Publicado por Carla Fibla García-Sala en |
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«Los militares necesitan proteger la seguridad del país como proclama la Declaración Constitucional», ha asegurado Abdel Fattah al-Burhan, el militar que compartía el poder en el Consejo de Soberanía desde la caída de Omar al Bashir (abril de 2019). Sin una sola alusión a que los militares también formaban parte del Gobierno de transición que han decidido disolver, Al- Burhan ha declarado el Estado de emergencia en todo el país porque «el equilibrio de poder entre los líderes civiles y militares se ha convertido en una batalla que amenaza la paz y seguridad del país».
Además del fin del Gobierno de transición y del Consejo de Soberanía, ha anunciado la suspensión de los gobernadores estatales. De esta forma, tras agradecer en varias ocasiones la intervención de las Fuerzas Armadas y de las Fuerzas de Apoyo Rápido, se ha apropiado de la revolución de diciembre de 2018, asegurando que solo el Ejército será capaz de realizar unas «elecciones justas y libres».
Mientras Al-Burhan se dirigía a la nación, miles de sudaneses ocupaban las calles de diferentes puntos de la capital para mostrar su rabia y descontento ante el golpe de Estado. Desde la oficina del Primer Ministro se instaba a través de un comunicado a que «los sudaneses protesten mediante todas las formas pacíficas … para recuperar su revolución de los ladrones». Y la Asociación de Profesionales Sudaneses, un organismo clave durante la revolución, hacía un llamamiento a la huelga general y la desobediencia civil. En las primeras horas de las protestas se registraron 20 heridos, según fuentes médicas.
En torno a las cinco de la mañana de este lunes, 25 de octubre, soldados no identificados han accedido al Palacio Presidencial y puesto bajo arresto domiciliario a Abdallah Hamdok, el primer ministro que lidera la transición democrática en el país desde que en 2019 las manifestaciones terminaran con la dictadura de Omar al Bashir. Las primeras eran informaciones confusas que provenían de filtraciones pero, como apuntan a MUNDO NEGRO fuentes conocedoras de la realidad del país que prefieren no revelar su identidad, «el signo del cambio de dirección quedó claro cuando el jueves de la semana pasada los manifestantes de la llamada Plataforma para el Cambio, que apoyan a los militares próximos al antiguo régimen, pagó a manifestantes para que acudieran a la zona del Palacio Presidencial e hicieran una sentada». La diferencia con los manifestantes partidarios de la revolución es que el Ejército no impidió que se quedaran en la zona, no estableció las habituales barricadas ni usó los gases lacrimógenos con los que suelen disolver las muestras populares de descontento. La misma fuente apunta que las personas que supuestamente han pedido desde la calle la caída del actual Gobierno de transición «fueron pagadas para que permanecieran en la zona del Palacio Presidencial», porque «no existe un apoyo popular real» a la Plataforma para el Cambio.
Junto a Hamdok, según informa la BBC desde Jartum, habrían sido detenidos otros cuatro miembros civiles del Gobierno –los ministros de Industria, Ibrahim al- Sheij, y de Información, Hamza Baloul; Mohamed al-Fiky, miembro del Consejo de Soberanía y Faisal Mohamed Saleh, asesor de Comunicación del primer ministro– en una maniobra que los militares golpistas habrían preparado desde hace días, incitando a la población a reaccionar y exigir mejoras en las condiciones de vida que, dos años y medio después de la caída de Al Bashir, no se han alcanzado. Desde la página de Facebook del Ministerio de Información se asegura que las detenciones fueron ejecutadas por «fuerzas militares conjuntas» y que los detenidos se encuentran en «un lugar no identificado». También explican que Hamdok se negó a apoyar el golpe y que «pide a la población que continúe con las protestas pacíficas para defender la revolución».
La reacción de los llamados Jóvenes de la Revolución, una generación que se preparó pacientemente durante meses para ejecutar una estrategia con la que no pudo ni el antiguo dictador ni el régimen que le apoyaba, y que tuvo que someterse y demostrar que estaba dispuesto a participar en una transición que llevara al país a una verdadera democracia, concentra todas las miradas en estos momentos. A punto de cumplirse el plazo en el que en el Consejo de Soberanía –compuesto por militares y civiles para vigilar el desarrollo de la transición en el país– debería pasar el poder de los militares a los civiles, todo ha quedado frustrado por la imposición de un nuevo cambio.
Los testimonios de residentes en Jartum apuntan que Internet ha sido bloqueado, aunque se han logrado enviar imágenes en las redes sociales de grupos de personas enfadadas y desconcertadas, quemando neumáticos en las calles. El Ejército y fuerzas paramilitares han tomado el control de la sede de la radiotelevisión estatal y cortado los puentes sobre el Nilo para controlar la movilidad entre las zonas de la capital. Además, el aeropuerto ha sido cerrado y los vuelos internacionales suspendidos.
Los intentos de asonadas se han sucedido en Sudán desde el pasado mes de septiembre, amenazando un proceso que debía concluir en un año con las primeras elecciones democráticas en décadas. La tensión fue aumentando con las medidas económicas tomadas por el Gobierno de Hamdok para volver a situar al país en el escenario internacional, lo que generó manifestaciones en las calles para que el Ejército retomara el poder. Aún así, los grupos prodemocráticos permanecieron alerta y acusaron a fuerzas vinculadas con el antiguo régimen de estar detrás de las «supuestas protestas civiles».
EE.UU ha sido uno de los países que con mayor celeridad ha reaccionado a los acontecimientos en Sudán. Jeffrey Feltman, enviado especial en el Cuerno de África, ha manifestado su «alarma profunda». También desde la Liga de los Países Árabes han manifestado su «profunda preocupación» por el aparente golpe militar que está viviendo el país. Ahmed Aboul Gheit, secretario general de la institución, ha pedido a todas las partes que «acaten completamente» la declaración constitucional firmada en agosto de 2019, que marca el camino hacia una transición a un gobierno civil y la celebración de elecciones democráticas. «No hay problemas que no puedan resolverse con diálogo», ha concluido.
Desde la ONU han calificado como «inaceptable» la detención de los líderes sudaneses. «Estoy profundamente preocupado por las informaciones sobre el golpe de Estado y el intento de socavar la transición política de Sudán», ha declarado Volker Pethers, representante especial de la ONU en Sudán. La Unión Europea ha emitido un mensaje similar a través de Josep Borrell, jefe de la diplomacia comunitaria, haciendo un llamamiento a «todas las partes interesadas y las fuerzas regionales para que reconduzcan la situación hacia el proceso de transición».
La incertidumbre ante el poder real del Ejército tras asumir el golpe de Estado hace que la situación sea muy compleja. Entre ellos hay figuras relevantes del antiguo régimen, como Mohamed Hamdan Daglo, conocido como Hameidti, que no llegaron a aceptar nunca que el país pudiese pasar a manos civiles. Pero a pesar de la contundencia e imposición que significa una asonada, todo sigue en juego en Sudán. Porque, de lo que no cabe duda es de que no ha mermado un ápice la determinación de los jóvenes que protagonizaron la revolución en 2018 y 2019, y que ya entonces se dispusieron, incluso, a entregar sus vidas para lograr que llegara a buen fin.
En la imagen superior, el primer ministro Hamdok en una rueda de prensa en 2020 tras la visita a Jartum del presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier. Fotografía: Mahmoud Hja / Getty
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