No se puede cerrar los ojos

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Los obispos congoleños piden a los sacerdotes con hijos que abandonen su ministerio


La Conferencia Episcopal de República Democrática de Congo (CENCO) ha dirigido a todo el clero del país una exhortación centrada en la situación de los hijos nacidos de la relación entre una mujer y un sacerdote.

El documento, titulado A la escuela de Jesucristo. Por una vida sacerdotal auténtica, comienza recordando y valorando a los sacerdotes que viven sus compromisos sacerdotales con fidelidad. El texto, publicado a principios de marzo, fue rubricado por todos los obispos de la CENCO.

Tras subrayar la fidelidad de muchos sacerdotes, los prelados abordan con valentía la falta de vida sacerdotal auténtica de algunos de ellos. La cuestión sobre «la castidad sacerdotal y la apreciación moral y jurídica de los actos relacionados con la sexualidad de los sacerdotes» ha entrado en el debate público y ya no se puede cerrar más los ojos porque constituye «un gran desafío pastoral para la Iglesia-Familia de Dios en RDC», según se indica en la exhortación.

El documento dedica numerosas páginas a ensalzar la belleza de la castidad y del celibato sacerdotal como don para una mayor fecundidad espiritual y pastoral, como expresión del misterio de la configuración con Cristo o como camino de santificación. Los obispos reconocen que «la práctica del celibato no es una exigencia para la naturaleza del sacerdocio», pero también recuerdan que para la Iglesia latina el celibato no es únicamente una ley, «sino, en primer lugar, un don, un carisma profundamente relacionado a la gracia de la llamada y de la ordenación». Abrazar el celibato jamás se impone sino que se le propone al candidato al sacerdocio, que debe aceptarlo en toda libertad y responsabilidad.

En un segundo momento, la exhortación se centra en el derecho de los hijos e hijas de los sacerdotes y de las mujeres con quienes los concibieron. «Tenemos la obligación moral de reconocer que esas personas existen y sufren en silencio. Piden reconocimiento y acompañamiento», porque los hijos concebidos por sacerdotes crecen sin tener un padre conocido o reconocido.

El cardenal Fridolin Ambongo, arzobispo de Kinshasa, en su despacho. Fotografía: Enrique Bayo / MN. En la imagen superior, varios sacerdotes durante la procesión de entrada en una iglesia católica de Kinshasa. Fotografía: Eduardo Soteras / GETTY



Escriben los obispos que es necesario «actuar con contundencia», y la síntesis a la que llegan –formulada en el número 40 de la exhortación– está libre de toda ambigüedad: «Considerando de una parte los derechos y obligaciones de los padres en relación de su progenitura y de esta con respecto a sus padres, y de otra parte la incompatibilidad de la carga de “padre de familia” con el ministerio y la vida sacerdotal en el contexto católico romano, pedimos a todo sacerdote de la Iglesia-Familia de Dios que tenga un hijo que vaya a ocuparse de él completamente y para ello debe solicitar la dispensa de las obligaciones sacerdotales al Santo Padre». En el caso de que los sacerdotes con descendencia se resistan a dejar el ministerio, el obispo diocesano tiene el deber de presentar el caso a la Santa Sede, explica a continuación la exhortación.

El 14 de abril, semanas después de la publicación del documento, se hizo viral un vídeo del sacerdote diocesano Aimé Lusambu, párroco de San Francisco de Sales, una de las parroquias más grandes de la capital, en el que criticaba duramente la exhortación. Seis días después, un comunicado de la secretaría de la archidiócesis de Kinshasa decretaba su «suspensión provisional». El 8 de mayo, el párroco pidió perdón públicamente delante del cardenal Fridolin Ambongo, arzobispo de Kinshasa, reconociendo que sus declaraciones habían sido una «broma de mal gusto». Cuatro días después, en otro comunicado, la archidiócesis anunciaba que Lusambu era restituido en sus funciones.

Este asunto ha dado mucho que hablar en Kinshasa porque, a pesar del tono irónico y bromista del vídeo –Lusambu aparecía dialogando de manera informal con dos amigos mientras consumía una cerveza–, sus declaraciones apuntan hacia una verdad que podría explicar por qué dos meses después de la publicación de la exhortación no se conocen casos de sacerdotes que hayan abandonado el ministerio. Según Lusambu, «dejar la sotana» para ocuparse de los hijos sin más es un paso muy difícil de dar en un contexto de crisis socioeconómica como la que vive RDC. Renunciar al sacerdocio significa perder prestigio y posición social, y la CENCO no tiene prevista ninguna medida para acompañar a las mujeres, sus hijos y los presbíteros que soliciten la dispensa, y deja a cada diócesis la solución a este problema. Fuentes consultadas por MUNDO NEGRO en Kinshasa consideran que para abordar con realismo este problema «es necesario crear una comisión de acompañamiento con medios suficientes para apoyar a los exsacerdotes. De no ser así, ni siquiera las madres aceptarán que el padre de sus hijos deje el ministerio. De hecho, en su gran mayoría, estas mujeres no han sido abandonadas por los sacerdotes y están siendo apoyadas económicamente por ellos».

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