Lucía Asué Mbomío Rubio: «Sabemos muy poco y por eso preguntamos a quienes sí saben»

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Lucía Asué Mbomío Rubio, periodista y escritora

«Soy de Alcorcón. Trabajo en televisión, en el programa Aquí la Tierra, y colaboro en distintos medios, entre ellos Píkara o Infolibre. También estoy metida en un lío precioso que se llama «Afromayores», entrevistando a personas negras de más de 65 años para que nos cuenten cómo es cumplir años lejos de su tierra».






¿Por qué decidiste estudiar Periodismo?

Tuve un referente fabuloso, mi primo Joaquín Mbomío. Estudiaba Periodismo en Francia y venía los veranos a casa para vernos cuando yo era pequeña. Jugábamos a entrevistarnos y grabábamos programas de radio en cintas de casete. Sembró en mí la semilla de querer saber más, de hacer preguntas, de interesarme por las personas que tengo delante. Desde niña quería ser locutora y escritora. Empecé en Onda Fuenlabrada como becaria, pasé por EFE y luego entré en televisión, algo que pensaba que jamás podría hacer porque no había muchas mujeres negras en la tele. Pero mira, llevo allí casi 20 años. Después llegaron otras cosas, como lo de escribir libros. 



De los medios en los que has trabajado, ¿cuál te gusta más?

Me gusta picar un poco de todo, pero el documental es un formato que me encanta porque te da el tiempo necesario para poder profundizar en las historias. Te permite investigar más, dispones de más tiempo para grabar, puedes hacer más preguntas y dar espacio para que las personas desarrollen sus respuestas. Es algo que no puedes hacer en televisión, donde siempre estás corriendo.



Si tuvieras todos los recursos en tu mano, ¿qué proyecto harías?

Aprendo con todo lo que estoy haciendo. Aquí la Tierra es un regalo. Ponemos en valor el entorno rural y entrevistamos a personas con más de 60 años que tienen pocas oportunidades de ser entrevistadas. También tengo la posibilidad de hacer una columna en Infolibre, donde hablo de las periferias. Todo lo que hago se conecta porque siempre hablo de las periferias, ya sean literales, cuando hablo de los extrarradios de las grandes ciudades, o figuradas, cuando entrevistamos a gente mayor o a personas migrantes y racializadas que no suelen estar en la agenda mediática. El proyecto «Afromayores» es un ejemplo. Entrevistamos a personas migrantes mayores de 65 años. Sus historias nos parecen fundamentales para construir la narrativa de quienes nos precedieron y nos allanaron el camino. Pero si tuviera tiempo para hacer un documental de un tema que todavía no he tratado, entrevistaría a mujeres que están en las cárceles. No solo me interesa por qué están ahí, sino, sobre todo, cómo se encuentran y quién las visita. Lamentablemente, las mujeres que están en la cárcel reciben muy pocas visitas y la sociedad las estigmatiza mucho.

Lucía Asué Mbomío Rubio el día de la entrevista. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo




¿Qué se necesita para ser buen periodista?

Curiosidad siempre. Y humildad. Ser muy conscientes de que sabemos muy poco y que por eso preguntamos a quienes sí saben. Ese es el punto de partida 



¿Cómo te informas en estos tiempos de tanta rapidez y desinformación?

En este tiempo de desinformación, de mala información, de información incompleta o de bulos, hasta a mí siendo periodista me cuesta. Acudo a los periodistas en los que creo y a los medios no generalistas que están haciendo una muy buena labor dedicando más tiempo a contar las historias, saliéndose de la inmediatez. Me gusta lo que dicen en CTXT: «Orgullosas de llegar tarde a las últimas noticias». Me gusta esa idea de no correr para poder contrastar de forma adecuada. 



Llevas tiempo investigando sobre la representación de las personas negras en los medios. ¿Cómo ves el panorama?

Lamentablemente siento que no hay avances. Seguimos encerradas en cuatro lugares comunes: la inmigración, el racismo, los delitos y, de vez en cuando, historias heroicas como la de hombres en situación irregular que ayudaron en la dana o la de alguien que ha salvado a un bebé escalando un edificio. A pesar de que se están haciendo buenas propuestas desde distintos medios y desde las redes sociales, estamos enclaustrados en la idea de que somos gente que llega pero nunca está. Como dice Gorsy Edu, «eternos huéspedes, pero jamás vecinas y vecinos». Necesitamos una narrativa de lo cotidiano de la gente que estamos aquí, como esta entrevista que me estás haciendo tú en la  que me preguntas en mi calidad de periodista. A esto se suma el auge de algunos medios de comunicación que, en realidad, son panfletos de la extrema derecha que contribuyen a amplificar bulos. 

Lucía Asué Mbomío Rubio el día de la entrevista. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo



¿Sería diferente con más personas racializadas trabajando en los medios?

