Publicado por Dagauh Komenan en |
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La reciente elección de Mahamat Idriss Déby Itno como presidente en Chad, con el 61 % de los votos, plantea un debate sobre la naturaleza de la democracia en África. En comparación con países como Malí, Burkina Faso, Níger, Guinea o Gabón, donde las Juntas militares dominan la escena política, la victoria de Déby Itno podría sugerir un avance democrático. Sin embargo, las circunstancias que rodearon estas elecciones pintan un panorama más complejo.
Fue significativo el asesinato de Yaya Dillo, líder del Partido Socialista sin Fronteras (PSF) y primo de Déby. Visto como uno de los principales opositores, Dillo fue abatido en una redada de las Fuerzas de Seguridad el 28 de febrero de 2024. Este suceso, seguido por la disolución del PSF el 13 de marzo, plantea serios interrogantes sobre la integridad del proceso electoral.
Durante la campaña, en Yamena, la capital, predominaron los símbolos de la coalición de Déby, con grandes retratos del general adornando la ciudad. A excepción de Succès Masra, los otros candidatos tuvieron poca presencia, lo cual subraya un claro desequilibrio en los recursos y la visibilidad de los aspirantes. Masra, a pesar de haber sido miembro de la oposición durante mucho tiempo, se unió a la Junta en enero y fue nombrado primer ministro por Déby, lo que puede interpretarse como un intento de legitimar un proceso electoral que muchos consideraban predeterminado.
Déby ha ejecutado purgas en el Ejército para consolidar su poder y prevenir potenciales golpes de Estado. Ha reprimido críticas internas, ha forzado la salida del general Saleh Déby, ha jubilado a 500 generales y ha promocionado a oficiales ambiciosos y leales. Estas medidas demuestran una estrategia para mantener el poder a cualquier precio.
A nivel internacional, Déby ha sabido, con habilidad, limitar las críticas sobre su gestión del país y de las elecciones. Ha estrechado los lazos con Rusia, al que ha calificado como un «país hermano», y ha abierto la puerta a una cooperación militar similar a la de Níger, mientras solicitaba la retirada de tropas estadounidenses presentes en Chad.
A pesar de estos movimientos, de reafirmar la independencia y soberanía de Chad, y de insistir en el respeto mutuo como base de la cooperación con Francia y otros países occidentales, Déby se ha cuidado de actuar contra la presencia francesa en el país. La presencia militar y de multinacionales como Total o Air France, con intereses vinculados a la familia Déby, refuerza la idea de que el líder apuesta por el statu quo, con el objetivo de garantizar el apoyo francés y occidental.
Las elecciones en Chad reflejan la complejidad entre la apariencia de democratización y las prácticas autoritarias subyacentes, comunes en los regímenes híbridos africanos. Su victoria ha sido un ejercicio de poder político que desafía las normas democráticas, utilizando la represión interna, la manipulación electoral y una hábil diplomacia para mantener el control. En este contexto, el silencio internacional ante la consolidación de la dinastía Déby preocupa por una potencial violación constitucional, que limita los mandatos presidenciales a dos términos, y que se repitan situaciones como la de Togo.
En la imagen superior, miembros de la Guardia Nacional durante el acto de toma de posesión de Mahamat Idriss Déby Itno en el Palacio de las Artes y la Cultura de Yamena, el pasado 23 de mayo. Fotografía: Joris Bolomey / GETTY
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