Publicado por Gonzalo Gómez en |
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Hay escritores a los que les gusta escribir y otros a los que les gusta haber escrito. A mí me gusta contar historias, como cuando coges a un niño sobre las rodillas y le cuentas un cuento. Es lo que me gusta como lector y me gusta hacerlo con los demás.
Fue rey de Madagascar, pero lo más interesante es que no lo buscaba. Hay ejemplos de europeos que han creado pequeños reinos, pero él utilizó su poder para intentar crear una república. De hecho, los malgaches hoy le reconocen. Los nombres de los franceses han desaparecido de las calles, pero no el suyo, y no solo en Antananarivo. Lo consideran un liberador, no un colono. Si paras a alguien por la calle y preguntas por él, unos lo conocen y otros no, pero los investigadores, los intelectuales o los historiadores sí lo conocen. Hay investigaciones activas sobre él. El año pasado hubo un gran reportaje en Le Monde sobre los descubrimientos de la isla y él aparece. Volvemos a tomarnos en serio el tema, porque los historiadores coloniales franceses dijeron que Benyovszky no era nadie y que decía tonterías, pero en cambio lo que decía era verdad.
Al principio era algo al margen. Estaba involucrado en la acción y fue una forma de compartir mis impresiones y prolongar la experiencia. Con el tiempo se convirtió en mi actividad principal y es mi oficio desde hace 20 años.
Al principio era médico y no me atrevía a escribir literatura porque pensaba que no tenía la cultura necesaria. Empecé escribiendo ensayos, y poco a poco me di cuenta de que no era lo que me interesaba; no eran tanto las ideas como los colores, los personajes, las situaciones, los diálogos y los sentimientos. Eso me llevó a la novela. Ya no escribo ensayos.
Sí, un poco. Elegí dedicarme a la medicina por mi abuelo. Quería una medicina humana, directa, con los pacientes, pero cuando llegué al hospital se transformó en una medicina técnica y científica. Por azar me invitaron a participar en un proyecto de cooperación en Túnez, pero los militares se equivocaron y me mandaron a una maternidad donde asistí a partos. Eso fue el inicio de Médicos Sin Fronteras, y participé desde el principio en esa aventura increíble que comenzó de la nada hasta convertirse en esta cosa enorme que es hoy.
MSF o Acción Contra el Hambre, no son realmente organizaciones de cooperación sino de emergencia. Estas dos cuestiones están separadas. En las instituciones de desarrollo, todo está un poco parado. Tengo la impresión de que las agencias de desarrollo funcionan como un banco para ganar dinero, pero no están muy activas en el desarrollo humano: están en crisis. En cuanto a las de emergencias, por desgracia, hemos creado herramientas muy poderosas y eficaces, pero el problema es la seguridad; básicamente, no podemos enviar equipos a muchos lugares como Sahara Occidental o República Centroafricana porque pueden ser asesinados, etc. El problema principal es el repliegue del espacio humanitario, porque hay muchos sitios con necesidad de ayuda. Hay medios, hay dinero y hay conocimiento, pero la acción se ha vuelto difícil.
Él, en el fondo, propone desde muy pronto que es posible otra relación con África. Él era un colonizador como los demás, pero, en un momento dado, cambia y va más en la línea de las revoluciones americanas y la Revolución francesa. Esto fue unparéntesis, por supuesto, porque los franceses lo mataron y luego empezó la violencia, la guerra y la colonización; pero es una experiencia que hay que recordar: la unificación de la isla y la propuesta de una nueva relación con África.
Es difícil. Intenté no ser el colonizador. Pero, evidentemente, en África occidental, Francia tiene una historia pesada. Sin embargo, lo es en losdos sentidos, porque sin duda está la colonización, pero también la lengua común y la comunidad de intercambios. Es complicado y ambivalente. Yo intenté ser un embajador diferente y establecer relaciones normales. Mi mujer, de origen etíope, estaba allí muy sorprendida por la relación entre Senegal y Francia, ya que su país no fue colonizado. Y bueno, intentamos cambiar un poco las cosas, aunque fuera solo un poquito.
Fue un período político difícil. Concambios de poder en Francia y Senegal. Había un riesgo de que Francia intentase influir en las elecciones a favor de Abdoulaye Wade y su hijo, y creo que contribuí en cierta manera a impedirlo. Mi teoría es que no tenemos que influir. Hay que dejar que la democracia transcurra. Es lo que hice y creo que fue útil, porque las elecciones se desarrollaron sin problemas importantes. No hay muchos países africanos que hayan tenido una alternancia democrática de este estilo.
Es un problema diferente. Si miras el estado de los museos africanos hoy, por ejemplo el museo IFAN en Dakar, o el Instituto Francés de África del Norte en Dakar, hubo robos, los quemaron… Así que la cuestión es cómo proteger el patrimonio cultural africano. Está muy bien devolverlo, pero si es para que luego sea robado de un día para otro, no sirve para nada. Tiene sentido si, al mismo tiempo, hay un apoyo a los museos locales para que puedan desarrollarse y proteger lo que contienen. El objetivo es positivo, pero hay que establecer condiciones de protección y conservación de las obras.
No están pasando demasiadas cosas. Al principio hubo anuncios interesantes, como la creación de un comité presidencial para África con empresarios, un viaje a Bamako con grandes discursos… Pero de momento no ha habido un gran cambio ni tenemos la impresión de que vaya a haberlo. La relación no es mala, pero bajo mi punto de vista no es una prioridad para Macron, que se orienta siempre en lo económico. Evidentemente, África, observada desde lo económico, no es la prioridad. Por el momento esperamos.
Nunca fui demasiado favorable a considerar nuestras relaciones con África desde la culpabilidad, sino desde la responsabilidad. La culpa es de generaciones anteriores a nosotros, y detrás de la idea de la culpabilidad está la de que Europa, o Francia, debe pagar. Ese no es el tema sino que es más bien una cuestión de compartir, desarrollar y acompañar para ser verdaderos socios. Sobre la culpabilidad colonial, de todas maneras, no hay mucho más que añadir. Creo que mientras estuve en el cargo, nunca tomé decisiones desde esta perspectiva, ni fue mi manera de proceder estar pidiendo perdón. Y los senegaleses tampoco me lo pidieron ni me dijeron que tenía que posicionarme desde ese ángulo. La cuestión es qué hacemos ahora juntos. Ayer teníamos una responsabilidad que venía de la historia y tenemos un recorrido juntos, ¿qué hacemos con eso? No escuestión de decir que uno es víctima y el otro oprime.
Lo que me sorprende más es la evolución en el este. Uganda, Etiopía o Ruanda se desarrollan muy rápido y es interesante reflexionar por qué. Sus Gobiernos, que no deben nadaa nadie, llegaron tras guerras difíciles y nadie les ha colocado ahí. Son soberanos e independientes y mantienen una relación con Europa en un plano de igualdad. Por supuesto podemos criticar el tema de los derechos humanos…
Sí, en Etiopía hay una transición interesante con un poder mucho más abierto. Debemos reflexionar porque con África occidental hemos establecido una especie de dependencia, en Camerún durante 50 años, y al final, son poderes muy débiles que no son capaces de defender su propio país. He ido mucho a Etiopía y es fascinante ver hasta qué punto tienen superado el tema colonial para ser un país normal. No son en absoluto presos de esa idea de que la economía tiene que hacer pagar por esto o por esto otro, «tu me pagas y yo te doy esto». En África del oeste hay una mayor dependencia.
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