Sobre el guineo y las necroescrituras

en |



El uso de las lenguas nativas condiciona la vida y la literatura en el continente africano



Por Trifonia Melibea desde Essen (Alemania)



La lengua se convirtió en un instrumento de dominación, como denunció Ngũgĩ wa Thiong’o en Descolonizar la mente. Sobre esa cuestión reflexiona la autora del texto, para lo cual se acerca al guineo, que se emplea en su Guinea Ecuatorial natal. Además, se acerca a las literaturas de tres creadoras africanas que tienen como referente a la nigeriana Buchi Emecheta.



El escritor Ngũgĩ wa Thiong’o se llevaría las manos a la cabeza si visitara la Región Continental de Guinea Ecuatorial. Considerado uno de los gurúes de la autodeterminación de los pueblos a través de la recuperación de sus lenguas autóctonas, pronosticó en Descolonizar la mente (1986) que la independencia efectiva de los países de África pasaría por, entre otras, tres fases: la institucionalización de las lenguas nativas, la abolición de las lenguas coloniales y la armonización (reconciliación) de las mentes decolonizadas con sus culturas originarias. Esta alternativa de emancipación no funciona en Guinea Ecuatorial. El país está inmerso en una guerra fría que posiciona la lengua española deconstruida como solución probable para la cohesión social.  

Mundo Negro me encargó este artículo con un objetivo singular. Las personas africanas que escriben ¿eligen las lenguas autóctonas o las instauradas por las antiguas metrópolis, que también son nacionales en algunos casos? Me correspondía encontrar las motivaciones de cada autor y autora en la selección de la lengua de escritura. No lo he hecho. Me pareció importante enfocar el texto, primero, en el uso específico que la población guineoecuatoriana hace de la lengua española para constituirse a sí misma al margen de España y de las élites políticas locales, desmitificando a Wa Thiong’o. 

Y segundo, considero que es de suma importancia visibilizar una tercera vía –femenina– en materia lingüística, a partir del análisis de la literatura que producen tres mujeres africanas y jóvenes. Se trata de Isabel ­Rope Mikue (Guinea Ecuatorial), ­Musih Tedji Xaviere (Camerún), y Koleka Putuma (Sudáfrica), tres creadoras que dialogan con Buchi Emecheta, pensadora y autora de Las delicias de la maternidad (1979), que publicó esta obra siete años antes de que Ngũgĩ wa Thiong’o lanzara la emblemática obra Descolonizar la mente. La nigeriana, escribiendo en inglés, formuló críticas muy duras contra la tradición igbo –su etnia originaria– y contra la colonización británica, manifestando que su mente no precisaba de un proceso decolonizador.  

Y concluyo, a partir del estudio de estas obras, que las autoras cuestionan ya no solo en qué lenguas se debería escribir, hablar y descolonizar el continente, que también, sino en cuáles de estas corresponde hablar –­escribiendo– sobre el derecho a la vida de las mujeres negras de África. 

Un joven sudafricano lee en una biblioteca de Soweto. Fotografía: Per-Anders Pettersson / Getty



Hablamos guineo

Las familias guineoecuatorianas en la Región Continental –antiguo Río Muni– se sienten apátridas. Son titulares de al menos un teléfono móvil, de varios contratos con empresas telefónicas nacionales y ni con esas logran frenar a las poderosas multinacionales de Gabón y de Camerún. En los poblados, las familias se turnan para localizar la zona de cobertura: no tienen más opción que arrodillarse ante los países vecinos. No es inusual el consumo de la red de telefonía de los países del entorno para comunicarse desde ciudades como Akurenam, Ebibeyín o Mongomo, con familiares y amistades que residen en Malabo, Bata y demás ciudades. 

La Región Insular del país se enfrenta, por su parte, a la poderosa industria ­cinematográfica –y musical– de Nigeria y al abandono. A un lado, la integración social y de facto en la Isla de Bioko contempla como requisito principal el aprendizaje del inglés nigeriano –nigerian pidgin– y el ­pidgin english fernandino. Ambas lenguas, habladas, constituyen un rito de paso para ser reconocido como malabeño o malabeña, una identidad que posiciona a las personas en un estatus de modernidad antes que la identidad guineoecuatoriana. La isla de Annobón, al otro lado, abandonada por el Estado, está más influenciada por países de habla portuguesa y en muchas ocasiones carece de conexión telefónica, de transporte por mar y aire, etcétera. La debilidad del Estado en materia lingüística crea hartazgo, resistencia, más un español deconstruido: el guineo. 

El guineo es una lengua enmarcada en la línea de pensamiento del escritor Chinua Achebe. El nigeriano, en su nutrida obra, entre la que se encuentra Todo se desmorona, contempla que las lenguas de imposición colonial han sido apropiadas tras las independencias, y tanto, que han adquirido estándares propios del entorno. Cristian Eteo, escritor y activista, en un ensayo pendiente de publicación titulado Hablamos guineo, destaca que «en Guinea Ecuatorial, la etnicidad se ha instrumentalizado a nivel político. La gente necesita relacionarse, cohesionarse, por lo que ha creado y/o prestado términos de las lenguas étnicas y las ha incorporado al español. El guineo es un español híbrido, guineanizado, interétnico. Es un español que reivindica la singularidad del país frente a otros más grandes como Nigeria, Camerún y Gabón, que nos rodean. Una persona guineoecuatoriana con el guineo se comunica, se identifica, se realiza. Tiene acento y entonación propios».

