Publicado por Zoé Musaka en |
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Por Combojoven desde Madrid
Combojoven es el grupo juvenil misionero que animamos desde la Familia Comboniana en España. Además de compartir momentos de reflexión y de oración, cada año vivimos juntos la Pascua y organizamos una experiencia misionera para que puedan tocar con las manos y sentir con el corazón la realidad de la Misión.
Este año, del 2 al 30 de julio, 13 jóvenes del grupo viajaron a la región Turkana (Kenia). Aunque dedicaron los primeros días a empaparse de la realidad que los envolvía, la última semana quisieron poner en práctica varios proyectos solidarios para responder a algunas de las necesidades que habían identificado. Regresaron a España renovados y enriquecidos por todo lo vivido entre sus hermanos de Kenia, distintos en tantas cosas pero unidos en la humanidad y una misma fe. Son ellos quienes nos cuentan cómo vivieron su experiencia misionera.
La pasión por la Misión, vivir la fe en grupo y saciar la curiosidad por conocer y entender otras culturas conforman el espíritu del grupo Combojoven. Somos chicos y chicas que nos reunimos todos los meses para compartir nuestra pasión misionera. En nuestros encuentros reflexionamos, oramos y escuchamos testimonios misioneros de miembros de la Familia Comboniana.
Además, cuando llega el verano, estamos invitados a poner en práctica nuestro dinamismo misionero en algún lugar de África. Este año tuvimos la oportunidad de convivir con la comunidad comboniana presente en Turkana, región situada al norte de Kenia. Lo llamamos «experiencia de misión», porque el objetivo es acercarnos a las realidades, la vida y los trabajos que se llevan a cabo en las misiones.
Ha sido realmente emocionante y rico poder vivir en primera persona todo lo que reflexionamos y trabajamos en nuestras convivencias en España. Fue una experiencia vital completa. Por un lado, estuvo presente la alegría de poder convivir con el pueblo turkana y acercarnos, al menos un poquito, a su cultura y sus tradiciones. También pudimos llevar a cabo pequeños proyectos de apoyo a la comunidad, colaborando con los misioneros allí presentes. Por último, la experiencia también nos sirvió para fortalecer nuestros lazos de amistad dentro del grupo Combojoven.
No faltaron las dificultades, el cansancio de los viajes, los malentendidos en la convivencia y alguna frustración por no haber podido cumplir todas las expectativas con las que partíamos, pero sabemos que ello forma parte de la misión y tuvimos la oportunidad de vivirlo y sentirlo.
Siempre es emocionante conocer otros países, otras culturas y otras formas de vivir. Suena muy bonito, pero también es chocante porque aterrizar en un lugar donde la gente vive de manera tan distinta exige un esfuerzo de adaptación. Durante nuestros primeros días en Kenia tuvimos la oportunidad de descubrir la ajetreada realidad de Nairobi, además de visitar la catedral católica y el Museo Nacional. Pensábamos que estos días nos servirían de calentamiento, pero después de un largo viaje hasta Lokichar en matatu, las furgonetillas que hacen de autobuses, descubrimos que Turkana tiene muy poco que ver con la capital de Kenia. Se trata de una región amplia, extremadamente seca y con temperaturas muy altas, lo que dificulta más la labor de los misioneros.
En la casa de los combonianos de Lokichar establecimos nuestra residencia y fuimos muy bien acogidos. Dentro de la parcela de la parroquia hay una escuela y un centro para el cuidado de niños y niñas con alguna discapacidad. Pudimos conocer la labor de los padres y de las hermanas en la misión, visitar a los enfermos y repartir comida a algunas de las familias más necesitadas de la comunidad. También asistimos al colegio y participamos en algunas clases en las que se trataron temas como la violencia de género. Por las tardes pasábamos el tiempo con los niños del centro y con otros de los barrios vecinos, que siempre estaban interesados en venir a curiosear para ver lo que estábamos haciendo y a qué estábamos jugando.
Durante la segunda semana acompañamos al P. Daniel Villaverde, misionero comboniano, en su recorrido por las comunidades más alejadas de Lokichar y asistimos con él a algunas eucaristías. En todos los lugares nos recibieron con mucho entusiasmo y cariño, haciéndonos sentir parte de la misma familia. En estas visitas conocimos los colegios de la zona y el centro de salud de Lokori, lo que nos permitió hacernos una idea de los enormes desafíos que suponen la educación y la sanidad en estos lugares remotos de Kenia.
Nos sentimos muy afortunados de haber podido conocer de cerca a tantas personas y de haber participado en sus celebraciones. Además, a pesar de la brevedad de nuestro viaje, la última semana pusimos en marcha varios proyectos que respondían a las necesidades detectadas y las posibilidades reales que vimos para darles respuesta. Uno de ellos fue la recogida de medicamentos y material sanitario.
