Un nuevo contrato social

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¿Un diálogo nacional en Mozambique? Imaginemos a un cirujano que realiza una operación de la que depende la vida de su paciente. Justo cuando pensaba que había resuelto el problema, el corazón del enfermo se para. El fallo cardíaco le lleva a darse cuenta de que la enfermedad de su paciente no es el problema principal, sino que ni siquiera se ha diagnosticado la dolencia verdadera. Piensen en la desesperación del facultativo, que ahora debe descubrir el verdadero problema, tratar y salvar al paciente.

El diálogo nacional en Mozambique podría ayudarnos a diagnosticar la verdadera enfermedad que padece el país y a definir las vías para salvarle. El otro día, un amigo me mostró un vídeo en el que un obispo mozambiqueño decía que la nación estaba muy enferma. Podemos discrepar sobre la gravedad de la dolencia o sobre el problema real, pero conocemos los síntomas, vemos las heridas que permanecen abiertas en el tejido social porque no han sido tratadas y acaban extendiéndose a todos los órganos.

El diálogo nacional es una necesidad que tenemos desde hace años, pero que hemos ido postergando. Sin embargo, como dicen los filósofos Severino Ngoenha y José Castiano, «la incapacidad de dialogar entre nosotros nos condujo, ayer, a la Guerra de los Dieciséis Años, con su horrible carnicería». ¿Lo hemos olvidado?

Si alguien en esta sociedad no era consciente de la importancia del diálogo, se dio cuenta de lo reconciliador que puede ser que el presidente mozambiqueño, Daniel Chapo, y Venâncio Mondlane se sentaran a la misma mesa. El impacto de esta reunión fue mucho mayor que el regreso de este último a Mozambique. Aunque la vuelta de Mondlane era muy esperada, no solo por sus partidarios, sino también por el Gobierno y, sobre todo, por el pueblo, fue el diálogo entre los dos líderes lo que puso fin a las manifestaciones poselectorales y al caos que crearon, permitiendo que la vida volviera a fluir, especialmente en la capital.

Mondlane y los manifestantes solo han destapado los problemas –enfermedades–, cuya solución se ha ido posponiendo a lo largo de los últimos 50 años. Del mismo modo que el cirujano debe descubrir la verdadera dolencia de su paciente, si queremos salvar Mozambique –ese fue el eslogan de Mondlane–, debemos identificar los verdaderos problemas y avanzar rápidamente hacia las reformas que necesita el país.

João Feijó, uno de los analistas más populares y que más reflexiona sobre el país, afirmó que aunque la Constitución de la República establece que Mozambique es un Estado democrático de derecho, en realidad nunca hemos sido un país democrático. Desde la independencia, las decisiones siempre han estado centralizadas y su aplicación ha sido impuesta por el chicote. En este sentido, el compromiso político firmado en marzo de 2025 por los partidos políticos para un Diálogo Nacional inclusivo es uno de los logros más significativos de la crisis poselectoral.

Esta idea de diálogo nacional está en línea con la tercera vía propuesta en 2019 por Castiano y Ngoenha. Estos filósofos, que han pensado en Mozambique, advirtieron de la necesidad de elaborar un nuevo contrato social que sería el resultado de lo que los ciudadanos definen como su deseo de vivir juntos, un objetivo que pretenden alcanzar en unidad sin poner en peligro, en ningún caso, la preciosa e innegociable independencia política que tanto les ha costado conseguir. ¿Tienen Daniel Chapo y Venâncio Mondlane el compromiso y la audacia para crear un nuevo contrato social y salvar Mozambique?





En la imagen superior, echo seco del río Zambeze (Mozambique). Fotografía: Pablo Ostos

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