Sudán lidera la lucha contra el micetoma

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La OMS ha designado al MRC como su centro de referencia en todo el mundo





Por P. Jorge Naranjo Alcaide desde Port Sudan (Sudán)





Con cerca de 35 años de experiencia, el Centro de Investigación del Micetoma (MRC) de Sudán se ha convertido en la principal referencia mundial en la lucha contra esta dolencia, endémica en varios países del mundo. Dos investigadoras vinculadas al Comboni College han logrado avances que permiten un mejor diagnóstico y un mayor conocimiento de la enfermedad.



Ali llevaba un año viendo cómo su pie estaba muy inflamado y no dejaba de supurar. Tampoco conseguía mover los dedos. Un equipo del Centro de Investigación del Micetoma (MRC, por sus siglas en inglés) lo encontró en una de sus visitas de campo a zonas donde prolifera esta enfermedad tropical, clasificada como desatendida por la Organización Mundial de la Salud (OMS). 

El micetoma afecta a la población desfavorecida de comunidades con pocos recursos en regiones rurales tropicales y subtropicales de todo el mundo. En las zonas endémicas, las instalaciones médicas y sanitarias suelen ser escasas y el tratamiento adecuado inaccesible o inexistente. Todo esto facilita el avance de la enfermedad en el paciente, con graves consecuencias médicas, sanitarias y socioeconómicas. Al mismo tiempo, la falta de diagnóstico dificulta el conocimiento del número de casos. 

El equipo del MRC tomó una muestra de tejido del pie de Ali para analizarla en el laboratorio que el centro tenía en Soba, al sur de Jartum, antes de la guerra, de la que el pasado 15 de abril se cumplieron dos años. 

El MRC, un centro de investigación dependiente de la Universidad de Jartum, fue fundado en 1991 por el profesor Ahmed Hassan Fahal. Este cirujano estudió Primaria y Secundaria en el Comboni College de Jartum, y luego Medicina en la universidad de la capital sudanesa y en Londres. El centro creado y dirigido por Fahal recibía antes de la guerra a pacientes provenientes de todo el país, pero también de Sudán del Sur, Chad, Eritrea o Etiopía. Durante los meses de tratamiento, el MRC ofrecía hospitalidad y formación profesional y empresarial para que la estancia no solo llevase al control del progreso de la enfermedad, sino que sirviese para desarrollar en el paciente y los familiares que lo acompañaban otras habilidades para generar ingresos con los que costearse la estancia y poder valerse por sí mismos en el futuro, a veces tras la amputación del miembro infectado. 

«He desarrollado esta visión holística de la persona y mi ética de trabajo gracias a mi experiencia en el Comboni College. Los padres y hermanos combonianos no solo enseñaban o administraban el centro. Ellos mismos cogían el cepillo para mantener la escuela limpia, reparaban lo que se rompía, programaban actividades culturales y deportivas que nos ayudaban a desarrollar otras habilidades y a asimilar una serie de valores más allá de los estrictamente académicos», comenta Fahal. Este cirujano e investigador sudanés es en la actualidad el científico más reputado en el conocimiento del micetoma, con más de 270 publicaciones académicas sobre el tema. Su experiencia internacional y su compromiso con los pacientes de micetoma han sido reconocidos por diversas instituciones. A lo largo de los años ha recibido la medalla Donald Mackay de la Real Sociedad de Medicina Tropical e Higiene, los títulos de Caballero de las Palmas Académicas de la República de Francia, Caballero del Mérito de la República de Italia, la medalla de oro del Estado de Sudán a la Excelencia y a la Promoción de la Innovación Científica en Medicina, así como la beca extraordinaria del Real Colegio de Médicos de Londres por sus destacados logros en la educación médica, la enseñanza y la investigación científica. 

Aparte de su habilidad científica y quirúrgica, el científico sudanés ha creado una red internacional de colaboradores para apoyar las actividades del centro. Por todos estos motivos, la OMS designó al MRC como su centro de referencia para el micetoma en todo el mundo.

Entrada del Centro de Investigación del Micetoma en Jartum antes del inicio de la guerra. Fotografía: MRC




Hyam Omar Ali y el problema del diagnóstico 

Uno de los frutos de estas relaciones ha sido el proyecto de investigación de Hyam Omar Ali, cuyo doctorado es fruto de la colaboración entre el MRC, la Universidad de Jartum, donde enseña Matemáticas, y las universidades de Tours y Orleans (Francia).

