Repensando las ciudades africanas

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Edgar Pieterse, director del Centro Africano para las Ciudades


Con un crecimiento demográfico como nunca antes se había visto en la historia de la humanidad, entender las cuestiones que plantean las ciudades africanas y pensar las respuestas están lejos de ser simples ejercicios intelectuales. A estas tareas se dedica el Centro Africano para las Ciudades, en la Universidad de Ciudad del Cabo (Sudáfrica). De problemas y soluciones hablamos con el profesor Pieterse, director y fundador del mismo.

¿Cuáles son las características de las ciudades de África?

La primera es la informalidad. Aunque esto no es tan válido para algunas ciudades del sur y el norte de África, en su mayoría, la informalidad domina en términos de economía –entre el 70 y el 75 % de la fuerza de trabajo urbana está en la economía informal–, y en cómo vive la gente, ya que entre el 45 y el 65 % lo hacen en suburbios. Cuando la informalidad condiciona cómo te ganas la vida y dónde vives, también conforma lo que sientes y cómo experimentas la vida de la ciudad. Así que es una diferencia importante con Europa. Otra característica tiene que ver con un crecimiento de la población extremo en el que se juntan una alta fertilidad y la migración. Es un crecimiento no planificado y su resultado son densidades muy elevadas en el contexto de acceso a servicios limitados y poco fiables. Los espacios verdes desaparecen y la ciudad es intensa y exigente en términos emocionales, con atascos, espacios abarrotados… 


Edgar Pieterse, director del Centro Africano para las Ciudades. Fotografía cedida por Edgar Pieterse.


¿Han cambiado mucho en 20 años?

Sí y no. La proporción de jóvenes ha crecido muy rápidamente –la media de edad ahora es de 19 años– y eso hace que vivir en la ciudad sea muy diferente. En segundo lugar, la tecnología ha tenido un gran impacto y parece haber un apetito voraz por ella. Pese a sus bajos niveles de conectividad a Internet, África tiene una de las más altas tasas de servicios financieros online del mundo que ha transformado la economía informal. Por ejemplo, sistemas como los minibuses o pequeñas motocicletas llamadas boda boda que dan un servicio de transporte informal, se han autoorganizado en Uganda, Tanzania y otros países, convirtiéndose en negocios formales parecidos a Uber. Ahora puedes usar tu teléfono para llamarlos y todo con desarrollo y software locales. Antes usabas mototaxis, pero hoy lo haces con tu teléfono y el conductor viene identificado. En tercer lugar, se ha producido una mayor experimentación con los sistemas democráticos a nivel local. Los intentos de reforzar los gobiernos locales han sido desiguales pero, en general, además de las elecciones locales, hay comités de vecinos participando en la planificación de los barrios, comunicándose con las autoridades… Hace 20 años no era así. Por último, la diáspora actual es un inversor importante a través de las remesas que se envían a las familias o se invierten en negocios y propiedades. Esto pasaba, pero ahora está en un nivel completamente diferente.

¿Qué cambios espera para las próximas dos décadas?

Como académico, tiendo a orientarme de manera realista y diría que las ciudades serán parecidas. No creo que haya un cambio dramático por razones relacionadas con el hecho de que aunque las economías africanas crecen a nivel macro, su posición en la economía global permanece estática. Creo que las desigualdades seguirán aumentando y habrá una mayor tendencia hacia el control y la seguridad en la administración de las ciudades, ya que la gente se está hartando con los altísimos niveles de desigualdad. Si me preguntas qué pasará si soy un poco más optimista, te diré que veremos en ciertos países alternativas para hacer que las cosas cambien, porque hay algunas que se pueden hacer de manera diferente. Lo que ahora veo es que hay núcleos donde se están poniendo a prueba alternativas como el uso de materiales con cero emisiones. Se experimenta con formas de construcción de origen indígena que modificarán la planificación de los diseños urbanos. Me viene a la mente ahora el trabajo de Francis Kéré, un arquitecto que solo usa materiales de construcción locales. En Ghana y, en especial, en Ruanda se llevan a cabo un buen puñado de experimentos para conseguir una economía más verde con métodos alternativos en la construcción. Quizá podría ponerse de moda y consolidarse como identidad africana. Hay más ejemplos que me hacen ser más optimista como la proliferación de centros tecnológicos y emprendedores que han crecido en la mayoría de las ciudades africanas. Al frente se encuentran jóvenes prometedores con una actitud positiva y que no están dispuestos a entrar en el juego de los políticos para ganar confianzas, obtener licencias… Muchos lo están consiguiendo y han establecido lazos comerciales con empresas mundiales. En Lagos, por ejemplo. Sí, es posible imaginar ciudades africanas que ofrezcan posibilidades para los jóvenes emprendedores en los próximos 20 años, lo que se traducirá, a su vez, en cambios sustanciales en la política. Las nuevas generaciones ya no aceptan, como sus padres, que la política viene dada y hay que asumirla. No sé adónde nos conducirán estos cambios. Solo puedo especular…

