
Publicado por Javier Fariñas Martín en |
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«Unos cuantos sueños significa mucho para mí a nivel personal. Todas las novelas lo son, por supuesto, pero esta es distinta, no solo porque me ha llevado mucho tiempo escribirla, 12 años, sino también porque creo que la he escrito siendo una persona muy distinta a la que hizo las anteriores. Me gusta decir que es como mi novela de adulta». La nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie se refirió así a su último trabajo [editado en España por Random House y con traducción de Carlos Milla Soler] durante la rueda de prensa de presentación de la misma, celebrada por videoconferencia el pasado 4 de septiembre.
Protagonizada por cuatro mujeres africanas cuyos caminos se entretejen –Chiamaka, escritora de viaje nigeriana; Zikora, su mejor amiga, que se enfrenta a la maternidad; Omelogor, prima de Chiamaka, que rompe con un pasado empresarial, y Kadiatou, trabajadora doméstica y ama de llaves de Chiamaka–, la novela aborda en sus más de 500 páginas temas como el amor, la amistad, las relaciones materno filiales o la honestidad. Sin embargo, la autora explicó en la rueda de prensa que Unos cuantos sueños «no solo va de esto, creo que todo responde a una idea más amplia, una idea de cómo vivimos nuestras vidas y cómo imaginamos las vidas que habríamos podido vivir, qué sueños tenemos, qué sueños respetamos, qué significa soñar, sobre todo para una mujer. Creo que también es una novela que versa sobre las mujeres sin excusas, sin disculpas, pero no un libro solo para mujeres».
En el turno de preguntas, la autora nigeriana se refirió al fallecimiento de sus padres y al impacto que tuvo en la escritura de Unos cuantos sueños. En este sentido señaló que «la aflicción, el dolor y el duelo [escribió el ensayo Sobre el duelo tras el fallecimiento repentino de su padre durante la pandemia sin posibilidad de salir de Estados Unidos a causa de las restricciones de movilidad] ha sido una experiencia porque me ha enseñado muchas cosas de lo que significa ser humano. Para mí, el duelo, de hecho la aflicción, suponía incertidumbre. Siempre he sido una persona que me he sentido bastante segura de todo, segura de mí misma, segura del mundo, segura de cómo debería ser el mundo, pero la pérdida de mis padres me provocó una cierta incertidumbre y esa incertidumbre creo que puede ser buena para la creatividad. […] De hecho creo que mis frases ahora son más largas, creo que me dejo ir, me suelto más». Aunque dejó claro que no puede hablar de la literatura como una terapia para superar el fallecimiento de sus padres, «sí desempeña un papel a la hora de ayudarte a superar algo muy doloroso. [Unos cuantos sueños] No es una novela sobre la aflicción o el dolor, pero sí viene de esa aflicción y de ese dolor. Escribí esta novela cuando estaba en esa sensación de duelo, pero no es una novela triste».
Sobre el proceso de escritura, Chimamanda reconoció que «es un viaje que inicio sin saber exactamente qué va a pasar, no lo planifico y las cosas empiezan a suceder», para añadir que «escribir es el amor de mi vida. Escribo desde que soy capaz de deletrear. Siempre he sabido lo que quería hacer. Mis ancestros me trajeron a este mundo para que yo escribiera. Así lo creo firmemente. Y tengo todavía esa sensación de asombro por el hecho de ser leída. Si no fuera leída estaría igualmente escribiendo en algún lugar. Nunca he dejado que la presión exterior se apodere de mí. En cambio, sí siento la presión interior. Soy mi mayor crítica y me estresa. Si estoy haciendo cualquier otra cosa pienso: “Deberías estar escribiendo ahora, deberías estar escribiendo”. Siento presión si no escribo. Y después de Americanah quería que mi siguiente libro me hiciera sentir bien».
Otra de las cuestiones que plantearon a Adichie fue la importancia de su literatura para el conocimiento del continente o de las mujeres africanas. En este sentido reconoció que «la literatura y las historias son esenciales para los seres humanos. Al mismo tiempo, me parece emocionante que mis novelas pueden ser útiles, que puedan hacer pensar respecto a una cuestión social o política. Eso me hace feliz. Ahora bien, ¿escribí esta novela porque espero contribuir a algún tipo de discurso social y político? No. Simplemente quería escribir una historia sobre mujeres. […] Espero que la gente lea esta novela como una novela de sueños, de historias, pero también como una manera de ver las vidas de las mujeres, sobre todo de las mujeres negras africanas».
La idea de los sueños de las mujeres africanas sirvió a la autora para reflexionar sobre las mujeres migrantes. Para ello, se apoyó en los perfiles de las cuatro protagonistas de la novela, africanas o afrodescendientes en Estados Unidos. En este sentido dijo que «dejar el hogar, el acto de salir de casa ya es una acción que tiene que ver con soñar, es un sueño en sí. ¿Por qué alguien se va de su casa? Porque sueña con una vida mejor, una vida distinta. Y la situación en la actualidad me parece horrible. La gente que sueña con algo mejor está siendo criminalizada y tratada de una manera muy inhumana».
A lo largo del encuentro con los medios de comunicación, Chimananda Ngozi Adichie subrayó que tenía claro que después de Americanah escribiría una novela de mujeres. Más allá de la coyuntura de una obra concreta, la nigeriana señaló que «necesitamos ver más mujeres en lo que consideramos literatura seria. Y cuando me refiero a mujeres, me refiero a las complejidades de las mujeres, a la vida interior de las mujeres, a la humanidad confusa, liosa y compleja de las mujeres. Me parece muy interesante que hay temas que damos por sentado en lo que nos parece que es la gran literatura, y buena parte de esa gran literatura fue escrita por hombres, así que evidentemente no representan a las mujeres en su complejidad. Y creo que es hora de cambiar eso».
Una de las últimas preguntas tuvo que ver con la lengua que emplean los autores africanos a la hora de escribir. Mientras que creadores como el fallecido Ngugi wa Thiong’o o Boubacar Boris Diop enfatizan sobre la necesidad de abandonar las lenguas coloniales y promover una literatura en lenguas africanas, otros se decantan por abordar sus trabajos en inglés, francés, portugués o español. «¿Su literatura sería diferente si escribiera en igbo?», se preguntó a la autora nigeriana. Para ella, la cuestión está clara: «El inglés también es mi lengua materna. A mí no me educaron en igbo. La lengua académica en la escuela [en Nigeria, donde la autora vivió durante su infancia] es cien por cien en inglés, y eso es así para la mayoría de los africanos. La lengua de la educación, de la formación académica no es la lengua tradicional que hablaban tus abuelos. Escribo bastante bien igbo, pero no podría escribir un relato. No puedo plantear un argumento filosófico en igbo. Para mí el igbo es el idioma de la risa, de la informalidad, de la comunicación familiar. Para mí, esta idea de africanos escribiendo en la lengua nativa no es ni muy interesante ni importante porque no podemos decir que el inglés o el francés no sean lenguas africanas. Lo son o se han convertido en ello. Yo hablo inglés de una manera que es específicamente nigeriana y la gente en Ghana habla inglés a la manera de Ghana. No podría escribir Unos cuantos sueños en igbo y realmente no creo que haya autores en África occidental que puedan escribir una novela en la lengua de sus abuelos».
Unos cuantos sueños es el último trabajo de una de las autoras africanas más leídas y reconocidas en todo el mundo gracias a novelas como La flor púrpura, Medio sol amarillo o la citada Americanah, o de ensayos como Sobre el duelo, Todos deberíamos ser feministas o El peligro de la historia única.
Fotografía: Manny Jefferson
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