«La República Centroafricana es mi tierra prometida»

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P. Moses Otii, mccj


El misionero ugandés ha presentado en Madrid su libro Esperanza indomable, un retrato personal del conflicto en la República Centroafricana, pero también de la esperanza y los esfuerzos de su población por llegar a la paz.



El P. Moses Otii (Uganda, 1979), misionero comboniano destinado en Graz (Austria), entró muy joven al seminario menor, a los 13 años. Allí tuvo su primer contacto con los misioneros combonianos, que dirigían el centro. Desde ese momento, reconoce, «me sentí atraído por su carisma, trabajando con los pobres y salvando África con África», lo que le motivó a unirse a la congregación. Eso fue en 2006, cuando accedió al postulantado y al noviciado, que completó en Uganda, etapas tras las que llegó a Innsbruck (Austria) para estudiar Teología. Después de completar su formación, estuvieron pensando en enviarle a China, Egipto o Togo, aunque finalmente su primera misión sería en la República Centroafricana (RCA), un país al que llegó en 2012 y que le era desconocido: «La primera vez que me hablaron de la República Centroafricana, incluso para mí como africano, ni sabía dónde estaba, tuve que ir a buscarlo a Internet (…). Y entonces me di cuenta de que había un país llamado así». Este desconocimiento le generó dudas, pero, en cierto momento, «me abrí a lo desconocido y me dije, “Ok”, he elegido esta vida y ser un misionero, voy y a ver qué pasa».

El pasado mes de febrero el P. Moses estuvo en Madrid para asistir a una reunión junto con otros compañeros destinados en Europa y, además, para presentar la versión en castellano de su libro Esperanza indomable. Mis experiencias en la República Centroafricana, que ha salido adelante gracias al apoyo de Ángel F. de la Rosa, quien conoció al P. Moses y el proyecto de la parroquia de Fátima en Bangui a través de los testimonios misioneros que se envían por carta a benefactores y suscriptores de la revista MUNDO NEGRO. El libro, dividido en diez capítulos, es un testimonio personal sobre su experiencia en la citada parroquia, situada en uno de los barrios más castigados por la década de guerra que asoló el país. Es otra forma de acercarse a un conflicto que ha marcado la historia reciente del país en el corazón de África. De los años de enfrentamientos, el P. Otii destaca los impactos negativos a nivel personal como de la comunidad cristiana y del país «en el sentido que hubo destrucción. Destrucción de la vida, de la propiedad, de las relaciones entre las personas y las culturas, y también entre religiones», pero también se detiene en las repercusiones positivas, «en el sentido de que en vez de esperar solo lo negativo de las personas, emergieron otros elementos, como la solidaridad (…). La gente de la parroquia recogió comida, ropa y dinero para otras personas que eran atacadas en otros lugares, para apoyarlas y ayudarlas. Fue también positivo experimentar la solidaridad desde fuera. Las personas nos decían que rezaban por nosotros, que nos apoyaban. E incluso otros que querían compartir con nosotros lo poco que tenían. Y positivo también para mí fue que descubrí muchas cosas buenas en la juventud centroafricana».

Varios niños juegan al futbolín en una calle de Bangui. Fotografía: Archivo MN


Juventud, divino tesoro

La juventud es uno de los elementos con más presencia en Esperanza indomable. Para el misionero comboniano, ellos «son quienes tienen la capacidad de cambiar el país, positiva y negativamente. Son quienes pueden ser manipulados, darles armas para que hagan lo que puedan (…). Si se manejan bien, son quienes pueden transformar el país de forma positiva (…). Mi perspectiva cambió cuando me encontré con un grupo de gente joven motivada y preparada para trabajar por el cambio. Esa es la gente que necesita ser acompañada y apoyada». El P. Otii supo detectar ese grupo de personas jóvenes que eran parte de la parroquia, y que se desmarcaban de la gran mayoría. «Sin duda, hay una mayoría que busca qué comer y qué obtener a diario, que buscan oportunidades pensando en ellos mismos. Y encuentras unos pocos que realmente están interesados por el bien común. Encuentras a unos pocos que se sacrifican para trabajar por los otros».


El P. Moses sabe de la importancia de trabajar con el talento de los jóvenes centroafricanos pues «no todos quieren coger una pistola y pelear, sino cambiar el país con los dones y talentos que tienen. Y este aspecto positivo es el que ha hecho posible los proyectos que tenemos hoy». Quizá, uno de los mejores ejemplos de esto es Cédric Ouanekpone, un joven nefrólogo que siempre ha priorizado trabajar en su país y que está al frente del proyecto más ambicioso de cuantos se desarrollan en la parroquia: el complejo médico Mama Ti Fatima, que fue presentado junto con el libro del P. Moses. También en el recinto parroquial se encuentra el Centro de Mártires de Fátima, con múltiples programas de formación para jóvenes sobre fotografía, cine e incluso robótica, y que organiza el Festipaix, un festival de cine para la paz en el que los jóvenes tienen una importancia central.

