El resultado electoral ‘desliza’ otra Angola

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Después de casi 40 años de gobierno, el expresidente de Angola, José Eduardo dos Santos cedía el mando del Estado al hasta ahora ministro de Defensa, João Manuel Gonçalves Lourenço, quien ganaba las elecciones del pasado 24 de agosto con un 64 por ciento de los votos, un 7 por ciento menos que en 2012.

 

Tres hitos históricos han marcado el devenir contemporáneo de este gigante africano: la guerra civil más larga del continente entre el partido gobernante Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA) y el opositor Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA), un conflicto bélico que desestructuró al país de 1975 a 2002; el bum económico alimentado por los recursos naturales que ha convertido a Angola en el primer productor de petróleo de África y en la tercera economía más grande del continente, después de Sudáfrica y Nigeria; y, por último, el abandono por parte del MPLA de la ideología marxista-leninista, aunque continúa controlando sectores clave de la economía, incluyendo el petróleo, el gas, la minería, la banca y la construcción.

Al igual que otros partidos gobernantes de la era de la liberación en África, el poder político en Angola ha existido en connivencia con el nexo del partido gobernante, las Fuerzas Armadas, los grandes negocios y la economía. Algunos ven la elevación del nuevo presidente, João Lourenço como un movimiento orquestado para asegurar que la hegemonía del MPLA y la red de clientelismo profundamente arraigada permanecerán intactas. Sin embargo, otros creen que las reformas irán enraizando poco a poco, señalando la determinación de Lourenço de perseguir la transparencia como un indicador temprano.

 

Acuerdo fin de la guerra

El 31 de mayo de 1991 José Eduardo dos Santos y Jonas Savimbi firmaron el acuerdo que ponía fin a la guerra. Un grupo de angolanos junto a una vía del tren. Dos Santos con su sucesor, João Manuel Gonçalves Lourenço. Fotografía: Getty Images

 

Nuevo presidente en 38 años

Los hechos son que por primera vez desde 1979 Angola tiene un nuevo presidente. Pero Lourenço, lejos de estar en una posición de fortaleza, se encontrará gobernando con las manos atadas sobre un petroestado que se tambalea. La caída de los precios del crudo –que comenzó en 2014– ahogó las finanzas públicas y llevó a la retirada de la mayoría de los socios internacionales. En breve, el nuevo presidente tendrá que sentarse en la mesa de negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para buscar un nuevo paquete de asistencia financiera. Y la consecuencia inevi­table será una caída de la moneda nacional, el kuanza, lo que, a su vez, aumentará las dificultades financieras de la población dada la fuerte dependencia de las importaciones que tiene Angola. En resumen, la luna de miel de Lourenço no durará mucho.

 

El petróleo sin los pobres

Juana, de 44 años, responde a ­Mundo Negro con un mensaje a través de la red social Facebook en el que explica que “Luanda la hemos perdido los locales y se la hemos entregado al gran capital”. La imagen de perfil de esta mujer soltera y madre de tres niños refleja una de las estampas más icónicas de los últimos años: la renovada avenida Marginal que bordea la bahía de Luanda salpicada de rascacielos que se adentran en las alturas, palmeras remozadas y luces, muchas luces de neón. Angola es una de las naciones más ricas de África, pero también uno de los países más desiguales. Podrás comer a la carta en un restaurante por 150 euros o saborear el marisco de sus más de 1.000 kilómetros de costa por 4,5 euros si te alejas un poco de la zona turística, esa tan coqueta y predispuesta a deslumbrar a los expa­triados. Si bien tiene el coste de vida más alto del mundo, el desempleo está en el 40 por ciento, y el 68 por ciento de la población vive por debajo de la línea de pobreza.

La caída de los precios del petróleo obligó al Gobierno a recortar los gastos un 53 por ciento, reduciendo su capacidad para prestar servicios sociales básicos y aumentando el riesgo de disturbios sociales. Los presupuestos de salud y saneamiento se redujeron un 70 por ciento y ya en 2016 el país sufrió para contener un grave brote de fiebre amarilla. Además, los hospitales se quedaron sin medicamentos para la malaria y 1,3 millones de personas contrajeron la enfermedad en los primeros tres meses del año. Esta transición política, por lo tanto, ofrece una oportunidad para abordar algunos desafíos urgentes.

 

Un grupo de angolanos junto a una vía del tren. Fotografía: Getty Images

 

¿Fin del monopolio del MPLA?

La gestión de la riqueza de Angola será una señal clara de la intención a largo plazo de la nueva Administración. El país está hipotecado al crudo, cuya exportación supone la mitad del PIB y el 75 por ciento de todos los ingresos del Estado. Pero desde 2014 se ha enfrentado a graves contratiempos económicos debido a una caída en los precios de esta materia prima.

