Publicado por Javier Fariñas Martín en |
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Hay que dividir Cabo Verde en dos períodos, antes y después de la colonización. Después de la independencia, Cabo Verde dejó de ser lo que era. Cuando la gente se queja, les pido que recuerden que hace 50 años no teníamos nada. Eso sí, la revolución que llevó a la independencia todavía está en curso. De vez en cuando sufrimos sacudidas, de vez en cuando tenemos contrarrevoluciones, pero, en general, el país va progresando. Creo que hemos tenido una tendencia ascendente desde la independencia.
La independencia no se produjo tanto por una razón ideológica como por una cuestión de necesidad. El país no podía continuar como estaba, con gente con hambre siempre que se olvidaba de llover. Y, sí, yo estaba en Lisboa terminando mis estudios de Derecho.
Estábamos en casa y lo seguimos con un aparato de radio. Se oía mal. Estaba con la radio en una ventana. Hace poco escribí un texto sobre aquello y mi hija, que no la vivió, me dijo: «Me ha emocionado». Yo le respondí: «Es exactamente la emoción que yo sentí». En aquellos momentos me dije: «A partir de ahora soy un hombre independiente. Tengo derecho al pasaporte y a la nacionalidad». Esto es algo que no tiene precio.
Sí. Acabé el curso y me vine.
En la literatura.
Hago periodismo por necesidad. Mi profesión es la de abogado, que no se puede desviar demasiado de las leyes. Como periodista, también tengo que limitarme a los hechos sobre los que quiero escribir. Mientras, el escritor de ficción está legitimado para inventar la realidad como quiera. Por eso me siento mucho más a gusto, más libre, como escritor de ficción.
Porque hay muchas situaciones que entiendo que necesitan ser denunciadas y si nadie lo hace… Me gusta decir que nunca hago lo que otros quieren que haga. Cuando escribo en el periódico es porque hay una situación, cualquier asunto social, que es necesario denunciar y nadie está haciéndolo, pero no es porque sea mi vocación. No, no lo es.
Sí, hice mucho periodismo en los tiempos del partido único.
Creo que la dificultad está más en nuestra cabeza que en la realidad. Soy un licenciado en Derecho y para perseguirme solo pueden hacerlo de acuerdo a la ley. Yo conozco las leyes y sé hasta dónde puedo llegar. Hay márgenes que no voy a superar, y si yo estoy dentro de ellos, no me pueden hacer nada. Tenemos una idea de censura que está mucho más dentro de nosotros que fuera. Ejercí el periodismo en la época del partido único, que me consideraba como contrario a ellos. Yo no estaba en contra, pero tampoco estaba interesado en decirles que estaba a favor. Así, cuando lo hicieran mal, yo les iba a decir que iban por el camino equivocado. Solo después del cambio político constataron que no estaba en contra del partido en el poder. Me opuse, eso sí, a los errores que pensaba que cometía el partido. Y lo escribía y lo decía.
Hace tiempo cayó en mis manos un libro de García Márquez [El olor de la guayaba], por el que tengo una gran pasión. Era una larga entrevista con un amigo suyo [el escritor y periodista Plinio Apuleyo Mendoza]. Le dije a una amiga: «¿Qué te parece hacer una cosa parecida a esta?». Le pareció bien, pero comienzas a hablar y constatas que, aunque la idea es la misma, no sale nada parecido a aquello. Comenzamos a hablar de mi infancia en Boa Vista y aquel es un mundo que nunca se acaba. Viven 3 000 personas y he escrito ya tres libros sobre Boa Vista. Mi amiga me grabó, transcribió la conversación y constaté que aquello era un mundo, un manantial que va creciendo con cosas que ni me acordaba de que sabía. No sabemos cuándo va a terminar, aunque está siendo muy interesante.
Sí, me gustó mucho descubrir prácticamente mi infancia. Me está gustando este trabajo, sí, aunque no hablo solo de mí, sino que lo hago también de las personas con las que he convivido, de la vida…
Mi tercer libro sobre Boa Vista trataba de la infancia vista a través de los ojos de un adulto. Mi editor en Portugal propuso que la titulara Regreso al paraíso. Él fue quien me recordó que yo decía que nací y crecí en un paraíso, aunque en eso influyó, sobre todo, la imagen que yo me creé de la isla, principalmente de la casa de mis padres. Nos criamos con muy pocas cosas que nos limitaran. Viví y crecí en un paraíso.
Mindelo no tiene nada que ver con Boa Vista. Había un señor aquí cerca, un señor que fue profesor de Primaria y Secundaria, que decía que «toda la gente piensa que Mindelo es un paraíso, pero Mindelo es un pequeño infierno». Cuando escribo sobre Boa Vista lo hago con cariño, siento que vuelvo a mi infancia, mientras que sobre Mindelo escribo con ironía. Soy un extraño en Mindelo. No digo que sea muy extraño, pero sí extraño, al menos. Veo Mindelo desde afuera, mientras que a Boa Vista la veo desde dentro. Soy uno de allí. En Mindelo no. Analizo Mindelo, lo contemplo, lo escribo… He escrito muchos libros sobre la ciudad, pero sin ser de aquí, escribo como observador. Eso sí, me gusta mucho estar aquí y me gusta mucho la gente de aquí.