Antes de llegar a Lokichar ya estábamos informados de la precariedad de algunos centros sanitarios en la zona, por lo que llevamos desde España algunos medicamentos, sobre todo analgésicos, antisépticos, apósitos, pomadas o gasas, material de inmovilización, como vendas, yeso y esparadrapo, guantes, mascarillas, gel hidroalcohólico… Durante nuestra estancia en Lokori, algunos miembros del grupo que han estudiado ciencias médicas estuvieron viendo las instalaciones del centro de salud y los procedimientos y protocolos de tratamiento. Fueron conscientes de que había un brote de malaria y de que el centro no disponía de suficiente material para hacer frente a ello. Algunos de nosotros enviamos un mensaje a través de las redes sociales para la recogida de aportaciones económicas que nos permitieran comprar medicamentos y donarlos al centro. Inicialmente, la prioridad era la adquisición de antimaláricos, pero la participación de la gente fue tan abrumadora que pudimos hacernos con una gran cantidad de medicamentos, siempre siguiendo la orientación del personal del centro: antimaláricos de varios tipos, analgésicos más potentes, antibióticos específicos, corticoides, broncodilatadores o medicamentos para el tratamiento de la anemia. Fue una gran satisfacción poder conseguirlos de una forma relativamente sencilla, incluso aquellos que en España solo se pueden adquirir con receta médica.
Desarrollamos otro proyecto en un colegio de primaria, donde las aulas no estaban pintadas y carecían de pizarra. Después de reunir el dinero para la compra de los materiales, comenzamos las labores de limpieza para después pintar las paredes y las pizarras. Aunque ninguno teníamos demasiada experiencia en este tipo de tareas, descubrimos que trabajando en equipo pudimos obtener un buen resultado.
Otros componentes del grupo prepararon un pequeño taller de costura. El objetivo era aportar nociones básicas sobre el uso de la máquina de coser y la costura a mano. La idea era dejar habilitado un lugar para que las mujeres que participaran pudieran hacer uso de las máquinas de coser cuando lo necesitaran e incluso enseñar a otras personas. Uno de los misioneros combonianos reunió a un grupo de mujeres que acudió durante una semana al centro de discapacitados de la parroquia, en el que se habilitó el taller. Tras unas nociones básicas, cada alumna comenzó a coser un vestido básico con la ayuda de varias chicas del grupo. Todas ellas pudieron acabar el trabajo y pudimos ver la alegría al enseñárselo unas a otras. Fue precioso.
A nivel espiritual, en Kenia hemos tenido la oportunidad de compartir nuestra fe. No solo entre nosotros, los miembros de Combojoven, sino con una gran variedad de personas que hemos conocido durante nuestra estancia, desde catequistas laicos que trabajaban en comunidades aisladas de la región, hasta hermanas misioneras y sacerdotes. De todos hemos aprendido mucho sobre la Misión. Nos han enseñado que ser cristiano no es solo rezar y tener a Dios presente en tu día a día, sino también dedicar tu vida a los demás, servir y a amar siguiendo el ejemplo de Jesús. Ambos aspectos son complementarios y deben estar presentes en la vida de un cristiano.
No nos olvidamos de tantos cristianos que han compartido con nosotros muchos momentos, nos han permitido formar parte de sus comunidades y nos han enseñado sus tradiciones. Compartiendo la eucaristía con las comunidades te das cuenta de la forma tan especial con la que viven su fe. Sus misas son auténticas celebraciones en las que cantan a pleno pulmón, dan gritos de alegría y bailan cogidos de la mano.
Dios está en el centro de sus vidas y es impactante darse cuenta de cómo estas personas, muchas de las cuales viven en condiciones de extrema pobreza y aislamiento, pueden agradecer a Dios por aquello que tienen, mientras que muchos de nosotros, cristianos españoles o europeos, aun teniendo todo lo necesario, muchas veces no somos conscientes de la presencia de Dios en nuestras vidas y apenas le dedicamos atención. Ha sido un privilegio poder conocer la manera en que los cristianos viven su fe en este país, lo que nos ha servido de inspiración para dar testimonio de ello en medio de nuestras familias, amigos y comunidades de España.
Queremos animar a todos los jóvenes con inquietudes misioneras a participar en el grupo Combojoven. Quien le dice sí a Dios, aunque solo sea para vivir una pequeña «experiencia misionera», recibe mil veces más de lo que piensa dar. El papa Francisco repite constantemente que «los jóvenes somos el presente de la Iglesia». ¿A qué estás esperando para dar el paso?
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