Batalla por la corrupción

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Sudáfrica

La suspensión del secretario general del CNA abre un duro enfrentamiento con Ramaphosa como objetivo

Todo empezó en el congreso de 2017, un encuentro en el que el Congreso Nacional Africano (CNA) reúne a más de 5.000 miembros de todo el país cada cinco años. La votación final para elegir al presidente del partido –que desde la época de Nelson Mandela pasa a ser automáti­camente el candidato a las elecciones presidenciales, y por lo tanto a ganarlas– se resolvió con apenas unos votos de diferencia a favor de Cyril Ramaphosa, actual presidente del país. «Era inevitable una presidencia precaria y muy cuestionada, con sucesivas batallas», explica a MUNDO NEGRO Oscar van Heerden, analista político que, como miembro del CNA, ha asistido a todos los congresos excepto al de 1994.

Dos años después de haber ganado las elecciones de 2019 se está materializando la promesa que Ramaphosa –corredor de fondo que prefiere dejar madurar la fruta para que caiga por su propio peso– hizo al ponerse al frente el país. «Voy a limpiar…, voy a asegurarme de terminar con la corrupción», recuerda Van Heerden que dijo el nuevo jefe del Estado. «Y eso significa empezar a aislar a ciertas personas en su propio partido, que sean acusados y lleguen a la justicia, lo que ha generado tensiones y problemas políticos, porque aquello se vio como si una facción del CNA quisiera enviar a la otra a la cárcel», añade.

En el centro de la polémica está desde principios de mayo Ace Magashule, el secretario general del CNA, uno de los llamados «seis grandes», los seis más votados en el congreso y que ocupan los puestos de mayor responsabilidad en un partido que en Sudáfrica, desde el punto de vista práctico y simbólico, es mucho más que una formación política. Magashule ha sido acusado de fraude e irregularidades durante su mandato como primer ministro de la provincia de Free State, por lo que tendrá que responder ante la Justicia en agosto. «En 2018, antes de que Ramaphosa llegara a la presidencia, su antecesor, Jacob Zuma, estableció una comisión para investigar la “captura del Estado” –una forma ilegítima de apropiación de lo público– y la corrupción en el Gobierno. Es una de las primeras comisiones que se han establecido con este fin en el continente africano, y que está permitiendo que salga no solo la corrupción en el Gobierno sino también en el sector privado, en los bancos o las empresas. Una catarsis que necesita el país», apunta Van Heerden.

«Echarse a un lado»

Más de 60 cargos del CNA, sin contar a los de las provincias de Gauteng –donde se ubican Pretoria, la capital, y ­Johannesburgo– y Free State –donde se sitúa la supuesta corrupción de Magashule–, han sido acusados con cargos de fraude, lavado de dinero, clientelismo y otro tipo de delitos graves. Todos ellos se encuentran en este momento bajo una orden del partido, anunciada por el propio ­Ramaphosa, que obliga a que, en un plazo de 30 días desde que son acusados, asuman la norma de «echarse a un lado» y abandonar temporalmente el partido.

Esa acción voluntaria, pero que se ejecuta sin opción a réplica al concluir el plazo, es la que se le acabó imponiendo a Magashule, que ­reaccionó de forma virulenta haciendo pública una carta en la que él, a su vez, suspendía a Ramaphosa como presidente del CNA por haber recibido alegaciones de presunta corrupción del presidente. Pero el partido solo contempla las acusaciones formales, por lo que la carta de Magashule fue considerada como una maniobra para desestabilizar y dividir al partido más antiguo de África, y se exigió al secretario general suspendido que se disculpase formalmente en 48 horas. «Es una confrontación muy importante, pero aún no se ha jugado del todo», apunta a MUNDO NEGRO Jakkie Cilliers, analista y fundador del Instituto para Estudios de Seguridad (ISS, por sus siglas en inglés).

«La mayoría de los sudafricanos apoyan a Ramaphosa, es el político más reconocido del país y esa es su fuerza. Pero su gran desafío es que el CNA se está alineando con líderes tradicionales en zonas rurales y conservadoras que apoyan al expresidente Zuma. El CNA ha pasado de ser un partido de base no racial urbano a uno dominado de forma amplia por los nacionalistas», añade Cilliers para explicar la importancia de aplicar con contundencia la norma de «echarse a un lado», para cortar con esas influencias que pueden llegar a dividir y debilitar al CNA.


27 de noviembre de 2020. Manifestación en Johannesburgo durante una reunión de la comisión que investiga la captura del Estado en Sudáfrica. Fotografía: Papi Morake/Getty. En la imagen superior, enero de 2019. De izquierda a derecha, Ramaphosa, Zuma y Magashule celebran en Durban el 107 aniversario del CNA. Fotografía: Rajesh Jantilal/Getty


Zuma en el banquillo de nuevo

Hay muchas dudas de que a la tercera vaya la vencida. De hecho, el juicio por 16 cargos de corrupción y fraude que tiene pendiente el expresidente sudafricano fue aplazado a finales de mayo nada más retomarse. Pero el controvertido político, con un fuerte apoyo tanto en el CNA como entre la población, apareció de nuevo para recordar que son «los intereses políticos» los que mantienen unas acusaciones que se remontan a más de 15 años.
«Zuma cree que es una víctima, que todo el mundo está conspirando contra el “gran Zuma”, y los sudafricanos deben hacerse a la idea de que es poco probable que pase un solo día en prisión. El CNA le pedirá al presidente que le perdone si llegan a condenarle», sentencia Van Heerden. Un pronóstico con el que prácticamente coincide Cilliers: «Si Zuma va a la cárcel le liberarán a los seis meses. En estos momentos ha sido interesante comprobar cómo desapareció de la escena pública para ser reemplazado por Magashule, porque aunque no es su sucesor natural, representa la misma corrupción y nacionalismo negro».

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