No se trata solo de meter a gente racializada para tapizar con nuestras pieles las sillas de las redacciones, sino entender que nuestras fuentes van a ser mucho más amplias y no vamos a entrevistar a las personas negras migrantes solo en calidad de personas negras o migrantes. Tenemos amigas y conocidas que son trabajadoras sociales, cocineras, barrenderas, futbolistas, dependientas, científicas… Incluir a todas estas fuentes sería mucho más transformador.



¿Irá cambiando con el paso del tiempo?

Es cuestión de intención, no solo de tiempo. He dado charlas sobre representación en los medios incluso en la Universidad de Princeton, pero nunca en un medio de comunicación español, salvo algo corto en À Punt. Me ofrezco para darlas gratis, pero no hay intención. Sin autocrítica desde los medios en este asunto poco se puede hacer salvo continuar creando narrativas desde nuestros lugares para horadar un poco este sistema. 



Hablemos de tu trabajo como escritora ¿Siempre te interesó la literatura?

Mi padre me enseñó a leer cuando tenía tres años. Ha sido maestro y supongo que tenía que pasar que yo devorara los libros con mucha hambre por saber y conocer mundo. En mi entorno se leía a escritores de Guinea Ecuatorial como Joaquín Mbomío, Donato ­Ndongo, que es amigo de la familia, Eugenio Nkogo, Francisco Zamora, Remei Sipi o el profesor Justo Bolekia. Después de escribir Las que se atrevieron e Hija del camino me atreví con el realismo mágico en Tierra de la luz para hablar de historias que no tienen que ver conmigo y para expresar sentimientos que me cuesta expresar porque mi madre es segoviana y mi padre fang y en casa no se hablaba de sentimientos. Jugar en esa línea entre la ficción y la realidad me permite hablar de sentimientos y abordar otros mundos cuando el entorno es demasiado duro. El realismo mágico sirve para expresar dolor sin que duela tanto a quien lo lee. 

Lucía Asué Mbomío Rubio el día de la entrevista. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo


Tierra de la luz está ambientada en las huertas de Europa y habla de la situación de los temporeros migrantes africanos. Me parece que tus novelas son un reflejo de tu faceta como periodista. ¿Te interesa explicar realidades que quieres que se conozcan o contar lo que te pasa por dentro?

Supongo que siempre es una mezcla entre lo que me pasa a mí por dentro y lo que está sucediendo pero no tiene hueco. Ha habido documentales y series que hablan de las huertas de Europa, pero quiero poner mi profesión al servicio del antirracismo y siento una necesidad grande de contar. Si critico la deshumanización que hay en los medios, tengo que humanizar a través de lo que escribo. 



¿Cómo surgió la idea para la novela?

Este libro lleva gestándose mucho tiempo y nace de la rabia. Santiago Zannou dice que tenemos que convertir nuestra rabia en el motor de nuestras creaciones. Cuando fui a Haití y estuve en campos de personas desplazadas por el terremoto, y en campamentos de Líbano con personas sirias y palestinas, las historias que me contaron me dejaron un poso. Después bajé a la huerta de Europa con Seydou Diop, que está en Huelva, y con Helen Digala, de la plataforma Alcemos la voz África. Conocí a gente que está allí en el día a día y me impresionó lo que vi. Pasó un tiempo, todo se colocó en mi cabeza y encontré la manera de contarlo en este libro que tiene mucho trabajo y mucho dolor. Es un ejercicio para explicar que no existe una única manera de migrar, que cada persona tiene un porqué y un sueño, que muchos de esos sueños se han roto de distintas formas y que cada uno hace lo que puede para, a pesar de todos los obstáculos, sobrevivir y continuar. 



En las presentaciones de Tierra de la luz te están acompañando algunas de estas personas que has conocido y que trabajan en los invernaderos.

Quiero que se escuche primero a estas personas. Me provoca mucho pudor no hacerlo. No es justo que yo tenga ese espacio para poder contar y que quienes realmente padecen no lo tengan. Estoy intentando que esta gente pueda expresarse y cuenten que, lamentablemente, la realidad es mucho más dura que la ficción. 


Por acabar con literatura, ¿qué libros han sido fundamentales en tu vida?

Las tinieblas de tu memoria negra, de Donato Ndongo. Todo se desmorona, de Chinua Achebe. Mujeres, raza y clase, de Angela Davis. La estación de las sombras, de la camerunesa Léonora Milano, que me pareció preciosísimo porque habla de los palenques, de los lugares de resistencia en el período de la esclavitud, pero en el continente africano. Y el realismo mágico de García Márquez, Chigozie Obioma, autor de Los pescadores, o Camila Sosa con Las malas.   



Con ella

«En la foto estoy con mi primo Joaquín Mbomío. Estamos leyendo un periódico y detrás tenemos una radio. A eso jugábamos, a ser periodistas. El retrato es un cuadro de Tina Ramos. Ella pinta sobre cartones y me inspiró para construir al personaje de la madre de la protagonista de Tierra de la luz».



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