Publicado por Rosebell Kagumire en |
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El contexto de estas informaciones giraba en torno a viejos estereotipos sobre África como lugar de enfermedades. Parecía un milagro que África no tuviera noticias tristes que ofrecer. Era como si un África sin coronavirus fuera una decepción para sus espectadores.
Los medios de comunicación deben aprender que los países africanos tienen diferentes capacidades para responder a este reto; desde personal médico cualificado hasta institutos de investigación sobre virus, así como la capacidad de llevar a cabo la supervisión y el control de los pacientes. Y que diferentes factores pueden tener un impacto significativo en cómo se propagan y contienen las epidemias.
Vivo en un país que ha luchado contra varios brotes de ébola: el último de gran magnitud tuvo lugar a principios de los 2000. Uganda ha contenido en la última década más de cinco brotes de la enfermedad producida por la combinación de los virus Ébola y Marburg. Esto brinda a las comunidades y a las autoridades suficiente experiencia para responder a enfermedades altamente contagiosas, más que la que tienen otros muchos países que luchan contra el coronavirus. Incluso cuando las infraestructuras sanitarias no están bien equipadas para ofrecer una atención médica decente de forma habitual, el sistema está bien engrasado y listo para actuar cuando aparece una enfermedad contagiosa.
En un tiempo en el que resurgen el populismo y el papel de demagogos que desprecian la ciencia en favor de creencias infundadas, y cuando los antivacunas tienen cierta influencia, la lección del coronavirus es clara. Algunas infecciones atravesarán los muros erigidos para alejar a los pobres, el virus pasará del rico al pobre y viceversa. Es el momento de repensar los sistemas de desigualdad. Es hora de repensar las economías que niegan a los enfermos una atención médica urgente y la correspondiente baja por enfermedad.
Uganda se ha adelantado para prohibir los viajes de pasajeros procedentes de Irán, China, España, Italia, Alemania y Corea del Sur como una medida para detener el coronavirus. Este tipo de prohibiciones de viaje en un país como Uganda son extremadamente raras. Vivimos en un mundo en el que los africanos se enfrentan a las peores restricciones para viajar, con o sin ninguna amenaza importante para la salud. La paralización de los viajes internacionales de los que estamos siendo testigos debería hacernos reflexionar sobre las restricciones que, a menudo, se imponen a los más vulnerables.
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