Sí, sí. No hay comparación.
Sí, siempre.
Una sociedad con gente interesante, algo que creo que tiene mucho que ver con la formación de la isla, con el movimiento de los puertos, sobre todo en los primeros tiempos, cuando siempre había gente entrando y saliendo. Por la mañana tenías contacto con franceses, por ejemplo; a medianoche con ingleses, por la tarde con suecos, con turcos, con griegos… No se podían crear lazos. Y esa ausencia de vínculos hace que la gente esté siempre disponible. Esto creó un tipo de personas en São Vicente. Me gusta decir que Mindelo es una sociedad donde la gente no necesita cinco minutos para conseguir un amigo, pero tampoco necesita diez para perderlo. Santiago es completamente diferente. En Santiago la gente necesita años para conseguir un amigo, pero nunca lo pierde. La gran diferencia entre las dos culturas, en mi opinión, es la superficialidad de la sociedad mindelense frente a la profundidad de Santiago.
Yo diría que hay un mundo con un núcleo, pero diez vivencias diferentes. El hombre de São Vicente no tiene nada que ver con el de Boa Vista. Ni el de Boa Vista con el de Santo Antão. Las islas condicionaron el tipo de hombre que tuvimos. Santo Antão es una isla ligada a la agricultura, y esta exige paciencia, hay que esperar. Boa Vista también fue una isla vinculada a los pastos. Se dice que la morna nació allí. Es comprensible que sea así, porque cuidar un rebaño de cabras es una actividad en la que tienes que estar sentado sin hacer nada más, por lo que cuentas con tiempo para pensar. Por otro lado, la colonización fue diferente en las islas de barlovento y en las de sotavento. Luego hay que contar con los esclavos procedentes del continente, que estaban inicialmente en la isla de Santiago. Con el tiempo, en torno a 1780, se dieron cuenta de que las islas del norte tenían más población negra, porque muchos de los que llegaban del continente se quedaban. Incluso hubo una idea de hacer lo mismo que Trump está intentando ahora, devolverlos al continente, pero se dieron cuenta de que eran comunidades que llevaban siglos allí. Descartaron ese proyecto, pero pensaron en «recolonizar» las islas del norte con más población blanca. Si observas el país en la actualidad, las islas del norte, excepto Brava, tienen un mayor porcentaje de mestizos que las del sur. Fogo, Santiago y Maio son islas negras, mientras que las de barlovento son más claras. La cultura de las islas es diferente, en gran medida, por esta razón.
Muy poco, porque la influencia que buscaron los caboverdianos fue la brasileña, sobre todo del nordeste, que tenía una cultura próxima a la nuestra, de gente muy humilde y tierra pobre. Escritores brasileños como Graciliano Ramos influyeron en nuestra literatura e hicieron que surgiera con claridad la idea de una narrativa que tradujera nuestra realidad a imagen y semejanza de lo que los brasileños habían hecho en su país.
No, nunca. Creo que sería un error intentarlo en lugar de hacer aquello que creo que hago mejor, escribir en portugués.
Perfectamente. Lo entiendo y lo respeto. Aunque yo no lo haga, pertenezco a un movimiento que trabaja para convertir el criollo en lengua oficial. Muchos de nosotros usamos una lengua que conocemos bien, aunque no tengamos la cultura de esa lengua. Entiendo cuando las personas quieren volver a las lenguas originales, porque es la lengua de nuestros sentimientos. Usamos las lenguas extranjeras porque conocemos su gramática, sus normas…, pero no tenemos el sentimiento de esa lengua. Y eso es importante.
Leo mucho. Entre los autores que más me influyeron están García Márquez, Jorge Amado o José de Queirós, sin contar con autores caboverdianos como Baltasar Lopes da Silva, Manuel Lopes o Luís Romano, que escribió un libro tremendo, Famintos. En este momento privilegio las lecturas históricas. Hace poco me topé con un libro escrito sobre Alemania después de la II Guerra Mundial, Tiempo de lobos [de Harald Jähner]. Me encantó. Tenía una gran curiosidad por saber qué piensa Alemania de sí misma después del conflicto. Estas son las lecturas que busco.
Ninguno en particular. Todos son interesantes, todos traen algo nuevo. Siempre que leo, que estudio, pienso en qué puede servir eso a mi tierra.
En este momento el mundo está dominado por Trump. Aunque la gente se queja de él, a veces pienso que Trump es un hombre, pero que hubo un pueblo que le votó mayoritariamente. Trump representa algo, lo peor del pueblo americano, pero ¿conocemos su historia? América es una tierra que tiene un mérito interesante, es una tierra en la que han surgido personajes como John Steinbeck o Gore Vidal y otros grandes escritores que la gente conoce, pero que también ha producido a Trump. Y estamos esperando a ver cómo el mundo va a reaccionar a las tropelías de Trump.
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