El tercer mandato como hábito

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Guinea, Costa de Marfil y Tanzania celebran presidenciales. Dos presidentes se postulan por tercera vez


18 en Guinea, 28 en Tanzania y 31 en Costa de Marfil. Tres son los días marcados en el calendario de octubre de las elecciones presidenciales africanas. Tres también es el número de la discordia en cuanto a mandatos presidenciales se refiere. Y es que, tanto Alpha Condé, en Guinea, como Alassane Ouattara, en Costa de Marfil, optan a un tercer término presidencial en contra de lo que preveían sus constituciones, lo que ha forzado la polarización de sus sociedades.


Costa de Marfil, diez años después

Una excusa, un argumento y una puesta en escena. La excusa es la muerte de Amadou Gon Coulibaly, primer ministro, colaborador próximo y delfín de Alassane Ouattara –Coulibaly iba a ser el candidato de la Agrupación de los Hufuetistas para la Democracia y la Paz (RHDP, por sus siglas en francés) hasta que murió en julio por un infarto tras un Consejo de Ministros–. El argumento se sustenta en el hecho de que el artículo 55 de la Constitución, que dicta que el presidente de la República solo puede ser reelegido una vez, no se aplica en este caso porque, al ser una reforma de 2016 –el primer mandato transcurrió entre 2010 y 2015–, no cuenta. La puesta en escena, la petición del partido a su líder para que se sacrifique por el país en contra de su decisión inicial de dar paso a los jóvenes y se presente por la situación de «fuerza mayor» provocada por el inesperado fallecimiento. Ouattara tuvo la excusa, el argumento y la puesta en escena, y las puso al servicio de una nueva candidatura que podría llevarle a ese casi mítico tercer mandato: «He reconsiderado mi posición (…). Para continuar poniendo mi experiencia incansablemente al servicio de nuestro país», dijo.

La Comisión Electoral Independiente validó la candidatura de Ouattara, lo que llama la atención, sobre todo por el hecho de que haya excluido por unas y otras causas a más de 40 aspirantes. Entre ellos, dos que a priori podrían haber complicado la reelección de Ouattara: el expresidente Laurent Gbagbo (2004-2010), al que sucedió el actual presidente con disputa y enfrentamiento armado incluidos hace una década, y Guillaume Soro, ex primer ministro y antiguo aliado de Ouattara.

Así las cosas, de transcurrir con normalidad las elecciones, parecería que el único candidato con posibilidades reales de frustrar los planes de Ouattara es otro expresidente, Henri Konan Bedié. El político de 86 años, que encabeza la lista del Partido Democrático de Costa de Marfil (PDCI, por sus siglas en francés), promocionó su candidatura como una «ola de reconciliación» necesaria en el país. Pero suponer que el proceso electoral va a continuar sin sobresaltos es adelantarse a los acontecimientos. Al cierre de esta edición, los principales partidos opositores, incluido el de Bedié, se reunieron para exigir la retirada de la candidatura de Alassane Ouattara al no aceptar el argumento de que el primer término presidencial no computaba para la limitación de mandatos que marca la Constitución. El órdago va más allá, y es que también pidieron la disolución del Consejo Constitucional y de la Comisión Electoral. Bedié llamó a la «desobediencia civil» ante lo que consideran un «abuso de autoridad» y para «proteger la estabilidad del territorio».

En los últimos meses, especialmente desde la proclamación de Ouattara como candidato, se han producido altercados que han hecho temer una vuelta a la violencia en un país en el que la alternancia pacífica no es una costumbre. Amnistía Internacional denunció que grupos armados favorables al presidente habían atacado con machetes a manifestantes que protestaban por la candidatura. Al menos diez personas han muerto en disturbios vinculados de alguna forma a la violencia preelectoral durante este verano. El Centro de Investigaciones y de Acción por la Paz, de origen jesuita y con sede en Abiyán, ha pedido un retraso electoral para favorecer que la oposición y el Gobierno puedan retomar el diálogo. Según este organismo, no se dan, en estos momentos, las condiciones para afrontar una votación pacífica.

