Un pesebre en dos ciudades

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Por Hna. Marie shoko y hna. Hakima Hanna. Misioneras combonianas en Kinshasa y Butembo (RDC)



En Kinshasa, la capital de la República Democrática del Congo, la Navidad tiene mucho de fiesta y espectáculo, todo ello mezclado con una gran religiosidad. Jesús nace entre la gente de esta ciudad. La llegada del Niño es una realidad muy visible ya en los días previos: la gente realiza actos de caridad, lleva comida, ropa y artículos de primera necesidad a la parroquia o a las personas más necesitadas con la intención de que incluso aquellos que no tienen nada, los que sufren, también puedan celebrar algo tan importante.

Pero no solo eso. También es frecuente ver a la gente involucrada en otros actos compasivos con los demás: la ciudadanía se muestra más comprometida en la lucha contra todo tipo de injusticias, se prestan para ayudar a los necesitados, no son infrecuentes las visitas a los internos en las cárceles, a los enfermos en los hospitales, a los niños que viven en orfanatos… Eso es también Navidad y de ese modo se vive en esta gran ciudad la llegada de Jesús al mundo.

Pero aquí, en Kinshasa, la Navidad se celebra ante todo como una fiesta religiosa que se prepara muy bien. Las parroquias organizan y montan sus belenes, algunos de los cuales son vivientes. Son, como en tantos lugares, representaciones con personas de la parroquia que atraen la atención de muchos curiosos. Los días previos las parroquias se activan de un modo particular. Cantantes y músicos de los coros ensayan con intensidad sus repertorios. También las bana ya mwinda –las niñas que abren la procesión de entrada de la misa– y el resto de actores litúrgicos –monaguillos, lectores…– se preparan a conciencia. Todo tiene que salir bien.

En las celebraciones de estos días es muy fácil encontrar a personas que no son muy devotas o que no suelen participar con frecuencia en la vida parroquial, pero ahora no pueden faltar. También hay muchos curiosos que llegan atraídos por el sentido de la fiesta que rodea esta celebración. 

Para nosotros, la Navidad es una fiesta religiosa y familiar. ¡La misa de medianoche es espectacular!, aunque debido a la inseguridad, en muchas comunidades se celebra en torno a las seis o las siete de la tarde para que la gente pueda después regresar a sus casas no muy tarde.

Pero también celebramos el nacimiento de Jesús en la mesa. La comida del día 25 es muy importante.  Después de la misa matinal nos vamos directas a la cocina para preparar un buen menú de fiesta. Las mujeres se afanan y trabajan muchísimo para reunir a toda la familia al aire libre, comer y pasar tiempo juntos. Se comparten los alimentos, la vida, se habla y se ríe con la familia, con los vecinos y con quienes pasan a saludar. 

En los días que siguen a la Navidad, las veladas musicales en las iglesias se multiplican. Se trata de una tradición destacada. Son numerosos los coros y conciertos especiales dedicados a la Navidad en los que se comparte la música para alabar a Jesús. Los coros preparan villancicos, ensayan para preparar su actuación y se involucran en proyectos grupales para animar a la comunidad durante las fiestas.

En el centro, la ciudad se viste de fiesta y se ilumina  para crear un ambiente festivo. Pero en los barrios periféricos la situación cambia porque a veces no tienen ni suministro eléctrico. En ocasiones vemos decoración realizadas con hojas de plátano o de palmera que representan los árboles de Navidad que adornan ciudades de otros países.



El Belén de Butembo

En Butembo la situación es distinta. A pesar de la inseguridad, los cristianos de la Parroquia San Kizito Vulema celebran la Navidad con una fe inquebrantable. La orientan hacia la oración, la solidaridad y la esperanza, aunque el ambiente esté teñido de tristeza y dolor. Se trata de una fiesta que siempre está marcada por la inseguridad. 

El obispo de la diócesis, Mons. Melchisédech ­Sikuli Paluku, la ha calificado como «triste y sombría» debido a la guerra y a los problemas de seguridad. Los líderes religiosos, incluido el obispo, aprovechan el período navideño para hacer llamamientos a la construcción de la paz, no solo a las fuerzas de seguridad, sino también a toda la población.

Aunque hay quienes insisten en decorar casas y calles, el contexto de la ciudad modera las fiestas públicas y frena a la gente de participar en grandes concentraciones para no llamar la atención de los grupos armados. 

Como ha señalado el obispo, la falta de paz ha contribuido, aunque suene paradójico, a fortalecer la fe de los cristianos de la ciudad y a profundizar su relación con Dios. Se anima a la comunidad cristiana a convertirse en testigo de la esperanza, reafirmando que «el mal no tendrá la última palabra en la historia».

Igual que sucede en Kinshasa, en Butembo la Navidad se convierte en una ocasión para expresar una solidaridad activa hacia los huérfanos, las personas desplazadas por la violencia, los presos, los enfermos… Todos los grupos de niños y adultos, así como los movimientos de Acción Católica, organizan iniciativas para distribuir alimentos y apoyar a los más vulnerables. 

Los servicios religiosos son el centro de las celebraciones. Las familias acuden a los templos para rezar, cantar y escuchar la palabra de Dios. Buscan en ella consuelo y paz. Nosotras adelantamos el horario de la misa de medianoche a las tres de la tarde. Así, sobre las siete hemos terminado y los fieles pueden llegar a casa antes de que anochezca. Al día siguiente, como es habitual, se celebran cuatro misas para adultos, niños y jóvenes.  

Las festividades se centran en el hogar, con comidas compartidas y momentos en familia o con los vecinos cercanos. Por la tarde, los niños de la parroquia organizan juegos, obras de teatro y canciones para divertirse juntos. La tradición de preparar una comida especial, a veces con cabrito o pollo, es ahora más sobria, pero no permitimos que las dificultades nos dejen sin celebrar que Jesús nace… también en Kinshasa y Butembo.  

En la imagen superior, un grupo de fieles reza en el exterior de la catedral de Nuestra Señora del Congo, en Kinshasa, el 24 de diciembre de 2018. Fotografía:

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