Crisis en las universidades africanas

Students gather at the Cestos High School to take their year-end exams, which could advance them to the next higher grade or graduation. Together Liberia is A cooperative program between Syracuse University and several other Colleges of Journalism to train and enrich those journalists in developing countries. ---- These images were taken as part of the togetherliberia.org project. Together Liberia is a vehicle for media development.

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Chema Caballero    Por Chema Caballero

 

Sabemos que la educación cada día cobra más importancia en todo el continente africano. A nivel primario, la mayoría de los países casi han conseguido la plena escolarización. Las cifras también son muy sorprendentes en la educación superior donde las matriculaciones han crecido en torno al 170 % en los últimos 15 años, pasando de 3.53 millones de estudiantes en 1999 (2.25 millones en África subsahariana y 1.28 en el norte) a 9.54 millones en 2012 (6.34 millones en África subsahariana y 3.2 en el norte). Se espera que para 2063, estas cifras crezcan un 50 %, debido a que la población juvenil africana no deja de aumentar y cada vez pide más y mejor formación. Esto está poniendo mucha presión sobre los gobiernos del continente a los que le cuesta dar respuesta a esta demanda.

Después de años haciendo un fuerte hincapié en la educación primaria, lo que ha aumentado considerablemente las cifras de alumnos en secundaria, estamos asistiendo a este boom en la superior. Aunque no debemos olvidar que todavía son relativamente pocos los jóvenes que llegan a este nivel. Al mismo tiempo, las instituciones universitarias africanas no están adecuadas para dar respuesta a las nuevas necesidades del continente y muestran muchas carencias en distintos niveles.

Según los expertos, se hace imprescindible invertir en la educación superior, aumentar el gasto en investigación, trazar fuertes lazos académicos con la diáspora africana y una mayor planificación y ejecución de programas de educación superior a nivel institucional, nacional y continental. Estas fueron las conclusiones a las que se llegaron en la primera Cumbre sobre educación superior, que tuvo lugar en Dakar, Senegal.

Si se implementan estas medidas se conseguirá que aumente el número de estudiantes universitarios en todo el continente. Sin embargo, es necesario recordar que las universidades africanas llevan años enfrentándose a un nuevo fenómeno, la masificación, debido a que el número de estudiantes en sus campus no deja de crecer. Esto, que en un principio podría ser una buena noticia, también puede resultar en el colapso del sistema, porque parece que las universidades no tienen espacio físico para acoger a más personas en sus campus. Por eso se necesita tomar medidas urgentes para paliar este fenómeno, planificar el futuro y conseguir medios y dinero para hacer estas instituciones sostenibles, funcionales y competitivas.

Por ejemplo, un informe de Trust Africa preparado con motivo de la cumbre de Dakar titulado Revitalising Higher Education for Africa’s Future, pone de manifiesto varios problemas que afectan a la mayoría de las universidades africanas:

  • Limitada capacidad de investigación: África en su conjunto gasta menos del 0.5 % de su PIB en investigación. Esto también repercute en el desarrollo y crecimiento económico del continente.
  • Acceso a profesorado cualificado: muchas instituciones africanas han tenido problemas para reclutar y retener a los profesores, debido en parte a las limitaciones de la financiación pero también a la falta de candidatos cualificados para las posiciones buscadas. Esto repercute sobre todo en la capacidad de las universidades del continente a la hora de investigar y de llevar a cabo cursos de postgrado de calidad.
  • Los retos de la financiación: las universidades africanas necesitan mucho más dinero. Los gobiernos del continente tienen que comprometerse más seriamente en este campo, pero también las instituciones privadas. Según el informe, en la actualidad África gasta mil millones de dólares en la educación superior cuando debería estar gastando, al menos, 50.000 millones.

 

Además hay otro problema bastante grave como es el del paro juvenil de los jóvenes que terminan sus estudios universitarios. Se calcula que el 50 % de los graduados que producen las más de 668 universidades que hay en África están desempleados o terminan trabajando en el sector informal.

Según la Organización Mundial del Trabajo (OMT) el 11.6 % de los jóvenes de África subsahariana y 30.6 % de África del norte están desempleados. Estas cifras excluyen a los que trabajan en la economía informal. De acuerdo con la misma institución, ocho de cada diez jóvenes que viven al sur del Sáhara se mueven en este sector. África también cuenta con el mayor porcentaje del mundo de jóvenes trabajadores pobres, personas que a pesar de estar empleadas ganan menos de dos dólares al día.