Los enredos clientelares del partido gobernante, que ha construido –cuando no apoyado– actividades altamente lucrativas, podría limitar los intentos de Lourenço por modificar la estructura económica angolana. Es decir, cabe la posibilidad de que una interrupción en el flujo de estos beneficios a los aliados del Gobierno se le pueda volver en contra. Los problemas financieros pasan por una serie de reformas institucionales y llegar allí no será fácil, porque la iniciativa para el cambio tendría que venir de la élite gobernante. Hasta dónde quiera llegar Lourenço en la cesión de su cuota de poder está por ver.

Los reajustes de poder en el MPLA también jugarán un papel en las perspectivas futuras de Angola. La tensión entre los progresistas y la vieja guardia podría limitar las opciones de reforma. Pero aquí la letra pequeña: José Eduardo dos Santos seguirá siendo presidente del MPLA y conservará amplias facultades que incluyen la elección de candidatos parlamentarios y el nombramiento de altos cargos en el Ejército y la Policía. De hecho, el Parlamento aprobó recientemente una ley que prohíbe que el nuevo presidente despida a los jefes militares, policiales y de la inteligencia durante ocho años. Blanco y en botella. Si Lourenço se sale del tiesto, los problemas crecerán.
En materia internacional, la política exterior de Dos Santos ha ­priorizado una asociación estratégica con Brasil, China, Portugal y Estados Unidos. De hecho, Angola es el segundo socio comercial más grande de la Administración Trump en el África subsahariana y acoge a más de 258.000 chinos y 100.000 portugueses trabajando en el país bajo un régimen especial de visas.

La deslumbrante reconstrucción de Angola después de la larga guerra civil ha invitado a algunos analistas a considerar lo ocurrido como un milagro que ha conllevado una cultura material de la modernidad muy evidente en lugares como Luanda. ¿Qué papel jugará esta nueva clase media enriquecida en su apoyo al nuevo presidente?

 

Dos Santos con su sucesor, João Manuel Gonçalves Lourenço. Fotografía: Getty Images

 

Los próximos pasos

Dada la dependencia de Angola de las rentas petroleras, el Gobierno tendrá que atraer nuevas inversiones para frenar la desestabilización. Y encontrar un equilibrio entre mantener el valor de la moneda local y permitir la devaluación será un desafío clave. Pero además, la nueva Administración se enfrentará al reto de las reformas políticas e institucionales: apertura del espacio político, la separación del Poder Ejecutivo de las finanzas y, la madre del cordero, separación del Poder Judicial. Esta última pata es fundamental para permitir que los procedimientos y las agencias anticorrupción sean eficaces para detener y condenar –cuando precise– a la élite del país.

Los ideólogos del MPLA fueron cautivos a la noción de que su partido era la única fuerza que tenía legitimidad para reconstruir Angola. Esto fue acompañado por una sensación de desmovilización. Pero esta pasividad de décadas ha cambiado y el MPLA se puede preparar para afrontar un mayor número de protestas sociales y demandas que ayuden a la población a mejorar su vida.

 

Varias grúas sobresalen en el paisaje de Luanda, la capital angolana, donde se concentra buena parte de la riqueza del país. Fotografía: Getty Images

El sector de la seguridad

Tradicionalmente, los militares angolanos se enorgullecen de formar parte de uno de los ejércitos más eficaces y poderosos del continente. Sin embargo, las limitaciones de recursos podrían obligar a la nueva Administración a recortar el gasto en Defensa y reducir el número de militares, una medida políticamente costosa. El Gobierno planeaba modernizar el Ejército, en parte para fortalecer la reputación de Angola como una potencia regional en África central y el Golfo de Guinea. Pero la caída de los precios del petróleo ha detenido muchos de estos esfuerzos, como la adquisición de siete buques de guerra procedentes de Brasil.

Además, Angola evitó grandes protestas de antiguos militares y combatientes debido a un costoso esquema de redistribución de la riqueza que ha sido posible a través de presupuestos de Defensa inflados. Esto tendrá que cambiar si la nueva Administración prioriza el profesionalismo militar y la transparencia.

Solo hay dos posibilidades: o se adapta y transforma el estilo de liderazgo, abriendo para ello el país a la igualdad política y al Estado de derecho, o el Gobierno de Loureço se enfrentará a levantamientos ciudadanos. La estabilidad ya no será una característica garantizada del sistema político angolano a partir de este momento.

 


 

La saga dos Santos

La hija mayor del expresidente, Isabel dos Santos, la mujer más rica de África, dirige la compañía petrolera del país, Sonangol, y tiene una participación mayoritaria en Banco BIC y Banco Fomento Angola, entre otras inversiones. Su hermana, Welwitschia José dos Santos Pego, es miembro del Comité Central del MPLA y tiene una participación mayoritaria en Banco Prestigio. Uno de sus hermanos, José Filomeno dos Santos, preside el fondo soberano de Angola de 5 mil millones de dólares. Y Eduane Danilo dos Santos es copropietario del Banco Nacional de Angola, el banco más nuevo del país.

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