Publicado por Sebastián Ruiz-Cabrera en |
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Por Sebastián Ruiz
Por segunda vez en siete años, una elección presidencial en Gabón ha desencadenado disturbios violentos. Rico en petróleo, uranio y manganeso, el país se enfrenta a un futuro turbulento. La estrecha victoria del actual presidente Ali Ben Bongo sobre Jean Ping, encendió las principales ciudades del país y pidió un recuento de los votos. La crisis –la fiscal jefe del TPI, Fatou Bensouda, anunció a finales de septiembre que abrió una investigación sobre los crímenes cometidos tras las elecciones– estalló cuando Ping se declaró ganador, aunque tres días más tarde Bongo hizo suyo el resultado oficial anunciado por la Comisión Electoral.
Desde su independencia en 1960, Gabón ha consolidado fuertes vínculos económicos y diplomáticos con Francia, su antigua potencia colonial. Estas conexiones duraderas son una parte importante del análisis para entender la situación que vive hoy el pequeño país, de menos de dos millones de habitantes y donde se hablan más de 50 lenguas. En 2009, el entonces presidente francés, Nicolas Sarkozy, apoyó públicamente la candidatura de Bongo, tras la muerte de su padre, Omar Bongo, en el poder 42 años.
Pero Francia no es la única democracia occidental que ha respaldado el Gobierno de Gabón. La nación ha mantenido una dictadura blanda, basada en la política popular de equilibrio regional y un sistema bastante exitoso de redistribución de la riqueza nacional. Este binomio, mimado con delicadeza, ha ahorrado al país de los sangrientos conflictos étnicos de sus vecinos y templado la rapacidad de la clase política local.
En Gabón a menudo se expresa la desconfianza y el odio hacia el presidente, quien es visto como un intruso en la política tradicional, al imponerse en 2009 la lógica dinástica y también el carácter racista: corre el rumor de que Bongo fue adoptado por su padre al quedar huérfano en Nigeria durante la guerra de Biafra, a finales de 1960. Por el contrario, Ping es un político experimentado que puede presumir de talla internacional al haber trabajado como jefe de la Comisión de la Unión Africana.
Sea cual sea la casuística, lo cierto es que tanto Francia como la Unión Europea no se han posicionado ni presionado a Bongo para que permitiera un nuevo recuento de los votos. Esta tibia reacción internacional le ha dado cierta ventaja a Ping para proseguir en su particular carrera hacia el sillón presidencial, aunque no ha dudado en pedir a la comunidad internacional imponer sanciones al presidente Ben Bongo. A mediados de octubre, el líder opositor anunciaba la creación de una plataforma política denominada Coalición para la Nueva República. Según Ping, el nacimiento de esta estructura es parte de la “lucha por la restauración de la verdad de las urnas”, ya que todavía reclama su victoria en las elecciones presidenciales del pasado 27 de agosto.
En las próximas semanas Gabón surtirá de titulares a la prensa porque a pesar de que es un país rico –su PIB se encuentra entre los más altos del continente–, tiene una población empobrecida que se manifiesta descontenta en la calle y que no tiene resueltos elementos estructurales. La lucha por el poder, no ha finalizado.
Fotografía: La presidenta del Tribunal Constitucional gabonés, Marie-Madeleine Mborantsuo, seguida del presidente del país, Ali Ben Bongo, durante la ceremonia de investidura celebrada en Libreville el pasado 27 de septiembre. Comenzaba un nuevo mandato en medio de divisiones en el país / Getty Images
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