
Publicado por Chema Caballero en |
«Desde que tenemos el pozo en el pueblo, la vida de las mujeres es más fácil. Ya no tienen que ir hasta el río a buscar el agua. Ahora no caminan tanto y la bomba hace que el líquido salga sin esfuerzo para ellas», comenta el presidente del comité de gestión del agua de Zatoboua, un pequeño pueblo del centro sur de Costa de Marfil, antes de proseguir: «La bomba funciona muy bien, nunca da problemas. El pozo está sellado y el agua brota limpia. A veces, al final de la estación seca, se queda sin agua. Entonces, las mujeres tienen que ir al río de nuevo. Pero es solo por un par de semanas y ellas están acostumbradas. No les supone un gran sacrificio».
El comité que gestiona el agua es el encargado de velar por la buena utilización del pozo, garantizar que su entorno siempre esté limpio, recaudar la tasa que cada familia paga por su uso y avisar al técnico cuando la bomba tiene algún problema. Con el dinero recaudado cada mes se deben cubrir esas reparaciones.
El comité está formado solo por hombres, personas prominentes de la comunidad. Entre ellos se elige un presidente, un secretario y un tesorero que recolecta las tasas y guarda el dinero. Hoy se ha reunido bajo un gran mango frente a la casa del jefe.
Sin embargo, aunque no formen parte del comité y no puedan dar su opinión, son las mujeres las que usan el pozo. A diario realizan varios viajes entre sus casas y el pozo para conseguir el agua que utiliza toda la familia. Un grupo de ellas conversa mientras espera a que otra termine de llenar sus baldes y cubos, que luego, ayudada por alguna hija, carga sobre la cabeza para transportarlos hasta el hogar.
La bomba es de pedal. Si estuviera en perfecto estado, con un ligero pedaleo el agua saldría con facilidad y el proceso de llenado de los barreños sería rápido. Pero parece que no es así. Las zapatas están desgastadas y las mujeres se ven obligadas a hacer un gran esfuerzo, saltando con todas sus fuerzas sobre el émbolo. A veces, lo hacen en pareja para no tener que utilizar tanta fuerza. A pesar de ello, el chorro que sale del grifo es más débil de lo que debería ser. Eso ralentiza el trabajo. Se requiere más tiempo para llenar un barreño. Sudadas, tras tanto trabajo, una de ellas comenta: «Los hombres no se acercan mucho por aquí. Ya hemos dicho a los del comité que hace falta reparar la bomba. Pero ellos, mientras siga saliendo agua no van a gastar el dinero. No son ellos los que tienen que venir aquí todos los días y sufrir como nosotras».
Los hombres siguen bajo el gran mango, alabando las virtudes del pozo y las ventajas de tener agua limpia. Las mujeres continúan faenando y sudando para que a ellos y al resto de la familia no les falta nunca el agua.
En la imagen superior, una mujer bombea agua en el pozo de Zatoboua (Costa de Marfil). Fotografía: Chema Caballero