Un vendedor ambulante pasa, en octubre de 2013, por delante de una puerta con pintadas de la Seleka. Fotografía: Jean Chung/Getty



El impacto del conflicto

A través de las páginas de Esperanza indomable, el P. Moses nos acerca a lo que supuso que la parroquia Nuestra Señora de Fátima se convirtiese, durante cuatro años, en un centro de acogida de personas afectadas por la violencia. Entre 2013 y 2017, más de 6 000 centroafricanos estuvieron refugiados en el recinto parroquial ante la situación de guerra que se vivía en el país para protegerse de una guerra presentada como un conflicto religioso entre los grupos armados Seleka y anti-Balaka. Para el misionero comboniano «el conflicto tuvo, principalmente, motivaciones económicas y políticas, pero quisieron utilizar la religión como un medio para conseguir sus objetivos». Aunque reconoce que esta narrativa tuvo éxito al dividir a las comunidades, «a nivel práctico los líderes religiosos trataron siempre de trabajar en conjunto. Como el imam cercano a la parroquia, con quien estuvimos colaborando. Y a nivel de la diócesis y del país, donde el cardenal trabajó también con el imam y con el pastor protestante (ver MN 625, pp. 16). Esto nos ayudó a trabajar juntos y a crear un buen ambiente. La llegada del Papa en 2015 ayudó a esto, lo que se concretó en su visita a la mezquita del PK5. Este aspecto ayudó al país a reunirse de nuevo y a mejorar el trabajo de diálogo interreligioso».

Durante la década que pasó en RCA, el P. Otii vivió varios ataques a la parroquia en la que trabajaba. Para él, el peor momento fue el 1 de mayo de 2018, cuando las milicias atacaron en medio de una celebración eucarística en la que participaban más de 3 000 personas. El comboniano ugandés rememora aquel episodio: «Imagínate a toda esa gente cantando alegremente y orando. Y entonces atacan y matan gente. Incluso uno de los sacerdotes fue asesinado. Como responsable de la parroquia, me sentí mal. Primero, me cuestioné si cometí un error al permitir a la gente venir a orar. Y después me pregunté por qué Dios permitiría algo así, cómo pudo permitir algo así en medio de aquella situación y por qué no nos protegió. Al día siguiente no toqué la campana con el objetivo de que la gente no viniese a rezar. Temía que si lo hacía, la gente podría venir y cabía la posibilidad de que se produjese otro ataque. También fue difícil para mi decir ‘oremos’. ¿Qué le pregunto? ¿Me rebelo y le pregunto que dónde estaba? Fue muy difícil para mí, como sacerdote, preguntarme todo eso. Pero sin siquiera tocar la campana, la gente vino a rezar. Ver llegar a la gente motivada a orar incluso en medio de toda aquella situación, me motivó. Sentía que me ayudaban a crecer en mi fe. Ya no era solo el sacerdote el que llevaba la fe a los otros. Nos movíamos juntos. Nos animábamos unos a otros. Que la comunidad cristiana viniese a rezar incluso sin que sonara la campana fue algo muy fuerte. Dios estaba allí incluso en medio de aquella situación».

Entrada a la parroquia de Nuestra Señora de Fátima, en la capital centroafricana. Fotografía: Archivo MN



Palabras de esperanza

A pesar de la dureza de lo que uno se encuentra cuando se sumerge en la lectura de Esperanza indomable, sobresale la fuerza de la esperanza y de las ganas de una comunidad por superar los horrores de la guerra y reconstruir una sociedad que consiga vivir nuevamente en paz. El P. Moses, ahora en Graz, desde donde está acabando sus estudios de doctorado y presta servicio en casi una decena de parroquias, afirma que sigue muy vinculado a su familia centroafricana: «El mensaje principal es que no se abandona lo que hemos empezado juntos». Su despedida del país no fue fácil, pues, según asegura, «las mejores amistades se desarrollan durante tiempos de dificultad. Los verdaderos amigos los consigues cuando compartes momentos complejos. Y esa fue la amistad que tuve con la gente de la RCA. La amistad que tuve con el país es muy profunda. Compartimos muchos dolores y fue muy difícil mudarme de allí. Pero, al mismo tiempo, soy un misionero y sé que no puedo tener mis raíces en un sitio, por eso me moví. Pero a pesar de haberme movido, el amor por el país y sus gentes aún permanece».

Según recoge en su libro, la RCA se convirtió en su tierra prometida, pero «no en el sentido de que tuve todo lo que necesitaba», sino «en el sentido de mi identidad misionera, me ayudó a formarla». La RCA, para el P. Moses, ha sido «ese lugar en el que había un trabajo en conjunto, ese aprendizaje de uno a otro, y eso fue muy importante para mí, porque aprendí mucho de la gente, de la experiencia. Por eso digo que es mi tierra ­prometida».

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