El precedente más preocupante se encuentra en la disputa por el poder en 2010 entre Laurent Gbagbo, del Frente Popular Marfileño (FPI, por sus siglas en francés) y el propio Ouattara. El entonces presidente, Gbagbo, perdió las elecciones por un estrecho margen según la Comisión Electoral y Ouattara se proclamó presidente sin el refrendo del Consejo Constitucional, que invalidó los votos en varios feudos favorables a este último. Ambos se encastillaron en sus reivindicaciones y el país se dividió dando lugar a un breve pero intenso conflicto armado que dejó más de 3.000 muertos. Francia y buena parte de la comunidad internacional se pusieron del lado de Ouattara, que acabó como presidente con Gbagbo encausado por el Tribunal Penal Internacional (TPI) por crímenes contra la humanidad. Finalmente, el TPI puso en libertad al marfileño al no encontrar elementos para probar las acusaciones. Gbagbo intentó retomar su carrera política, que de nuevo se vio frustrada, en este caso por una sentencia por el robo de fondos en la sucursal local del Banco Central de los Estados de África Occidental durante la violencia poselectoral. Al igual que Guillaume Soro, también acusado por los tribunales locales por robo y blanqueo de fondos públicos, ­Gbagbo defiende su inocencia. Lejos de lograr ser candidatos, ambos podrían ser encarcelados si entraran en Costa de Marfil. El medio The Africa ­Report publicó que, según fuentes no especificadas, Alassane Ouattara habría solicitado una intermediación al presidente nigerino, Mahamadou Issoufou, para hacer llegar una oferta a Laurent Gbagbo: perdonarle la condena a 20 años de prisión a cambio de neutralidad política en las elecciones. Antes de cerrar esta edición y según el citado medio, Gbagbo habría declinado la propuesta.

Con un gran crecimiento económico en el país, la participación en foros internacionales de alto copete, la puesta en práctica de políticas al gusto de las grandes instituciones y cierta fama de buena gobernanza, ­Ouattara podría haberse granjeado un buen número de alabanzas si hubiera favorecido una alternancia política tranquila. Costa de Marfil ha sido estos últimos años una de las economías que más rápidamente ha crecido en el mundo, ha reducido –ligeramente– la pobreza y sus políticas económicas han favorecido las inversiones extranjeras y el auge de la clase media. Sin embargo, su deseo, poco disimulado inicialmente y confirmado después, de presentarse a la reelección tensa el país y podría favorecer la violencia. También es cierto que, en los últimos tiempos, varios ­escándalos de corrupción, problemas en el Ejército y algunas huelgas en sectores públicos han manchado su gestión. Y fuera de los focos y de los grandes números, el país sigue manteniendo elevadas tasas de paro, desigualdad e inseguridad.

Sobre estas líneas, Alpha Condé (Guinea) y Alassane Ouattara (Costa de Marfil). Fotografía: Issouf Sanogo / Getty . En la imagen superior, un partidario de Ouattara se manifestaba en 2010 en París frente a la embajada de Costa de Marfil. Fotografía: JOel Saget / Getty
Alpha Condé, otro

Como una rima o un eco, en Guinea la situación se complicó desde el anuncio de la candidatura de Alpha Condé. La escenografía también suena: su partido, la Agrupación del Pueblo Guineano, le pidió compromiso. Y como en Costa de Marfil, se produjeron manifestaciones de protesta en varias ciudades. El político, que llegó al poder hace una década con una imagen de defensor firme de la democracia, convocó en marzo un referéndum para aprobar otra Constitución que le permitiera poner a cero su cuenta de mandatos. La pandemia y el boicot de la oposición deslucieron la cita con las urnas y facilitaron que una abrumadora mayoría le permitiera la jugada. El año pasado se creó el Frente Nacional en Defensa de la Constitución, una alianza que incluye grupos de la sociedad civil y partidos opositores. Desde entonces, los enfrentamientos entre los partidarios de Condé y sus detractores han acabado en diversas ocasiones con víctimas mortales. El ex primer ministro Cellou Dalein Diallo, que participó como cara visible en estas protestas para invalidar el proceso electoral y forzar la renuncia de Condé, ha salido finalmente de la agrupación para presentar su candidatura a las elecciones del 18 de octubre.

Tanzania y su deriva

Finalmente, el tanzano John Magufuli, que opta a la reelección en Tanzania, se enfrentará a 14 candidatos. El principal es Tundu Lissu, que regresa de su exilio en Bélgica tras sufrir un intento de asesinato. Magufuli también llegó al poder con un halo de reformismo y haciendo de la lucha contra la corrupción uno de sus lemas. Últimamente, sin embargo, recibe críticas por la represión de la disidencia. Human Rights Watch denunció que el Gobierno detuvo a opositores y críticos y entorpeció la labor de oenegés que querían supervisar el proceso electoral. Magufuli ha sostenido una controvertida posición en relación a la pandemia de coronavirus. El líder recomendó remedios naturales y oraciones para contener el virus. También suspendió la publicación de los datos de contagio.


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