«Somos los únicos que quedamos»

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La misionera comboniana Maria De Coppi, asesinada en Mozambique

La misionera comboniana italiana Hna. Maria De Coppi, asesinada el pasado martes, 6 de septiembre, en la misión de Chipene (Mozambiqu), será enterrada mañana en Carapira. El obispo de Nacala, monseñor Alberto Vera, presidirá la misa de exequias en la parroquia del Inmaculado Corazón de María de esta localidad. Las otras dos combonianas que se encontraban en la comunidad en el momento del ataque, la italiana Eleonora Reboldi y la española Ángeles López, pudieron escapar y se encuentran en la actualidad en la casa provincial en Nampula.

La Hna. Maria, de 83 años, llevaba trabajando desde 1963 en Mozambique de manera prácticamente ininterrumpida. A lo largo de este tiempo ha estado en varias misiones combonianas: Anchilo, Meconta, Alua, Balama y Chipene, donde se encontraba en la actualidad. Su trabajo se centraba en la pastoral parroquial y, de manera especial, en la formación de mujeres. En el comunicado firmado este miércoles por la superiora provincial de las Misioneras Combonianas en Mozambique, la Hna. Irmã Laura Malnati, se recuerda lo que la propia Hna. De Coppi decía de su trabajo: «Procuro estar abierta a las personas, sobre todo escuchándolas. A pesar de la pobreza material, escuchar a los otros y reconocer su dignidad continúa siendo un gran don».

Violencia en Cabo Delgado

La misión de Chipene pertenece a la diócesis de Nacala, en el norte del país, y limita con la región de Cabo Delgado, que desde 2017 sufre una grave crisis humanitaria a causa de la violencia provocada por diversos grupos yihadistas y terroristas que el Ejército de Mozambique, junto a las misiones militares de otros países de la zona, no ha logrado controlar. Según Médicos sin Fronteras, la inestabilidad en la zona ha provocado el desplazamiento forzoso de cerca de 800.000 personas en estos cinco años.

La misionera comboniana Gabriela Bottani, coordinadora de la red Talitha Kum, que lucha contra la trata de personas, y sobrina de la misionera asesinada, ha relatado en la página web de la congregación el contexto en el que se ha producido el ataque contra la comunidad de Chipene y la conversación que mantuvo con su tía el mismo día 6, justo antes del asesinato. «Anoche (…) me dejó un mensaje de voz sobre cómo estaba la situación cerca de la misión. Tras la llegada del Ejército a la región de Cabo Delgado, muchos de los terroristas que habían devastado la región cruzaron el río Lurio y se acercaban cada vez más a la misión».

«Me dijo que no podría vivir en otro lugar»

Después de escuchar este mensaje, sobre las 9 de la noche, la Hna. Bottani devolvió la llamada a su tía. «Su voz estaba seria. Me volvió a hablar de lo difícil de la situación y de que había ido a la oficina de la Administración Pública para recibir noticias. Allí se enteró de que todos se habían ido. Me dijo: “Somos los únicos misioneros que quedamos”. Con ellas estaban algunas niñas de las zonas rurales acogidas en la misión para que puedan ir a la escuela». La Hna. María informó a su sobrina de que las jóvenes que viven más lejos y el resto de religiosas esperaba salir de la misión a la mañana siguiente, el 7 de septiembre. MN no ha podido confirmar el número de niñas que se encontraban en la misión en el momento del ataque.

La Hna. Bottani preguntó a su tía si ella tenía previsto dejar la misión. «Ella, después de una pausa de silencio, respondió: “No sé, quiero esperar a ver cómo sale la cosa”», cuenta la religiosa, quien también recuerda que «hace unas semanas me dijo que no podría vivir en otro lugar. Cuando salió de Italia el año pasado para regresar a su amada Chipene, mi tía era consciente de que estas podrían ser sus últimas vacaciones en casa. Sabía que, dada su edad, podría haber muerto no solo por la enfermedad, sino también por la violencia que azota la zona norte de Mozambique, una zona del mundo víctima de la explotación de los recursos naturales. (…) Comprendí su vacilación: dejar Chipene era para ella como perder la vida».

En medio de la conversación «escuché unos golpes fuertes, unos golpes fuertes y su voz que decía: “Papai calma, calma papai” [una forma de cortesía que se utiliza en algunos lugares de África para dirigirse a los adultos]. Luego escuché otros golpes fuertes, quizás balas, y una voz de mujer, que no era de mi tía, repitiendo: “Piedad, piedad, piedad…”. Escuché más golpes y después un profundo silencio», cuenta la Hna Gabriela en la web de las Misioneras Combonianas.

La variedad de actores implicados en la violencia que sacude Cabo Delgado y el norte de Mozambique hacen confusa la identificación del grupo que destruyó la capilla y todas las dependencias de la misión comboniana, pero unas declaraciones de la Hna. Ángeles López a la Televisão de Moçambique apuntan a un grupo yihadista: «Pensaba que había llegado el final. (…) Me sentaron ahí en una acera y me dijeron que ellos quieren que nos vayamos ya, que no quieren esta religión y que quieren que todo el mundo sea fundamentalista, y que si no queríamos pasarlo peor, nos teníamos que ir al día siguiente. Di gracias porque me dejaron con vida».



La Hna. Ángeles López en la misión comboniana de Mozambique de la que tuvo que huir tras el ataque.


Una vida en Mozambique

Sor Maria De Coppi nació en S. Lucia Di Piave (Italia) el 23 de noviembre de 1939. Segunda de siete hermanos, se crió en una familia campesina en la llanura veneciana. Miembro de la Acción Católica, junto a su hermana Dina, a los 19 años se va a Verona al Instituto de las Misioneras Combonianas para iniciar el camino de formación que la conducirá a la consagración religiosa y misionera. Realizó su primera profesión el 29 de septiembre de 1960.

Después de un año en Verona y Bérgamo, donde trabajó como profesora en una escuela infantil, se trasladó a Portugal para aprender la lengua como paso previo para su llegada, el 7 de agosto de 1963, a Mozambique. Después de un largo viaje en barco, al llegar al país austral escribió a su familia: «¡Ya llegué! ¡Estoy feliz! El viaje fue demasiado largo. Quizá no lo vuelva a repetir. Me quedo aquí».

Excepto el período entre 2001 y 2005, cuando fue destinada como superiora de la comunidad del noviciado y asistente de la formadora en Brescia, pasó toda su vida religiosa en Mozambique, país al que llegó cuando todavía era colonia portuguesa, por lo que vivió la guerra de independencia y, a continuación, la larga guerra civil que asoló el país. Entre 1984 y 1990 fue superiora provincial de las Misioneras Combonianas en el país.

El provincial de los Misioneros Combonianos en España, P. Pedro Andrés Miguel, ha enviado un mensaje a las Misioneras Combonianas en el que señala que «estamos con vosotras como miembros de una familia, en la oración, en la solidaridad y en la misión cuando las cosas se hacen más duras. ¡No estáis solas! Los pasos de los misioneros y misioneras en esta tierra no se detienen ni se terminan, se transforman. Esos pasos que siembran al pie del Calvario se convertirán en pasos de luz y obras que engendran, regeneran la vida».



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