en la ciudad madrileña. Concertamos una entrevista con él, quien enseguida reveló las razones de su presencia en España. «Uagadugú es la capital africana del cine, Bamako de la fotografía, Dakar es la capital africana de las artes contemporáneas, lo mismo con Abiyán para la música… Nosotros queremos crear una bienal africana del libro en Conakry –nos dijo–. La idea surgió en 2017, cuando fuimos elegidos por la UNESCO Capital Mundial del Libro durante un año. Por eso estamos aquí, en Madrid, que fue la primera capital del libro. Buscamos apoyos, fundaciones y expertos que nos ayuden a que Conakry se convierta en la plataforma del libro en África. Queremos ser la referencia en creatividad, traducción y educación en relación con los oficios de la escritura y el libro».
Influido por su padre, un profesor que tras jubilarse abrió una librería en Kankan, su ciudad natal, y una biblioteca en su escuela secundaria, Diakité creció rodeado de libros: «Él me enseñó a amarlos. De pequeño tuve el placer de leer». Su gusto por la lectura le llevó a crear una asociación en la universidad para compartir sus lecturas y, más tarde, a fundar su propia editorial tras sus estudios en Francia.
Las 72 Horas del Libro se celebran cada año a partir del 23 de abril en coincidencia con el Día Mundial del Libro. El nombramiento de la UNESCO en 2017 fue un hito, tanto para la feria como para la cultura del país. «Tuvo un impacto extraordinario. Aprovechamos para hacer un diagnóstico del estado del libro y surgió la idea de la bienal», explica. «Además, participamos en todas las grandes ferias y salones del libro del mundo, desde Fráncfort a Los Ángeles y, de ahí, a Yibuti», añadió.
Uno de los retos del libro en África es la distribución. El editor destaca las barreras geográficas e idiomáticas. «Los libros publicados en Guinea no llegan a Nigeria o Burkina Faso», dijo. La bienal ayudará a solucionar ese obstáculo al crear un espacio que fomente vínculos y facilite la traducción y distribución de libros apoyados por tecnologías como las imprentas digitales. «Hoy en día no necesitamos transportar tanto. Un libro publicado en Nigeria se puede imprimir en Guinea pagando los derechos de autor y al editor. Son técnicas que estamos desarrollando a través de la Red Africana de Editores (APNET, por sus siglas en inglés)».
Kaba Diakité trabaja para involucrar a todos los países africanos y a organizaciones como la Unión Internacional de Editores o la Unión Internacional de Libreros. La búsqueda de socios y apoyos es vital para el éxito del proyecto, y de ahí su paso por Madrid, que espera repetir los próximos años con más recursos y haciendo más justicia al nombre de la caseta. Quizá en el futuro, no solo la colaboración entre ferias sea más próspera, sino que sirva también para colaborar en la transformación de la industria editorial africana. Un cambio que ayudaría a compartir, más y más, el placer de la lectura.
Fotografía: Gonzalo Gómez/MN
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