Con apenas 28 000 km2 de superficie, la población guineoecuatoriana se siente inferior frente a otros países de África central. Se ha amarrado al español como medida de supervivencia. Se respira el miedo, a veces infundado, de que los países del entorno podrían repartirse su territorio, marcado por la indefinición de sus fronteras. La isla de Mbañé, ocupada por Gabón desde hace décadas, no augura un futuro seguro, y constituye un ejemplo del desmoronamiento del territorio sin poderes públicos capaces de resolver problemas de Estado.  

La resistencia lingüística más cercana y reciente en el país a la postura de Ngũgĩ wa Thiong’o tiene nombre propio: Germán Paco Buika. Escultor y poeta, es autor de El canto del poeta (Ë rëppí Wallo), publicado en 2023. Confiesa que escribe en la lengua autóctona bubi porque es su lengua materna, está en peligro de extinción y representa la diversidad del país. No obstante, confiesa: «La gente toma mi obra como una reliquia, un adorno, no como un libro de lectura habitual, y eso debería cambiar». 

La autora sudafricana Koleka Putuma. Fotografía: Per A.J. Andersson



Necroescrituras en femenino 

«¡Tenemos que hablar!». Así comenzaría una conversación entre la escritora guineoecuatoriana Isabel Rope Mikue y los icónicos defensores de las lenguas en África, incluido el filósofo Achille Mbembe con su obra On the Postcolony (2001). «¿Podemos hablar?», insistiría Isabel. Y hablar en las lenguas africanas, en las lenguas europeas, ¿en las lenguas que dan vida? ¿En las lenguas que producen muerte? 

Rope, que habla al menos cuatro lenguas, respalda los títulos de sus dos novelas en una lengua autóctona: la fang. Y es más, los contenidos de sus obras se narran en guineo, en español, a veces le lanza un guiño al francés, la mayoría de los términos apenas están subtitulados… Isabel denuncia el uso de las tradiciones negativas africanas (la justicia o a kús) contra los cuerpos de las mujeres. 

La segunda novela de Mikue, La danza de los Pecados o abok-missém (2022) describe un rito de purificación. Los clanes exponen el cuerpo desnudo de una niña que ha sido violada por un familiar masculino para ser reinsertado en la sociedad, marcando su vida, su identidad: se convierte en un cadáver viviente. Y es que la mente de la autora ni esta colonizada ni está neocolonizada: está cabreada. Es creadora de historias cuya referente –Buchi Emecheta– ha caído en el olvido y podría ser una de las primeras autoras enmarcadas en las necroescrituras africanas en femenino. 

Las necroescrituras, término acuñado por Cristina Rivera Garza, son literaturas que se producen en entornos de extrema mortalidad. En el caso de México, el narcotráfico fabrica muertes, y en países como Nigeria, Camerún o Guinea Ecuatorial, otros poderes, en connivencia con el Estado –es el caso de las tradiciones negativas, los grupos paramilitares, la extrema violencia, las guerras civiles–, matan. Las necroescrituras surgen para dignificar la vida.

La protagonista de Las delicias de la maternidad ha violado las normas de la tradición. Fallece sola, abandonada por las familias, y solo le honorifica una lápida que venera una África derrotada por la esclavitud negrera. El continente pretende resucitar a través de los cuerpos de las mujeres, de la maternidad, de la «madre África». 

La lápida en Las delicias de la maternidad se convierte en un espacio de peregrinación para las mujeres que desean ser madres: ninguna lo consigue. La autora nigeriana, cerca de un siglo después, se reencarna en la camerunesa Musih ­Tedji Xaviere –en la fotografía de la izquierda–, quien publica la novela These Letters End in Tears, y la trama, sorprendente, se centra en otra lápida, la de una chica que ha sido asesinada por su familia. El cuerpo de la protagonista está enterrado en los alrededores de la vivienda familiar sin señal alguna de que sea encontrado, y en un país, Camerún, desangrado por una guerra que enfrenta a la parte anglófona con la francófona. 

La autora camerunesa Musih Tedji Xaviere. Fotografía: Caleb Kusi

Musih Tedji Xaviere, con un enfoque decolonial, escribe en inglés. Las personas lectoras de Gran Bretaña –por citar algún país anglófono y lejano–, apenas entenderían el universo en el que está ambientada la novela, que incluye pidgin english, inglés, música local y jergas de África central, un enfoque performativo que viaja hasta ­Sudáfrica, con la incombustible Koleka Putuma, autora de Amnesia colectiva (2018). 

Antirracista y africanista, el poemario de Putuma constituye un reto a la memoria de las muertes de mujeres que fallecen a diario en su país: muertes justificadas por llevar faldas cortas o estar en el lugar equivocado. La autora arremete contra el olvido de las víctimas del apartheid, de las violencias contra las mujeres en el entorno familiar y de la represión contra el feminismo en las organizaciones panafricanistas. Su obra conecta con Las delicias de la maternidad porque el proyecto decolonial, sostiene, controla los discursos feministas que las mujeres africanas pueden o no visibilizar. 

La trama en Las delicias de la maternidad se fija en un juicio. La protagonista, que declara a favor de su esposo, descubre que a lo largo de su vida ha alquilado su cuerpo, su maternidad y mano de obra a un grupo de hombres negros que, tras las independencias, tomaron el poder en nombre de unas tradiciones que solo a ellos benefician. 

La reformulación de la agenda decolonial en África es una constante en las obras de las autoras de mentes descolonizadas, y las lenguas, un instrumento al servicio de los derechos de las personas –de las mujeres– y no un fin en sí mismo.   

Colabora con Mundo Negro

Estamos comprometidos con la información sobre África

Si te gusta lo que hacemos, suscríbete a nuestra revista o colabora con nuestro proyecto