Esta matemática sudanesa de 33 años acaba de crear una aplicación digital muy relevante para el diagnóstico de la enfermedad. La estrategia de la valoración médica se basa principalmente en técnicas moleculares, pruebas citológicas, en la histología y el cultivo de los granos que producen la enfermedad. Pero todas estas vías de estudio no son las más eficaces en algunos países por motivos muy diversos. Las técnicas moleculares eran la herramienta más fiable, pero su uso en áreas endémicas es costoso, mientras que el cultivo requiere mucho tiempo, es difícil y precisa de personal experto. La citología y la histología son ­herramientas simples, rápidas y económicas. Sin embargo, la primera está lejos de ser satisfactoria en términos de rendimiento, porque tiende a dar falsos positivos. Aunque la histopatología se considera la herramienta óptima para ser utilizada en áreas endémicas, requiere patólogos expertos para una identificación concluyente, lo que escasea en áreas rurales con un gran impacto del micetoma entre la población. 

Frente a esto, lo que ha desarrollado Hyam Omar Ali es un nuevo método de diagnóstico computacional, fruto de la aplicación de la inteligencia artificial (IA), que combina el aprendizaje automático, el aprendizaje profundo y el procesamiento de imágenes. Esta aplicación informática analiza de forma semiautomática las imágenes microscópicas histopatológicas de los granos y proporciona una clasificación de la enfermedad como eumicetoma –el micetoma causado por hongos–, o actinomicetoma –el que tiene como origen una bacteria–, con una precisión del 96 %.

La correcta diagnosis es fundamental, pues la estrategia terapéutica se basa en gran medida en la identificación de los agentes causales.

Una investigadora observa muestras a través del microscopio. Fotografía: Getty




Máster en Ghana

La matemática sudanesa había tenido la fortuna de realizar su segundo máster en el centro del Instituto Africano de Ciencias Matemáticas (AIMS, por sus siglas en inglés) en Accra, la capital de Ghana. Esta red panafricana de centros de excelencia para la formación de posgrado en Ciencias Matemáticas permite que los estudiantes africanos con talento se conviertan en innovadores que impulsen la autosuficiencia científica, educativa y económica del continente.

Hyam comenta que durante su estancia en Ghana aprendió que «las matemáticas pueden ser la columna vertebral de varias disciplinas en biología o economía, entre otras muchas. Comprendí la importancia de establecer contactos con científicos de diversos campos y con intereses diversos. También tuve la oportunidad de participar en varias sesiones de sensibilización para alumnos de Secundaria, donde les pude trasladar la importancia de la ciencia». A su regreso a Sudán, puso en práctica todo lo que había aprendido. El reciente logro científico tiene una importancia fundamental no solo para los miles de pacientes que sufren esta enfermedad en Sudán, sino para los que la padecen en otros países del llamado cinturón del micetoma, como Somalia, Senegal, India, Yemen, México, Venezuela, Colombia, Argentina e Irán. Su trabajo la ha llevado a recibir el premio que la UNESCO y la Fundación L’Oréal conceden a científicas africanas con talento.

El siguiente desafío en el que trabaja Omar Ali es el desarrollo de una nueva aplicación que facilite el diagnóstico con imágenes captadas con aparatos de ultrasonidos, mucho más ligeros y económicos que los microscopios a través de los cuales se toman las imágenes de los tejidos.



Una visita y una frase

El desarrollo del micetoma y los factores de riesgo asociados a la enfermedad aún no están ­claros. Lo que es evidente es que destruye los tejidos, lo que conlleva deformidades y discapacidades en los pacientes. 

En octubre de 2023, me encontraba en El Cairo (­Egipto). Al final de una celebración ­eucarística, se me acercó un extranjero que había venido a visitar el país. Se trataba del profesor Axel Sikora. A este ingeniero alemán, director del Instituto de Sistemas Integrados Fiables y Electrónica de las Comunicaciones, de la Universidad de Offenburg (Alemania), le había llamado la atención que en el portal en Internet de la universidad que los Misioneros Combonianos creamos en Jartum, el Comboni College of Science and Technology (CCST), se hablara de «ciencia y tecnología para el bien común». Sikora me preguntó qué significaba esta expresión en nuestra praxis. Le expliqué los proyectos que nuestros estudiantes del grado de Informática y de la diplomatura de Tecnología de la Información llevaban a cabo en colaboración con el MRC, en Jartum, antes del inicio de la guerra. Le atrajo la idea de apoyar la aplicación de ciencias computacionales para comprender esta enfermedad sobre la que todavía se sabía muy poco. De este modo, su instituto, el Departamento de Informática del CCST y el MRC pidieron financiación al programa Ta’ziz, que ofrece el Servicio Alemán de Intercambio Académico, para desarrollar el Proyecto de Análisis de Datos para la Investigación del Micetoma. 