No olvidemos que África es la región del mundo donde más crece la población joven y se calcula que al final de la década actual, 2010-2020, se incorporarán 42.5 millones más.

No solo la exclusión de los jóvenes del mundo laboral perpetúa el ciclo de la pobreza sino que también rompe la cohesión social y puede ser fuente de mayores niveles de violencia e inestabilidad social.

Todo esto se produce cuando nos encontramos ante la generación más educada y mejor preparada que sale de los colegios y universidades de África.

El desempleo de los graduados universitarios no debe ser un obstáculo para que se siga trabajando para facilitar el acceso a la educación superior al mayor número de jóvenes.

En el encuentro de Dakar se propuso que las universidades africanas estudiasen lo sucedido en Europa y Estados Unidos hace cincuenta años, cuando sus universidades también pasaron por un periodo de masificación, y traten de ver qué lecciones pueden aprender de las decisiones tomadas en aquel entonces. Pero recordaron que aunque esa recomendación era importante y necesaria, la solución del problema pasa por una mayor voluntad política, mayor inversión pública y una comprensión adecuada de qué tipo de graduados son cruciales para afrontar las necesidades del país. Además, la respuesta a este problema debe estar asociada a las estrategias regionales de desarrollo social y económico, ya que la universidad no puede vivir de espaldas a la realidad de la sociedad en la que debe estar inmersa.

Dos estudiosos de este tema, los profesores Sandile Swana y Emmanuel Ojo, de la universidad sudafricana de Witwatersand, en Johannesburgo, ponen como ejemplo de esta comunión de los planes de desarrollo de un país y sus universidades el caso de Etiopía.

Según ellos, este país está centrado en dos grandes iniciativas económicas: el desarrollo hidroeléctrico y del sector agrícola que pueda garantizar la seguridad alimentaria del país. El proyecto está todavía en sus inicios. Pero ya empieza a integrar la creación de infraestructuras con el desarrollo de la investigación y la formación de técnicos. Su presa, la Grand Ethiopian Renaissance, fue un lugar para la investigación científica y la innovación, e igualmente sirvió para ayudar a desarrollar las habilidades de los estudiantes.

Este ejemplo mostraría que un gran proyecto de infraestructura puede ser desarrollado conjuntamente con las universidades y ambas partes enriquecerse de las aportaciones de la otra.

Los expertos reunidos en Dakar también son de la opinión de que las universidades deben realizar convenios con las industrias tanto nacionales como internacionales. Esta alianza permite a los alumnos realizar prácticas, a las universidades acceder a instalaciones, como laboratorios de los que carecen, al mismo tiempo que dan respuesta a las necesidades de la industria con sus investigaciones.

Muchos descubrimientos universitarios no salen de las aulas ya que carecen de los medios para ser comercializados. Pero esta alianza favorecería este aspecto.

Estos estudiosos piensan que si las universidades africanas alcanzan esta alianza, su calidad y competitividad mejorará grandemente. Estarán en condiciones de aportar un valor añadido a la industria y al desarrollo económico del continente en términos generales. Al mismo tiempo el sector privado se beneficiará de estos aportes y se volverá más propenso a aceptar a los graduados universitarios, lo que hará que el valor de los títulos otorgados por las universidades suba. Así, las universidades africanas obtendrán más calidad y su competitividad mejorará.

Un sistema de educación universitaria de calidad debe ser realista y adecuado a la etapa de desarrollo económico, tecnológico e industrial de un país, y ser un fiel reflejo y guía de las inquietudes sociales de su población.

Las universidades africanas necesitan acoger a más alumnos, al mismo tiempo que deben mejorar algunos de sus aspectos y planteamientos, de ello puede depender su futuro y, en gran parte, el desarrollo y el crecimiento económico de la región.

Sin embargo, sin negar la necesaria colaboración con el sector privado, nosotros pensamos, una vez más, que el futuro de estas instituciones no se puede hacer depender, casi exclusivamente, de la iniciativa privada. Es necesario que los gobiernos se impliquen mucho más en este campo y sean ellos los que lideren el florecimiento de las universidades. De lo contrario corremos el riesgo de que estas instituciones estén dirigidas por los intereses particulares de las grandes empresas que las pueden utilizar en su propio beneficio descuidando campos en los que ellas no estén interesadas.

 

 

Fotografía: Together Liberia

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