Publicado por Carla Fibla García-Sala en |
Aprendió a tocar la mbira dzavadzimu, un instrumento tradicional de los zezurus –pertenecen al pueblo shona– a mediados de los años 60. Con este gesto rompió con la tradición, ya que su uso era exclusivo de los hombres en las ceremonias de invocación de los espíritus. Fue toda una declaración de intenciones, porque al sentarse junto a ellos en las ceremonias se arriesgaba a ser encarcelada. Pero esta determinación la acompañó hasta su muerte a principios de 2023. «Los hombres eran los que tocaban la mbira y para poder hacerlo me tenía que sentar con ellos, con un hombre a cada lado, y eso hacía que las mujeres se sintieran muy incómodas», explicó Chiweshe, que abrió camino a su hija, Virginia Mukwesha.
Cuando escuchó por primera vez este instrumento sintió la necesidad enfermiza de aprender a tocarlo («su sonido nunca me abandonó»), y eso marcó su trayectoria profesional, en la que mezcló los instrumentos tradicionales con sintetizadores y guitarras eléctricas. Su dominio de la mbira fue tal que se convirtió en la solista de la Compañía Nacional de Danza de Zimbabue, participando en giras internacionales y en citas emblemáticas como el WOMAD.
En 1985 inició su carrera en solitario, siendo Alemania, donde acabó residiendo, uno de los países donde mejor se entendió su música. «Vivir en Alemania supone un pequeño problema para mí. Me resulta difícil estar lejos de Zimbabue. El aire está contaminado y hay pocas cosas que hacer en comparación con estar en casa. Necesito conducir esa energía tocando la mbira a todas horas», explicó a la publicación RootsWorld. Su otra faceta artística fue la de actriz. Fundó el Grupo de Mujeres de la Madre Tierra en su país y fue autora de la obra de teatro Chiedza.
Recibió varios premios, entre los que destaca el Ambuya Chinyakare (‘abuela de la música tradicional’) y el ZIMA, en 2005. También completó un máster en Artes por la Universidad de Harare (Zimbabue).
«El timbre suave de la mbira está cerca del sonido del agua, algo que es intrínsecamente familiar a todo el mundo. Es una forma de terapia», declaró Chiweshe en la misma entrevista, haciendo alusión al «espíritu» del instrumento, que cura dolores físicos y provoca lágrimas que parecen ajenas. «La gente no entiende la fuerza de este poder, que te puede coger completamente por sorpresa», concluyó.
Chiweshe parecía contagiada por el misticismo del instrumento que dominó su existencia. En la conexión de la naturaleza con los sentimientos más profundos del ser humano encontró respuestas a las dificultades por las que había pasado su país, convencida –en un discurso feminista del que no siempre era consciente– de que la energía de la Tierra acabaría reconduciendo la violencia y la tristeza de tantas situaciones por resolver.
La reina de la mbira de Zimbabue, que se enfrentó al Gobierno colonial, empezó tocando en ceremonias clandestinas y acabó ganándose la admiración y el respeto tanto de los músicos tradicionales como de los contemporáneos.
Ilustración: Tina Ramos Ekongo