
Publicado por Chema Caballero en |
Una vez terminados los estudios en la Universidad Assane Seck de Ziguinchor (Senegal), Satitia Gomis tenía que decidir cómo ganarse la vida. Optó por unir dos de sus pasiones: el emprendimiento y la moda. Y abrió una boutique-taller donde diseña sus modelos, los expone al público y forma a jóvenes en el manejo de las telas manjak.
Pertenece a este pueblo cuyos tejidos, de complicados diseños, son su mayor riqueza cultural. Pero las nuevas modas y las telas de fuera del continente, posiblemente más baratas, habían provocado que el manjak entrase en crisis y estuviera a punto de desaparecer. A los tejedores no les resultaba rentable tanto trabajo.
Satitia diseña moda y complementos con estos tejidos y, poco a poco, se ha ido haciendo un nombre en el campo de la moda de Senegal. «Quise trabajar con estos tejidos para que la gente los valore. También para que mi comunidad se sienta orgullosa de nuestra riqueza cultural», explica. Ha conseguido que así sea.
Esta iniciativa produciría más beneficios en una gran ciudad como Dakar o en las zonas turísticas de Senegal. Sin embargo, Gomis tuvo claro desde el inicio que su marca debería contribuir al desarrollo local y ayudar a los artesanos de la zona de Ziguinchor. Como los tejedores, las mujeres que finalizan las telas, los intermediarios que van a buscarlas hasta los pueblos, los modistos locales o los aprendices que empiezan a diseñar con estos tejidos centenarios. Una cadena que proporciona trabajo e ingresos a muchas personas.
Consciente de las dificultades que para una mujer joven suponía emprender, recurrió a uno de los servicios que ofrece su universidad: un semillero y acelerador de empresas. Con la ayuda de un asesor personal, revisó el plan de negocio, lo rediseñó, buscó financiación y puso en marcha su sueño. Ahora, una vez al mes, el asesor le hace un seguimiento para detectar debilidades y ofrecer ideas para seguir creciendo. Lo último ha sido una formación en mercadotecnia digital que ha conseguido que su cuenta de TikTok sume más de 15 000 seguidores. Gracias a ella, recibe encargos de otras ciudades del país o del extranjero, por lo que ha tenido que contratar un servicio que expida los paquetes a Europa.
Para crecer y llegar más lejos, Satitia necesita financiación, algo muy difícil de conseguir de los bancos. Por eso ha creado en su barrio una comunidad de ahorro autofinanciada. Todos los meses, cada una de las siete mujeres que la componen, todas ellas dedicadas a los negocios, aporta una cantidad a la caja común. Luego, pueden pedir préstamos al grupo para invertir en sus emprendimientos. Gracias a esta fórmula, Satitia puede adquirir más tejidos para su taller. Así ayuda a que más gente pueda generar ingresos a partir de su negocio.
Emprendimiento y recuperación de la herencia cultural de su pueblo es lo que ha movido a esta joven de 27 años a arriesgar.