El equipo del MRC durante una salida para realizar trabajo de campo. Fotografía: MRC



Colaboración académica

La darfurí Rogaia Ibrahim Karameldeen Mansour nació en Al ­Fashir (Sudán) hace 30 años. Tras acabar su grado de Informática en el CCST en 2015, empezó a trabajar como profesora y asistente de asuntos académicos. En 2022 comenzó un máster en línea en Análisis y Visualización de Datos Masivos con la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) gracias a una beca concedida por su fundación. Esta formación le ha permitido, con el apoyo del profesor Christian Reich, de la Universidad de Offenburg, y el equipo del MRC, gestionar los datos de 10 000 pacientes que el centro de investigación sudanés había recogido desde su fundación, en 1991, hasta 2023.

En el marco de este proyecto, Karameldeen Mansour debía viajar a Offenburg para trabajar con el equipo alemán y desarrollar sus habilidades como investigadora. Pero las autoridades alemanas no le concedieron el visado. Consideraron que al ser joven, soltera y darfurí podría no volver a Sudán después de completar su formación. Por este motivo, la colaboración tuvo que continuar en línea desde la oficina del CCST en Port Sudan.

A pesar de este inconveniente, gracias al trabajo de la informática ahora sabemos que la enfermedad afecta particularmente a los varones (75 % de los casos) con edades comprendidas entre los 16 y los 30 años, o que el 71,21 % de los pacientes registrados por el MRC tienen un micetoma de origen fúngico. Se sabe también que dentro del país, la región agrícola de Al-Jazira es la que presenta más casos y que el pie es la primera zona del cuerpo afectada por la enfermedad, con casi el 80% de los casos. Esto podría explicarse porque los agricultores suelen trabajar descalzos, lo que facilitaría que alguna herida en los pies se convirtiera en puerta de entrada de la infección. El próximo objetivo es la identificación de las variables que se relaciona con la mejora de los pacientes en tratamiento.



Refuerzo del talento

El profesor Ahmed Hassan Fahal sufrió un golpe durísimo cuando las Fuerzas de Apoyo Rápido ocuparon la zona donde se encuentra el MRC. Pero la impresión inicial no le ha impedido luchar por los pacientes de micetoma. Hace pocos meses ha inaugurado un nuevo centro en la ciudad de Kasala, situada a 631 km al este de Jartum, en una zona controlada por el Ejército Regular sudanés. 

Desde el inicio de la guerra, el 15 de abril de 2023, el campus del CCST, situado en el centro de la capital sudanesa, se convirtió en un campo de batalla entre los dos bandos enfrentados, por lo que se trasladó a la ciudad costera de Port Sudan, a más de 800 km de la capital, para continuar sus actividades.

El trabajo de ambas instituciones en colaboración con universidades europeas muestra que la cooperación académica internacional puede ser eficaz y tener un impacto muy relevante en el continente africano, incluidas las comunidades rurales. Pero también que en el continente africano hay talento y compromiso por el bien común que puede enriquecer al resto del mundo.  


Fotografía: Archivo Hyam Omar Ali


La Misión y la ciencia



Evangelizar significa anunciar la buena noticia de que Dios ama a cada ser humano como un hijo y que, por lo tanto, estamos llamados a amarnos como hermanos y hermanas. Y para demostrarnos ese amor envió a su propio hijo, Jesucristo, al que el misionero está llamado a imitar. Jesús enseñó y curó para expresar ese amor incondicional. Y eso es lo que han hecho los misioneros combonianos a través de sus instituciones educativas en Sudán, un país de mayoría musulmana lacerado por diferentes conflictos bélicos desde 1955. El papa Pablo VI decía que evangelizar significa «traer las Buenas Nuevas a todos los estratos de la humanidad y, a través de su influencia, transformar a la humanidad desde dentro y hacerla nueva». Transformar una humanidad dividida por los conflictos y las tensiones étnicas e interreligiosas significa hacer de cada institución educativa un espacio donde cada sudanés, independientemente de su religión o pertenencia comunitaria, experimente la belleza de la diversidad como don creado por Dios, del servicio al más débil como fuerza para transformar a la comunidad y como experiencia de encuentro con el Crucificado.

En los dos últimos años de conflicto armado en Sudán, en el que el 87 % de los centros universitarios del país han quedado inaccesibles, el Comboni College of Science and Technology ha continuado su servicio combinando una plataforma digital de aprendizaje para conectar a los estudiantes y a los docentes desplazados en varias zonas del país o refugiados en los países colindantes, con la actividad de una clínica especializada en cuidados paliativos, administrada por el Departamento de Enfermería, a través de la cual se forma a voluntarios, cristianos y musulmanes, para acompañar a las personas con enfermedades crónicas y terminales en la comunidad.







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