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Por Hna. Sonia de Jesús García desde Kaande (Zambia)
Una de las mayores alegrías de la misión es constatar el bien que se hace a las personas. Lo compruebo día a día en las actividades que llevamos adelante las cuatro combonianas de la comunidad de Kaande, en la diócesis zambiana de Mongu. Una hermana se ocupa de la pastoral en general, otra trabaja con los campesinos, otra está comprometida en la educación y yo, que soy enfermera, me ocupo de la pastoral de la salud.
En Kaande las cosas están mejorando poco a poco. Trabajamos con el grupo Promotoras de Salud, integrado por mujeres que han recibido una formación sencilla pero suficiente para acompañar y ayudar en diversos problemas de salud.
La mayoría de estas mujeres, a las que coordino, no pertenecen a la Iglesia católica sino a otros cultos e Iglesias presentes en la zona. Son baptistas, adventistas o de la New Apostolic Church. En el grupo saben que represento a la Iglesia católica con el aprobación de mi superiora provincial, del obispo y del párroco. Un día me sorprendió un comentario suyo: «Realmente la Iglesia católica es diferente. En nuestras Iglesias nos limitamos a ir al culto, rezamos, cantamos, pero no nos ocupamos de aspectos sociales como ayudar al que lo necesita».
Al tratarse de un grupo interreligioso, la gente ve a los católicos desde otra perspectiva e intuyen que detrás de todo lo que hacemos está la importancia que damos a Dios, que se muestra a través del cuidado de las personas. Estoy convencida de que este testimonio de unidad en la diversidad es también un modo de evangelizar.
El trabajo de las promotoras es muy bonito. Han aprendido a cuidar de los bebés y de las mujeres embarazadas y los consejos que dan son muy pertinentes y sabios. Este equipo de mujeres es uno de los logros de nuestra misión.
Debemos enfrentar muchos retos e intentamos hacerlo a través de soluciones que estén al alcance de todos. En los últimos tiempos hemos detectado muchos problemas dermatológicos por falta de higiene. Las familias prefieren comprar comida a un trozo de jabón, que puede ser más caro. Por eso hemos organizado talleres para que la gente aprendan a hacer jabón artesanal.
Hay cosas que me cuesta mucho comprender, como que las familias sigan creyendo que la enfermedad se produce porque alguien «te la da» y que tenga sentido ir al chamán para que te cure. Esto es un problema grave porque las familias gastan mucho dinero y, además, el enfermo no sana.
Visitamos a las familias con frecuencia y tratamos de aconsejarlas e intervenir, pero siempre con el máximo respeto. Es bonito no sentirse aisladas, sino misioneras que sirven, acompañan y sostienen a la gente desde la fe en Jesús. Como decía Comboni, tratamos de «hacer causa común» y que la gente sea protagonista de su propio desarrollo y evangelización.
En la imagen, la autora del texto en una de las zonas de Kaande donde trabajan las misioneras combonianas. Fotografía: Archivo personal de la autora
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