Un proyecto de recogida de basuras en la cuenca del río uMhlangane en Durban (Sudáfrica). Fotografía: Darren Stewart / Getty

¿Cuáles son los principales problemas?

Hay un condicionante político. La devolución del poder a los ayuntamientos de las grandes ciudades se ha estancado. La mayoría de los políticos afirman que la descentralización es importante, pero no hacen nada para ponerla en práctica. La razón es que la mayoría de los partidos de la oposición que se formaron durante los años de la lucha por la liberación establecieron la base de su electorado en los suburbios y en las zonas más vulnerables de las grandes ciudades. Es un gran escollo. El segundo punto es que las estructuras de muchas economías africanas no pueden absorber a toda la población joven que busca su primer empleo. Es un problema enorme ya que el mercado de trabajo crecerá tres veces más hasta 2050. La gente se financia con una economía sumergida e informal y si no somos capaces de encauzar esto, la gestión económica y de servicios de nuestras ciudades acabará en un desastre. El tercer punto se refiere a nuestros sistemas de salud pública y de educación, los dos pilares de la movilidad social junto al acceso al trabajo. Tal como crece la población y lo poco que se invierte en salud pública y educación, vamos a tener un verdadero problema.

¿Cómo afrontarlos? 

No hay una sola ciudad que gestione todos estos temas a la vez. Lo que vemos son pequeños centros de innovación y reestructuración en varias ciudades. Me vienen a la memoria ejemplos, como la capital de Ruanda, Kigali, donde su prioridad ha sido que toda la población tenga acceso a Internet en cualquier parte de la ciudad sin límite de datos. Se ha convertido en un pilar de prosperidad y desarrollo. En Casablanca (Marruecos) hay un interesante proyecto, Zenata Eco City, que consiste en apropiarse del casco viejo de la ciudad, renovarlo con tecnologías verdes y renovables y prevenir la gentrificación. Es interesante porque, de nuevo, uno de los grandes recursos en el continente es cómo usar lo que ya está construido en la ciudad para plantearse cómo vivir de manera diferente. En Dakar (Senegal) están pavimentando la ciudad entera con una tecnología que se parece al empedrado en mosaico que puedes ver en Copacabana o Río (Brasil). Es bonito, duradero y bueno para filtrar la lluvia porque absorbe el agua muy bien, pero lo interesante es que está hecho a mano por cientos de personas. Es un buen ejemplo de cómo mejorar el espacio público usando tecnología que implique mucha mano de obra y, al mismo tiempo, piense en la circularidad de la economía y su rendimiento ambiental, que para mí son las claves. Hay que conseguir ciudades viables e intensivas en el factor trabajo, así que al hacer un plan de inversión, hay que priorizar el trabajo y no mecanizar los procesos. Nunca está de más emplear a gente joven en trabajos formales. No podemos aceptar que la gente viva de la economía informal. Hay que innovar basándonos en la experiencia, y la innovación tiene mucho que ver con traducir a modelos económicos actuales las ideas originales sobre construcción, materiales, clima y organización social. En Durban han pensado un sistema muy innovador de gestión del agua. En vez de decir «Vamos a hacer otra presa aguas arriba con 2.000 millones de euros», dicen: «Vamos a contratar a miles de desempleados para crear canalizaciones basadas en la naturaleza y gestionar el sistema de agua con filtración natural y formas de aprovechamiento del agua respetuosas con el medioambiente». Otro grupo de gente limpia los sistemas fluviales y también se invierte en producción de comida en bancales junto al río. Es otro modelo que tiene que ver con el trabajo, la naturaleza y con regenerar el sistema conectándolo con otros como el de la seguridad alimentaria. Todos estos ejemplos son parte de un puzle. A lo largo del continente puedes ver innovaciones alentadoras como estas. Nuestro trabajo en el Centro, que seguiremos haciendo en los próximos cinco o diez años, es explicar cómo estos ejemplos podrían ser sistémicos y repensar por completo las ciudades africanas, que pueden aprender del pasado y de las formas distorsionadas de desarrollo sostenible e invertir en otro modelo que no es el europeo o el de Estados Unidos, pero que puede aprender de ellos y ser local, de África.


