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Gaétan Kabasha es sacerdote, de origen ruandés y trabajó en República Centroafricana entre 2003 y 2011. Desde entonces hasta hoy se encuentra en España investigando para una tesis doctoral en Filosofía. Como experto en el mundo africano y gran conocedor de la realidad en República Centroafricana ha participado esta semana en la segunda edición del ciclo «Crisis olvidadas: haciendo visible lo invisible», organizado por La Casa Encendida, en colaboración con el Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH). Le preguntamos por la crisis que atraviesa el país tras el nuevo brote de violencia.
Por Javier Sánchez Salcedo y Gonzalo Gómez
¿Cómo es la situación actual en República Centroafricana?
Todo el mundo pensaba que el país iba caminando hacia la paz y la organización de las elecciones, pero ha estallado otra vez la violencia de una manera un poco difícil de entender. El día 26 de septiembre se descubrió el cadáver de un musulmán degollado en un barrio no musulmán. La gente llevó el cadáver a la mezquita central. Cuando los musulmanes vieron el cadáver degollado, varios jóvenes cogieron machetes y otras armas y empezaron a atacar a los no musulmanes. Por su parte, los anti-Balaka, la milicia que defiende a los no musulmanes, también se armó. Los jóvenes se levantaron en los barrios y comenzaron los enfrentamientos otra vez. Pero esta vez, en lugar de enfrentamientos entre Seleka y anti-Balaka, estos últimos empezaron a moverse por toda la ciudad, atacando barrios incluso en los que no hay musulmanes, saqueando sedes de ONG, atacando a las instituciones públicas. Incluso parece que se organizaron para ir a la presidencia y tomarla, porque decían que el Gobierno de transición era ineficaz y tenía que irse, y que las fuerzas internacionales también tenían que irse. El balance oficial es de 66 muertos. Hay quienes piensan que son más. Y más de 300 heridos.
Más que un enfrentamiento derivado de represalias, se piensa entonces que ha habido cierta organización.
El punto de arranque fue ese cadáver, y luego los que empezaron a atacar fueron los jóvenes musulmanes de Kilómetro 5, que es un barrio musulmán. A partir de ahí todo lo que se desarrolla tiene un punto de inflexión en los anti-Balaka. Fueron estos quienes entraron en todos los barrios y parece que tenían el plan de derribar las instituciones y quitar el Gobierno de transición. A la vez, clamaban contra las fuerzas internacionales, los cascos azules. Por eso se piensa que había un plan detrás para llevar a cabo un golpe de Estado, que es lo que dijo la presidenta de transición Catherine Samba-Panza. Muchos observadores piensan que había una organización detrás de esto y que probablemente ese cadáver fue algo manipulado para poder desatar la violencia, crear un caos y provocar el golpe de Estado. La gente cree que detrás de estos disturbios están los antiguos presidentes. Claro, esto es un tema en la sombra, ellos nunca te dirán que están detrás. Pero hay algunos que creen que el presidente [François ] Bozizé está detrás de los anti-Balaka, y que como se iban a celebrar las elecciones y su candidatura está descartada, quiere crear el caos para que haya ciertas negociaciones y que se acepte que pueda ser candidato. Igual, [Michel] Djotodia, jefe de los Seleka, también puede estar detrás porque también él quiere ser candidato. Son especulaciones y el Gobierno de transición apunta en esa dirección. Todo es posible. Los que han visto de cerca cómo han actuado los anti-Balaka, dicen que había una organización, que no fue algo repentino.
¿Cuál es la situación humanitaria en este momento?
Cuando se desató la violencia por primera vez hace dos años, muchos habitantes de Bangui, de los barrios donde hubo disturbios, huyeron. Muchos a campamentos cerca del aeropuerto, otros a las iglesias. Luego, poco a poco, como fue llegando la calma y la tranquilidad a algunas zonas, muchos volvieron a casa, pero miles de ellos se quedaron en los campamentos. Con esta violencia que acaba de desatarse ahora, se piensa que más de 45.000 personas se han añadido a los campos de refugiados. Lo que pasa es que como los anti-Balaka saquearon los organismos internacionales, como el Programa Mundial de Alimentos o Médicos Sin Fronteras, los que están en los campos de refugiados no están atendidos. Esto supone que va a haber una catástrofe humanitaria si no se organiza muy rápidamente otro tipo de ayuda.
¿Cómo valora el papel del Gobierno de transición liderado por Samba-Panza?
Realmente este Gobierno de transición es muy débil. Cuando se eligió a Samba-Panza todo el mundo tenía esperanza. Por primera vez la presidenta era una mujer, había sido alcaldesa de Bangui y no tenía antecedentes de corrupción en la política. Todos creían que iba a hacer algo nuevo. Pero cuando llegó cayó en la misma trampa que todo el mundo, la corrupción, incluso una corrupción muy obvia, y perdió la credibilidad. De manera que la gente ya no cree en el Gobierno de transición. Además, este Gobierno no tiene fuerzas de seguridad, no tiene Ejército, no tiene Policía, no tiene nada. Porque el Ejército nacional fue deshecho por los Seleka cuando expulsaron al presidente Bozizé, y hay un decreto de la ONU que impide la circulación de armas más allá de los cascos azules, lo que hace que el Gobierno no pueda reconstituir el ejército nacional. Por otra parte, tampoco parece que tenga intención de hacerlo. Entonces cuando se desata una violencia así, el Ejecutivo realmente no sabe qué hacer, no tiene fuerzas para intervenir y no tiene credibilidad para parar el fuego. Solamente confía en los cascos azules y en los militares franceses de la operación Sangaris.
¿Qué se espera para los próximos días? ¿Se celebrarán las elecciones?
Todo el mundo dice que hay que organizar las elecciones, porque las autoridades que están allí son autoridades transitorias sin credibilidad. La gente, los observadores y la comunidad internacional dicen que hay que celebrar elecciones para dar al país autoridades legítimas. Se sabe que es muy difícil porque el país no está apaciguado, no hay estabilidad en todas las regiones. Pero la gente dice que es mejor que haya malas elecciones a malas autoridades. No se sabe cuándo, pero la gente está insistiendo y presionando para que se hagan antes de fin de año.
¿Por dónde podría venir la solución al conflicto?
El problema de República Centroafricana es tan complejo que realmente no hay una solución matemática. Pero si hay autoridades legítimas, que además saben hacer bien las cosas, se puede ir progresivamente al desarme. Yo estuve allí hace dos meses, estuve hablando con unos y otros, y muchos me decían que ya están cansados del conflicto. Hasta los que tienen armas dicen que si les ofrecen algo más son capaces de dejar las armas. Los Seleka, que tienen controles en las carreteras, dicen que tienen controles para sobrevivir. Las armas se han convertido en una oportunidad para buscarse la vida. Luego dicen “si dejo ahora mi arma, el pueblo al que he maltratado me puede apedrear”. Por lo tanto, hace falta que haya más medidas de seguridad, una autoridad legítima y medios económicos, porque hacen falta. Para desarmar a la gente no es suficiente con decir: “tú me das tu arma”. Te tengo que entregar algo de dinero para que puedas integrarte en la sociedad y hacer otra cosa. Si hay una autoridad que trabaja bien y hay medios económicos, esa autoridad puede ir formando un Ejército nacional más neutro, más profesional, y poco a poco, pero a largo plazo, creo que se puede llegar a consolidar la paz.
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