
Publicado por Chema Caballero en |
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En una intervención ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el 10 de noviembre pasado, los representantes de la Oficina de las Naciones Unidas para Asuntos de Desarme y de Interpol dieron la voz de alarma sobre la proliferación de armas pequeñas y ligeras (APL) en todo el mundo, con especial incidencia en el continente africano.
En su exposición, los expertos señalaron que las armas pequeñas y ligeras ilícitas están alimentando una «cadena de violencia» que transciende las fronteras nacionales, conectando conflictos en distintas regiones del mundo, desde el Sahel hasta Haití. Esto implica a actores del crimen organizado, milicias y redes transnacionales de tráfico de armas, lo que dificulta su contención por parte de un solo Estado. Señalaron que «más de mil millones de armas de fuego están en circulación en todo el mundo». Además, los ponentes recordaron que las armas pequeñas y ligeras no solo afectan a conflictos declarados, sino también a la violencia urbana, el crimen organizado, los desplazamientos internos y la violencia de género.
Muchas de estas armas provienen de desvíos de depósitos estatales o de la cadena de suministro y, en algún momento, acaban en manos de grupos armados no estatales. Esta práctica tiene especial repercusión en África y genera mucha tensión, hasta el punto que los expertos afirmaron que la proliferación de armas pequeñas y ligeras es «un cáncer que impulsa la inestabilidad en el continente».
Uno de los puntos más importantes de la declaración fue el referido a las llamadas «armas fantasmas (ghost guns)». Se trata de armas fabricadas por particulares, imposibles de rastrear, que suelen producirse con impresoras 3D, piezas fácilmente disponibles o armazones sin terminar que carecen de número de serie. Dado que no están registradas, y a menudo se ensamblan fuera de las cadenas de suministro formales, eluden los sistemas tradicionales de control y rastreo de armas, como el Protocolo de las Naciones Unidas sobre Armas de Fuego o la base de datos iARMS de Interpol.
Si bien África lleva mucho tiempo sufriendo la entrada de armas pequeñas y ligeras convencionales procedentes de zonas de conflicto, las armas fantasma introducen un nuevo estrato de complejidad. La tecnología 3D es cada vez más accesible en zonas de Sudáfrica, Nigeria y Kenia, donde los laboratorios de fabricación digital (FabLabs) y los espacios maker operan con una supervisión mínima.
Un FabLab (abreviatura de Fabrication Laboratory, es decir, «laboratorio de fabricación») es un taller de producción digital abierto al público donde las personas pueden diseñar y fabricar objetos físicos utilizando herramientas controladas por ordenadores. Un espacio maker (también conocido como maker space o espacio de fabricación) es un lugar colaborativo donde las personas pueden aprender, diseñar y construir cosas utilizando herramientas tecnológicas y manuales.
Los mercados en línea y los foros de la dark web permiten compartir planos CAD para piezas de armas y tutoriales para su fabricación casera. Las redes criminales transnacionales y de la diáspora pueden introducir receptores o kits sin terminar de contrabando a través de canales comerciales legítimos, para luego ensamblarlos localmente.
Evidentemente, la proliferación de armas fantasmas en África conlleva graves consecuencias para la seguridad en el continente y socava los marcos de control de armas existentes, ya que estas evaden el seguimiento de los números de serie, lo que hace prácticamente imposible el rastreo forense de las mismas. De igual modo, permite que insurgentes, milicias y grupos criminales se armen de forma barata y clandestina. Complica los esfuerzos de desmovilización y desarme (DDR) de combatientes en regiones que salen de un conflicto, ya que las armas fantasmas difuminan las líneas entre las armas legales e ilegales. Y, también, aumenta el riesgo de delincuencia urbana y violencia política, especialmente en países con fuerzas del orden débiles y corruptas.
Los expertos en el tema señalan algunos ejemplos e indicadores tempranos en África de las consecuencias de la proliferación de las armas fantasmas. Por ejemplo, en Sudáfrica, la policía ha informado de incidentes con armas de fuego caseras o impresas en 3D recuperadas en delitos relacionados con las pandillas de Ciudad del Cabo y Johannesburgo. En las regiones del noroeste y el cinturón medio de Nigeria se ha observado un aumento de armas fabricadas localmente, algunas de las cuales se sospecha que incluyen componentes importados de armas fantasmas. En todo el norte de África, se informa que redes criminales vinculadas a la trata de personas, el tráfico ilícito de drogas y a otras mercancías están experimentando con la producción casera de armas para evadir controles fronterizos.
Esta tendencia se entrelaza con la ya existente «cadena de violencia» en África: los conflictos en curso en el Sahel, el Cuerno de África, la región de los Grandes Lagos, la República Centroafricana o el norte de Mozambique, por no hablar de las disputas entre grupos pastoriles y campesinos, impulsan la demanda de armas pequeñas. El fenómeno de las armas fantasmas facilita el acceso a los actores armados, lo que podría alimentar nuevos microconflictos y fortalecer a los grupos criminales. A todo esto contribuye la debilidad de los marcos regulatorios, la limitada capacidad de investigación y la falta de conocimientos digitales entre las fuerzas del orden, lo que dificulta enormemente la detención y, sobre todo, la prevención.
En definitiva, la proliferación de armas fantasmas representa una nueva frontera en el panorama de la seguridad africana, que fusiona la tecnología digital, el crimen organizado y la dinámica de los conflictos. Si no se aborda, corre el riesgo de socavar décadas de progreso internacional en el control de armas, convirtiendo el problema armamentístico existente en el continente en una epidemia de violencia indetectable.
Fotografía: Jospin Mwisha / Getty
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