Publicado por Andrew Bwalya en |
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La relación de China con África está bien documentada. Es una larga historia de amor basada en una necesidad compartida por sobrevivir en un sistema político y económico global en rápida transformación. Pekín acogió en septiembre la IX Cumbre del Foro de Cooperación China-África (FOCAC), en la que el gigante asiático prometió destinar unos 50.000 millones de dólares a África en los próximos tres años.
China no está haciendo caridad ni jugando a ser Papá Noel en África, sino que tiene sus propios intereses en el continente. Uno de ellos es el acceso continuo y sin trabas a recursos naturales esenciales. África también se ha convertido en un mercado grande y lucrativo para sus productos manufacturados. En todos los hogares del continente hay algún producto «Made in China».
¿Qué gana África con este matrimonio? Podemos apuntar claramente al desarrollo de infraestructuras. Hasta ahora, la mayor parte de la inversión china en África ha sido en forma de subvenciones y préstamos para financiar grandes obras en el continente: escuelas, hospitales, presas, estadios, carreteras, líneas ferroviarias…
La IX reunión del FOCAC buscaba profundizar aún más en ese matrimonio y los 50.000 millones de dólares prometidos se destinarán a ayuda alimentaria y militar, además de promocionar la agricultura, la industrialización y, por supuesto, las infraestructuras. Los críticos sugieren que, con tales compromisos, China simplemente está atrayendo a África a una trampa de deuda.
Los líderes africanos no lo creen así. El presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, hablando con periodistas en Pekín, rechazó ese concepto. La mayoría de los países africanos ven a China como una alternativa al enfoque de ayuda que ofrecen Estados Unidos y la Unión Europea. A menudo, se percibe que estos tienen una actitud condescendiente con África, lo que ha dado ventaja a China. El sentimiento antifrancés en algunas de sus antiguas colonias, por ejemplo, refleja esta realidad. África está gravitando hacia Pekín porque se le percibe como un socio respetuoso y sin actitudes neocoloniales. El presidente Xi Jinping habló de esto en el discurso de apertura del FOCAC: «Desde el final de la II Guerra Mundial, las naciones en desarrollo, representadas por China y los países africanos, han logrado la independencia… y han estado esforzándose por corregir las injusticias históricas».
Con independencia de cómo evolucione el matrimonio entre China y África, esta debe esforzarse por lograr la independencia económica. Los 50.000 millones de dólares que China está ofreciendo, divididos entre los países africanos, es poco en realidad. Habrá que invertirlos en sectores que generen beneficios no solo para las élites, sino para la mayoría de los ciudadanos pobres. Tendría sentido, por ejemplo, priorizar el proceso de industrialización y mejorar el sector agrícola. La introducción de la tecnología en estos sectores cruciales también podría impulsar a África a convertirse en una potencia económica. Es fundamental hacer hincapié en las cadenas de valor locales. De este modo se aceleraría la creación de empleo y se abordaría el problema del desempleo juvenil.
El tiempo en el que África se limitaba a exportar materias primas debe llegar a su fin. El continente necesita desarrollar un sector manufacturero dinámico que pueda presentar en el mercado mundial productos de calidad con la etiqueta «Made in Africa».
El FOCAC, creado en 200o y convocado cada tres años, necesita también de estructuras transparentes de seguimiento y evaluación de sus acuerdos de cara al futuro. Las necesitamos. De lo contrario, estas reuniones se convertirán simplemente en sesiones fotográficas para los líderes africanos.
En la imagen superior, el ministro de Asuntos Exteriores de China, Wang Yi (C), el ministro de Asuntos Exteriores de Senegal, Yassine Fall (I), y el ministro de Asuntos Exteriores del Congo, Jean-Claude Gakosso, asisten a una rueda de prensa conjunta en la Cumbre 2024 del Foro de Cooperación China-África (FOCAC) en el Gran Salón del Pueblo el 5 de septiembre de 2024 en Pekín, China. Fotografía: VCG/Getty.
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