El voto útil

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Sudáfrica vota el 1 de noviembre para renovar a alcaldes y concejales en más de 250 municipios

Por Carla Fibla García-Sala desde Johannesburgo, Sudáfrica

El próximo 1 de noviembre, los sudafricanos tendrán la oportunidad de cambiar a los responsables políticos municipales y locales. 325 partidos políticos –casi 60.000 candidatos para 257 municipalidades en 9 provincias– se presentan a las elecciones más complejas para el Congreso Nacional Africano (CNA), una formación en la que aparece cada vez más difuso todo lo que representaba.

La cuenta atrás se está convirtiendo en una cuesta empinada para los principales partidos sudafricanos que llevan semanas haciendo de tripas corazón para convencer a sus conciudadanos de que esta vez sí que cumplirán sus promesas. Son los partidos en el poder, gobernando en solitario o en coalición, los que más están teniendo que justificar que, incluso durante la campaña electoral, los cortes de luz sigan formando parte de la rutina en ciudades como Johannesburgo o Ciudad del Cabo, o que varias localidades en la provincia de Mpumalanga lleven semanas sin acceso a agua potable.

El Congreso Nacional Africano (CNA), Alianza Democrática (AD), Combatientes por la Libertad Económica (EFF, por sus siglas en inglés) y el Partido Libertad Inkatha (IFP) son las principales fuerzas, las que presentan a más candidatos y cubren de forma amplia el extenso territorio sudafricano. Han surgido nuevas fuerzas políticas, como Action SA, compuesto por exmiembros del CNA y AD –liderados por el exalcalde de Johannesburgo, Herman Mashaba–, o el partido GOOD, creado por Patricia de Lille en 2018 y centrado en la provincia de Western Cape, donde obtuvo un 3% de los votos en las últimas elecciones locales, y que ha hecho una de las campañas más innovadoras y directas.

No tendría que ser difícil superar el 31,94% de participación que se registró en 2016, pero podría frustrarse tras la necesidad de registrarse para meter la papeleta en la urna, y de que solo se pueda hacer en el lugar donde se reside, sin permitir, esta vez, cambios de última hora, para evitar que se vote más de una vez y que, según la Comisión Electoral Independiente (IEC, por sus siglas en inglés), se pueda disfrutar de unas elecciones «transparentes, justas y libres». 26 millones de sudafricanos se han registrado a tiempo –el plazo concluyó hace una semana–, siendo mayoría, según la IEC, los jóvenes y las mujeres, pero un tercio de los posible electores se han quedado fuera.

«Tengo que preguntar si aún puedo registrarme, he tenido mucho trabajo estas últimas semanas y no me ha dado tiempo de informarme. Aunque, si han cerrado el plazo, tampoco cambiará mucho que vote o no. Va a salir otra vez lo mismo», comenta Tshepo, un conductor de Uber cinco días antes de la votación. Esa indiferencia parece una enfermedad contagiosa estos días en Sudáfrica. La jornada electoral despierta la misma desafección en ciudadanos de diferentes partes del país, a pesar de que la política de proximidad, en la que se toman decisiones que afectan a su día a día, es lo que está en juego el próximo 1 de noviembre.

Pero esa es la teoría, porque la desconexión que sienten muchos jóvenes desesperados por empezar a labrarse una trayectoria profesional –según datos oficiales, el paro en Sudáfrica supera el 35% y entre los jóvenes esa cifra se dobla– se acentúa en momentos como el actual. «No quiero sentirme aún más decepcionado. Aunque vote para cambiar a los que lo están haciendo mal, volverán a salir los mismos. Y además, ¿a quién votar? Esperaré a que se presente una persona joven, no los viejos que nos gobiernan, o quizás una mujer. Ahora es una pérdida de tiempo», comenta Sfiso, un guía de tours alternativos, mientras caminamos por las calles de Hillbrow y Berea, en el centro de Johannesburgo.

En las elecciones locales de 2016, el CNA logró el 53,91% de los votos –bajó 8 puntos con respeto a las elecciones de 2011–, seguido de AD con el 26,9% –subió 3 puntos–, de EFF con el 8,19% y de IFP con el 4,25%. Los temas de campaña no han variado mucho de lo que ya se hablaba hace cinco años: las deficiencias de la gobernanza local y municipal, la corrupción, la necesaria descentralización, la violencia y el crimen que sigue marcando la vida cotidiana, además de la grave crisis energética que se sufre a diario en los hogares. Y tampoco han sido muy originales en los mensajes que aparecen en los carteles colgados en las farolas, con caras sonrientes y los colores que determinan a cada partido. «Lo haremos y mejor» ha sido el eslogan de la CNA, como reconocimiento de los posibles errores del pasado que están dispuestos a enmendar; «Encauzando lo básico» o «Realizando cosas» son las propuestas de AD, en una crítica directa a la inoperancia del CNA; o el «Trabajos y tierra , ahora» del EFF, manteniendo la promesa que ya hacían en 2016.

Las sextas elecciones locales de la era democrática de Sudáfrica, tras la caída del apartheid, son las primeras para el presidente Ramaphosa, que se ha implicado de forma activa en la campaña recorriendo el país, y una prueba de fuego que determinará su permanencia como presidente del partido en el próximo congreso, en el que para renovar la presidencia primero debe convencer a los suyos. No son pocos los analistas que apuntan al comienzo del fin de la hegemonía del CNA, algo que se observa incluso en las tiras de humor de la prensa, donde dibujan al poderoso partido de Mandela medio hundido o bajo una cruz siendo enterrado. El necesario cambio político en Sudáfrica, desde lo local a lo nacional, será un proceso largo, pero los comicios del próximo lunes, que es muy probable que obliguen a mayores coaliciones y pactos, se vislumbra como el posible pistoletazo de salida.



En la imagen superior, partidarios del Congreso Nacional Africano (ANC) durante la campaña del presidente Cyril Ramaphosa el 18 de octubre de 2021 en Bloemfontein, Sudáfrica. Fotografía: Mlungisi Louw / Getty

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