Sueños

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Por Hna. Magdalena Ribas Perelló, desde Lomé (Togo)



Las Misioneras Combonianas llegamos en 1997 a Lomé, la capital de Togo. En la actualidad estamos en la comunidad seis hermanas de cuatro países: Brasil, Sudán del Sur, Uganda y España. Nuestra casa está situada en el extrarradio de la ciudad, donde la gente vive en chabolas y casas muy pequeñas de las que apenas pueden pagar el alquiler. La situación es precaria por el desempleo y la falta de oportunidades. No hay ningún tipo de ayuda oficial y reciben salarios de miseria. Por suerte, las mujeres son fuertes y sacan adelante a las familias gracias al comercio informal.

Además de organizar iniciativas de animación misionera, trabajamos en el campo de la acción social. Acompañar a las familias supone encontrarnos con todo tipo de situaciones. Muchas familias están desestructuradas y abundan los hogares monomarentales. Recuerdo el caso de Lucie, una mujer con tres niños que se quedó embarazada de trillizos. El marido era fotógrafo y con lo que ganaba iban saliendo adelante. Un día su marido llegó a casa, recogió todas sus pertenencias y le dijo a Lucie que no estaba preparado para tener tres hijos más. Y la abandonó. Conocí a Lucie meses después en Cáritas parroquial. Los niños estaban desnutridos. Gracias a las ayudas que recibimos pudieron salir adelante. Hoy tienen seis años y estudian segundo de Primaria. 

Aunque en Togo la educación es gratuita, cada alumno debe pagar regularmente lo que aquí conocemos como «los extras» para no ser expulsado de la escuela. Hay familias que no pueden hacer frente a ese desembolso, lo que provoca que haya muchos niños y niñas sin educación y con un futuro muy incierto. Para evitar que estén en la calle desarrollamos un proyecto de ayuda al estudio para 40 niños de Primaria, 30 de Secundaria y 12 universitarias. A través de esta iniciativa estamos en contacto con las familias, a las que visitamos en sus casas. En total apoyamos y seguimos a medio centenar de familias.

En el campo de la sanidad, algunos hospitales públicos carecen de recursos y personal formado, lo que explica el fallecimiento de mujeres durante el parto por complicaciones que podrían resolverse fácilmente. Como soy enfermera, acompaño a muchos enfermos mentales, con epilepsia y otras dolencias. En ocasiones voy con ellos al hospital. Mi presencia facilita que los vean en la consulta y que no les manden de vuelta a casa para que regresen otro día.

También estoy muy vinculada con un grupo de 45 familias que tienen a algún portador del VIH. Intentamos proveerlos de medicinas y alimentos para evitar la aparición de enfermedades oportunistas. De modo particular nos ocupamos de los niños, a los que intentamos hacer un análisis al menos una vez al año para controlar la evolución de la enfermedad.

Veo a diario muchas situaciones dolorosas, como la de  ­Anne Marie, una chica de 20 años a la que amputaron una pierna por una infección. Gracias a una familia mallorquina pudimos traerla a España para operarla y que no perdiera la otra pierna. Anne Marie está de regreso en Lomé, donde tiene una vida casi normal. Sufro viendo a familias hundidas moralmente porque no han podido hacer frente a los gastos de una simple malaria o disentería para salvar la vida de alguno de sus hijos. 

Ante esta realidad, creamos el grupo Sueños de Dignidad, en el que participan 12 mujeres. Muchas de ellas proceden, como Lucie, de hogares monomarentales. Son viudas o han sido abandonadas por el padre de sus hijos. Todas son madres jóvenes sin recursos, están desempleadas y viven en situación de vulnerabilidad. Una de ellas tiene ocho hijos y su marido está paralizado a causa de un ­ictus. Esta mujer lleva adelante a su familia gracias a la economía informal. Otras dos no quisieron abortar y ahora no tienen a nadie que las ayude. Las animamos en su momento a continuar con el embarazo y ahora las acompañamos y apoyamos en la crianza y educación de sus hijos.  

Sueños de Dignidad es un proyecto de microcréditos que comienza con un tiempo de formación sobre gestión de actividades generadoras de recursos y otros temas vinculados a este. Después, cada mujer debe elegir un proyecto que le permita ser autosuficiente. Se le facilita un crédito de 250 € que tendrá que ir devolviendo poco a poco para que otras mujeres puedan también beneficiarse de la iniciativa. Contamos con un equipo de coordinación que apoya a las mujeres con visitas a domicilio para orientarlas y asegurarse de que el proyecto se está gestionando de forma correcta.

Tres años después de comenzar esta iniciativa estamos contentas de los cambios que se han producido en las personas, las familias y el entorno. Nuestro carisma –Salvar África a través de África– se hace realidad a través de Sueños. Se puede decir que nuestra idea es «salvar a las mujeres a través de las mujeres». Merece la pena seguir luchando y apoyando a tantas personas que conocemos y con las que compartimos la vida.


En la imagen superior, la Hna. Magdalena Ribas con varias mujeres del grupo Sueños de Dignidad. Fotografía: Archivo personal de la autora.



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