El año de las reparaciones

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Fue en 1995. Con la caída del apartheid y el inicio de la transición democrática se creó en Sudáfrica la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (TRC, por sus siglas en inglés). Encabezada por el arzobispo Desmond Tutu, nobel de la Paz, la Comisión tenía como objetivo crear un registro de los abusos graves cometidos contra la población negra durante el régimen racista, así como construir una memoria colectiva sobre un pasado marcado por profundas heridas raciales.

La TRC redefinió el enfoque global de las comisiones de la verdad al enfrentar las secuelas del pasado mediante procesos centrados en el perdón, la reconciliación y la reparación del daño. Más de 21 000 personas presentaron sus testimonios ante la Comisión, poniendo fin a décadas de silenciamiento forzado. Como resultado, la TRC se convirtió en un referente mundial en justicia transicional y demostró que es posible afrontar crímenes históricos desde una perspectiva basada en la verdad de las víctimas.

Su legado ha sido fundamental para inspirar procesos de reparación por los siglos de esclavización, trata transatlántica, colonización y opresión sistemática de las personas de ascendencia africana. Un ejemplo de ello es la decisión de la Unión Africana de designar 2025 como el Año de las Reparaciones, bajo el lema: «Justicia para los africanos y los afrodescendientes mediante reparaciones». Esta iniciativa busca articular un frente común desde el continente y su diáspora, para exigir a las antiguas potencias coloniales la compensación por las atrocidades cometidas a lo largo de generaciones. 

El Año de las Reparaciones se fundamenta, en gran parte, en las lecciones que dejó la transición de Sudáfrica hacia una «nación arcoíris», concepto acuñado por Tutu para referirse a la visión de un país diverso, unido y reconciliado. Pero también pretende evitar los errores cometidos durante ese proceso. Es un hecho reconocido por la comunidad internacional que, aunque la TRC facilitó la construcción de una memoria histórica sobre el régimen del apartheid, no abordó adecuadamente las disparidades económicas heredadas del sistema segregacionista. Como consecuencia de ello, las profundas desigualdades sociales y financieras entre los grupos raciales siguen siendo una realidad en el país.

Por este motivo, la justicia reparadora no puede limitarse a la revelación de la verdad ni al reconocimiento simbólico del sufrimiento. En esta línea, el documento marco del Año de las Reparaciones señala que la sanación de las cicatrices provocadas por la esclavitud, la colonización y el apartheid exige transformaciones estructurales que mejoren las condiciones materiales de vida de los africanos y afrodescendientes. ¿Cómo podrían, si no, las sociedades africanas y las comunidades negras en la diáspora mirar hacia el futuro, cuando la desigualdad actual les impide vivir con dignidad? ¿Es posible sanar colectivamente mientras se sobrevive en un empobrecimiento fruto de siglos de expolio y exclusión?

En efecto, los agravios que deben abordarse a través de las reparaciones no pertenecen únicamente al pasado, sino que se manifiestan en las estructuras del presente. Por ello, no basta con reconocer lo ocurrido ni perdonar a quienes se beneficiaron de siglos de opresión. Es urgente transformar las condiciones actuales que siguen negando a millones de personas africanas y afrodescendientes la posibilidad de vivir con pleno acceso a sus derechos fundamentales en un contexto global marcado por la profundización de las desigualdades. Así, el año 2025 nos brinda un marco poderoso desde el cual sembrar las bases para la reparación integral que la historia reclama.


Un grupo de personas visita una de las mazmorras del Castillo de Cape Coast (Ghana), que fue uno de los centros más grandes de comercio de esclavos en África Occidental. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo


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