Un discurso frente a los poderosos

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La tercera década del siglo XXI ya está aquí. Y nos encuentra en un mundo dominado, por una parte, por el optimismo y por otro, por la desconfianza en la capacidad de la sociedad para abordar los importantes desafíos a los que nos enfrentamos, que van desde lo global a lo local.

Vivimos en sociedades tecnológicas pero, a su vez, bastante fragmentadas y ciegas a las realidades de los que vemos como «los otros». Con frecuencia construimos historias negativas cargadas de prejuicios contra migrantes, refugiados o personas LGTBIQ. Las mismas tecnologías que deberían unirnos, sirven para fomentar el miedo hacia el otro. 

La brecha entre las creencias y la realidad parece ampliarse. Un buen ejemplo es el falso relato creado sobre el exceso de africanos que cruzan hacia Europa. En un informe reciente de la Fundación Mo Ibrahim sobre población, perspectivas económicas y movilidad en África se indica que en 2017 hubo 36,3 millones de migrantes africanos –el 2,9% de la población de África– y que las migraciones africanas representaron alrededor del 14 % de la migración mundial, mucho menos que las de Asia (41 %) y Europa (24 %). Además, más del 70% de los migrantes subsaharianos lo hacen dentro del continente. A pesar de esta y otras investigaciones en las que se constata que la mayoría de ellos, movidos por la esperanza, buscan encontrar mejores perspectivas económicas o sociales, el relato dominante sigue subrayando que los migrantes no tienen nada que aportar a las sociedades de acogida.

La migración siempre ha existido, y los que pretenden cercenar sus sueños con un discurso plagado de amenazas, restricciones y muros, solo contribuyen a promover el sufrimiento. Esta visión falseada tiene como finalidad mantener el poder opresivo de las viejas hegemonías, que pierden eficacia sin el uso de la violencia. 

África es el continente más joven, y las mujeres son más de la mitad de la juventud africana. Ellas también se están liberando de las expectativas familiares y comunitarias que han marcado durante mucho tiempo lo que una mujer debe hacer, ser o poseer. Al conmemorar el 25 aniversario de la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, que tuvo lugar en Beijing (China) en septiembre de 1995, se abre una oportunidad para analizar esos desafíos que interpelan a los derechos y cualidades de las mujeres.

El auge de los populismos y de las políticas de derechas; el retorno de gobiernos autocráticos a países que durante mucho tiempo han sido estables; los desafíos de los migrantes y de las mujeres, que continúan -aumentando… Por eso se espera que los movimientos que luchan por la igualdad y la rendición de cuentas, desde las comunidades locales hasta las globales, no se cansen ante estos desafíos. Los movimientos sociales desempeñarán un papel clave en la conexión de sociedades fragmentadas que deberían desmantelar los sistemas opresivos que enriquecen a unos pocos.

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