Una pieza al otro lado del Atlántico

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[Fotografía superior: Djamel Kadi]

 

Nidia Góngora está tan llena de música que a veces se le derrama, por eso conduce y lleva el ritmo, camina y tararea y llena sus conversaciones de melodías.

Esta cantora del Pacífico sur colombiano ha liberado del ostracismo los arrullos de su tierra, Timbiquí, que consisten en danzar, hacer loas, juegos y cánticos para adorar al niño Jesús la noche del cinco de enero.

Esta mujer repleta de música se unió de niña a la agrupación Canalón de Timbiquí, que lleva en marcha desde mediados del siglo pasado, en concreto desde 1947, haciendo más grandes y famosos esos arrullos colombianos, interpretándolos en los escenarios de medio mundo, puros y fieles a su herencia.

Nidia nos cuenta que sus canciones son americanas, pero que nacieron en la pieza del otro lado del Atlántico que encaja en el continente. De África provienen buena parte de los habitantes de su país. Trasladaron sus cuerpos a la fuerza, y ellos y ellas los convirtieron en maletas, llenándolos de recuerdos y de saberes de sus bosques, sus sabanas, sus desiertos y sus casas, y las desempacaron poco a poco, con una cadencia silenciosa, sin dejarse nada.

Aquellos hombres y mujeres no olvidaron la medicina tradicional, ni la gastronomía, ni el arte de trenzar, pero tampoco la danza o el placer y la necesidad de tocar, de hacer viva su música. Tal es el caso de la marimba, instrumento que en el año 2010 fue declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Aunque existen teorías que la asocian a las comunidades indígenas, se cree que deriva del balafón africano. A punto estuvo de fenecer en la larga travesía oceánica, sin embargo, renació con 23 láminas y de otro material. En Colombia se fabrica con madera de chonta, un árbol de América del cual se come, se bebe, se hacen edificaciones, armas y también música. Ahí es nada.

 

 

Es un objeto emblemático que, por edad, podría narrar infinidad de episodios de Colombia, porque fue testigo de sus trasiegos, porque vio comenzar y extinguirse numerosas vidas y porque, más recientemente, ha padecido en fibras propias su conflicto. Hubo tiempos difíciles en los que se construían pocas marimbas debido a que internarse en la selva, con el único objetivo de buscar la madera, podía resultar peligroso para el lutier.

En la actualidad, tiene un papel importante en la paz gracias a la formación musical que se da a los jóvenes a través de pequeñas escuelas o semilleros, alejándoles de la violencia, ocupando su tiempo con arte, proporcionándoles habilidades como la disciplina, la constancia o el trabajo en equipo, que podrán servirles en el futuro como parte de su construcción personal y de su salida al mercado laboral.

En las melodías del Pacífico, ellas cantan historias, ellos tocan historia. Ellas deciden qué se canta, cuándo y cómo. Las cantoras mandan y el resto baila. Pese a que todos tengan una función, su labor es la más destacada.

Y con una de ellas continúo, con Nidia Góngora, que se tomó en serio lo de preservar la memoria de su pueblo. Por eso, en el momento de irse a vivir a Cali, entendió que los hijos de Timbiquí y los hijos de esos hijos que tuvieron que emigrar, pero también los vecinos de la gran ciudad, tenían derecho a alimentar su espíritu de la cultura irredenta que jamás logró ser arrebatada. Dio a luz, junto a otros compañeros, a la Fundación Escuela Canalón, y siguió con la labor que sus mayores iniciaron hace casi medio siglo. Por eso, a día de hoy, se escucha fuerte «el piano de la selva» en Ciudad Córdoba, un barrio caleño con fuerte presencia afrodescendiente, en el que los más pequeños tocan aquello que no vivieron, aunque habite sus poros y sus venas, asegurándose de que el legado de sus ancestros nunca se pierda.

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