Un joven identificado como conductor de moto-taxi en Kigali (Ruanda) espera a su próximo cliente. Fotografía: Chip Somodevilla / Getty

¿Cómo es la movilidad en África y cómo puede llegar a ser?

Un desastre. La mayoría de la gente no puede pagar ninguna forma de movilidad, así que caminan, pero nadie tiene en cuenta lo que los ingenieros de transporte llaman «transporte no motorizado». El segundo problema es que los sistemas de transporte como autobuses o trenes son muy viejos. La solución, de nuevo, es informal, con minibuses, motocicletas, etc., pero no están regulados por lo que son peligrosos, están saturados y no cumplen los estándares de salud. Parte de la solución pasa por reconocer las respuestas informales y trabajar con ellas. Los planes que sueñan con tener una movilidad como la escandinava no van a funcionar, así que hay que fortalecer económicamente los sistemas existentes con inversión pública a cambio de transitar hacia la electrificación, por ejemplo, una vez que esto sea posible. Además, deben aceptar un mínimo de normas de seguridad y estándares. Por supuesto, los transportes no motorizados deben establecerse como prioridad, y ahora son lo último… 

¿Son sostenibles las ciudades a largo plazo?

La respuesta corta es sí, pero conseguirlo es difícil. En el acuerdo de París todos los países se comprometieron con unas contribuciones nacionales de emisiones concretas. Eso significa repensar todos los sectores: infraestructuras, movilidad, carreteras, residuos, producción de comida y por supuesto el uso de la tierra. Volviendo a lo de antes, en el corazón de esa nueva manera de ver las cosas está la cuestión de los trabajos: ¿cómo vas a dar trabajo a esos 1.000 millones de personas que llegarán al mercado en 20 o 30 años? Si piensas en los saneamientos, por ejemplo, que necesitan una enorme cantidad de dinero, es imposible conseguir que funcionen los sistemas tradicionales de bombeo de agua; en la mayoría de las ciudades africanas no tenemos dinero para afrontar la inversión y los hogares son demasiado pobres para asumir los costes a través de impuestos municipales. ¿Qué podemos hacer? Si ponemos en el centro los principios de la economía circular, podríamos tener un sistema no centrado en el agua, con sensores que controlen indicadores de salud de la comunidad, utilizando los residuos para fertilizar la tierra y producir alimentos localmente. Las infraestructuras pueden ser gestionadas por el vecindario. Con esta perspectiva, las ciudades podrían llegar a ser sostenibles, pero no es solo un tema medioambiental, sino que es económico y social.


Oficinas de la start-up tecnológica al-Gameya en El Cairo, dedicada al intercambio informal de dinero. Fotografía: Khaled Desouki / Getty


¿Qué importancia tiene la tecnología en el cambio de las ciudades?

Hay muchas ganas de adoptar las tecnologías en África, sobre todo en las ciudades y entre la gente joven. Todos los riesgos asociados a la tecnología, que sea usada para la vigilancia, el control político y social… pueden suceder en África, y nuestra historia de opresión política nos hace pensar que se usará también con esos propósitos. Los riesgos están ahí y no quiero infravalorarlos, pero creo que como hay cierta horizontalidad y con las plataformas adecuadas, dado el gran espíritu emprendedor de las ciudades africanas en donde lo informal es lo dominante, la tecnología será un recurso importante de transformación. Cuando los móviles entraron en nuestras vidas, en pocos meses había gente que cobraba en la economía informal por repararlos, sin haber tenido formación. ¡Nada más aparecer! Esa mentalidad es un recurso. Creo que eso hará que la tecnología vaya en esa dirección pese a que exista una tendencia política de usarla para la exclusión.

¿Están los Gobiernos preparados para afrontar esos cambios necesarios?

Hace 15 o 20 años, los Gobiernos africanos ignoraban los temas urbanos. Hoy la mayoría tienen al menos una agenda de transformación de sus ciudades. La mayoría de los planes no son muy buenos, pero al menos existen. Hay países como Sudáfrica, Mozambique, Ruanda, Etiopía o Ghana que han cambiado mucho y en diez años cambiarán más. 

 

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