
Publicado por Javier Fariñas Martín en |
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Yo diría que el epígrafe de un libro no siempre es el inicio. De hecho, diría que no lo suele ser. ¿Cómo llegué a esa cita? Había terminado de escribir el libro, lo había mandado a la editorial y estaba releyendo Azar, de Conrad, y de repente vi esta frase. Pensé que describía muy bien lo que estaba tratando de contar en la novela y decidí incluirla.
Supongo que sí condicionan al libro, de hecho las calificaría como una referencia intertextual a algo. Normalmente se trata de una cita, uno no se inventa una frase para incluirla ahí y, en general, se busca una que tenga relación con lo que uno va a narrar después o que, de alguna forma, aporte o contribuya a lo que uno va a contar. A veces también sirven para enfatizar y poner una atención especial sobre algún aspecto de la novela. En este caso, muchas veces, cuando las personas dicen que van a ser especiales o mejores, probablemente no va a terminar siendo así. Esta era un poco la intención.
Es verdad, tienes razón, es gente que no es excepcional. Mi idea inicial era presentar a tres personas que no han tenido suerte en la vida, que no tienen vidas especialmente afortunadas. Badar es huérfano, a Karim le ha abandonado su madre y Fauzia es una persona a la que cría una madre con mucha ansiedad. Todos vienen con distintas cargas, tienen una vida que les ha venido dada y hay que ver qué es lo que hacen con las cartas que les han dado. Cada persona debe lidiar con lo que tiene en la vida. Si uno nace en un contexto excepcional, está bastante claro lo que va a pasar: desde niño tiene una vida fácil, va a colegios buenos, a universidades buenas…. A mí la gente que desde el principio parece extraordinaria no es el tipo de gente que me interesa. Me interesa la gente que, de alguna forma, prospera.
En África hay muchísimas diferencias y, en mi caso, no se trataba de una metáfora para hablar del continente, sino de la idea de que esto puede pasar en cualquier lugar y de cómo la gente juega con las cartas con las que ha nacido. Es muy importante tener en cuenta que [en la novela] tanto la localización (Tanzania) como el período (años 90) son muy específicos, por lo que entran otros factores en juego: las injusticias, los momentos históricos de las familias, qué hace que los hijos hereden determinadas cosas… Hay que observar el contexto político, el impacto del colonialismo, la independencia, el turismo, las cosas que pasan en ese lugar en concreto. La historia no hubiera sido la misma si hubiera sucedido en Egipto o Sudáfrica.
No estaba tratando de sugerir que otras formas de conocimiento sean menos importantes ni que estén por debajo en un orden jerárquico, o que no es más importante, por ejemplo, la literatura que la narrativa histórica. Hablaba de fructífero en el sentido de un compromiso más complejo. Cuando uno lee literatura, lo primero que busca es el placer. Si uno no obtiene placer leyendo, abandona el libro. Sucede un poco lo mismo con la música. Cuando uno lee literatura, puede conseguir identificarse o tratar de buscar, de aprender cosas nuevas. O ser consciente de que hay otras personas que pertenecen a mundos muy distintos, pero que no son muy distintos a uno mismo. Eso es lo que convierte a la literatura en algo fructífero, y no solo la transmisión de información o conocimiento.
Me gusta leer cosas nuevas y también cosas que he leído antes. Recientemente he disfrutado con Los emigrados, de W. G. Sebald, que cuenta cuatro historias de judíos alemanes que se van a Inglaterra tras la II Guerra Mundial. Tengo la suerte de que la gente me manda sus libros o me pide que lea determinadas cosas.
Varía un poco. Antes hablábamos de lo que es fructífero, y hay veces que lo que más disfruto es la escritura en sí misma, la narración. Muchas veces uno empieza a leer un libro que nunca hubiera elegido tras ver el resumen o que alguien te dice que te lo leas, pero empiezas y acabas enganchado. Me gusta ir así, con la mente abierta. Hay cosas que sé objetivamente que no me gustan, como las novelas fantásticas, las que son violentas o describen hechos horribles, pero sí me gusta fiarme de la forma de describir, de la narrativa.
Bueno, yo creo que también se mencionan otras referencias que no son occidentales en la novela como Hafez [poeta persa del siglo XIV] o la guatemalteca Rigoberta Menchú. Creo que describimos a una persona joven que tiene curiosidad intelectual y que hay cosas que le enganchan más que otras. En este caso, a Fauzia todo lo latinoamericano le atrae por algún motivo. En el caso de Badar, por casualidad escucha en la radio hablar de un poeta persa que se llama Hafez, del que luego aparece una cita. Yo no diría que los referentes sean principal ni exclusivamente occidentales. Por otro lado, yo creo que la literatura y la escritura son algo que nos pertenecen a todos. Si lo que está disponible delante de tu vida en un momento dado es eso, coges eso, te enganchas a ello y luego vas buscando otras cosas.

Wa Thiong’o podía pensar como quisiera, pero me parece una simplificación de la realidad pensar que porque usas una lengua tu mente está capturada por todo lo relacionado con esa fuente que utilizas en la literatura. En su caso, argumentó que para liberarse él mismo y su pensamiento iba a escribir en su lengua nativa, que era el kikuyu. Yo no creo que todo el mundo se siente presa del lenguaje. No aceptas todo de la cultura de la que proviene el idioma que utilizas, sino que puedes conectar solo con determinadas cosas del idioma. No por utilizar el inglés uno se convierte en esclavo de los ingleses. Me parece una simplificación.
Bueno, en primer lugar hay que señalar que hay muchísimos tipos distintos de colonialismo. El europeo occidental diría que es, en líneas generales, distinto a otros como el otomano o el ruso, que están principalmente basados en la colonización de la tierra. España y Portugal, por ejemplo, atravesaron océanos para colonizar, por lo tanto llegaron a paisajes, culturas e idiomas distintos. El colonizador europeo ha sido muy diferente. También hay que tener en cuenta las épocas en las que se produjo la colonización, del siglo XVI al siglo XIX, y también depende mucho del colonizado, porque pueden surgir diferencias de poder entre colonizador y colonizado. Por ejemplo, pensando en el Reino Unido, si cuando inicia el proceso colonizador se encuentra en una situación de debilidad, se ve en la necesidad de negociar para sacar lo mejor de los nativos. Hay diferentes formas y siempre hay que tener en cuenta el lugar y el tiempo. Lo que sí tienen en común los diferentes procesos colonizadores es que, en general, el colonizado pierde el control de su vida, le quitan su tierra y, a veces, incluso le quitan su vida de las manos. Por eso, cuando Fauzia escucha hablar de la conquista de Perú, y es cierto que es una cosa que a ella le afecta especialmente, se siente identificada, pero no necesariamente porque ella provenga de un pueblo que haya sido colonizado, sino que mi intención es que sea una respuesta humana a la colonización. Lo que quiero decir es que ella, a lo mejor, se hubiera sentido exactamente igual si hubiera venido de otro sitio. Se trata, más bien, de una forma de empatía humana.
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