El mundo espera a Ruto

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El presidente de Kenia exprime su agenda internacional, en la que China y Rusia pierden importancia



Por David Soler Crespo, desde Nairobi (Kenia)



Con 60 visitas al exterior en menos de dos años, el presidente de Kenia ha optado por alejarse de China y Rusia y acercarse a Occidente para afianzarse como un destino atractivo de inversión. Algunos países africanos le miran con recelo.



William Ruto no llevaba ni una semana en el poder cuando viajó a Londres, en septiembre de 2022, para participar en uno de los funerales más sonados de la historia reciente, el de la reina Isabel II. Una vez allí, se viralizó una imagen en la que se le veía en un autobús compartiendo trayecto con otros líderes africanos. Ruto sonreía abiertamente desde su asiento, con su mujer a su lado mirando por la ventanilla. La imagen generó críticas en África, desde donde se acusó de maltrato a los presidentes africanos, de tomar al continente como una delegación única y del peligro que suponía ponerlos a todos en un mismo vehículo en caso de accidente.

Seis meses después, Ruto criticó que se cuente con África como un todo: «No es inteligente que 54 de nosotros vayamos a sentarnos frente a un señor de otro lugar… A veces nos maltratan, nos suben a autobuses como niños de escuela y no está bien», dijo en referencia a aquel viaje. Sus palabras servían como justificación ante su próxima ausencia de la Cumbre Rusia-África, que se celebró en julio de 2023. Sin embargo, poco le duró la retórica: en enero de 2024, Ruto aceptó ir a la Cumbre Italia-África.

Alejándose de Rusia y China, sus viajes y medidas han contribuido a solidificar las relaciones con Occidente y a cambiar radicalmente su imagen política. Ruto ha pasado de ser conocido por estar investigado por el Tribunal Penal Internacional por su rol en la violencia poselectoral de 2007 en Kenia a ser el primer presidente africano invitado a la Casa Blanca en visita oficial desde 2008.

Marcar su agenda le ha servido para ganarse la confianza occidental, pero ha levantado suspicacias dentro del continente africano. Además, en Kenia le está pasando factura: Ruto llegó al poder apelando a los hustlers, los trabajadores más humildes, pero estos sienten que les ha dejado de lado con tanto viaje en medio de la elevada inflación que sufre el país y que les dificulta la vida.

En menos de dos años en el cargo, Ruto suma 60 viajes al exterior, un ritmo sin parangón con su predecesor, Uhuru Kenyatta, que hizo 25 viajes en el mismo período. Tanto tiempo en el exterior ha llevado a popularizar la broma de que Ruto visita Kenia cuando está en el país.

Para analizar por qué Ruto se ha convertido en viajero empedernidoen este tiempo en el cargo hay que mirar dos cuestiones prácticas: la economía y la geopolítica.

Vladímir Putin y varios políticos rusos y africanos durante la última Cumbre Rusia-África, en julio de 2023. Fotografía: Pavel Bednyakov / Getty


La economía, prioritaria

El presidente keniano ha alegado en más de una ocasión que esos viajes son necesarios para buscar inversiones. Ruto quiere darle la vuelta a los ingresos que recibe el país, y pasar de la ayuda al desarrollo a ser un lugar atractivo para la inversión. «Como africanos, hemos venido al mundo no para pedir limosna, caridad o donaciones, sino para trabajar con el resto del planeta y movilizar recursos adecuados para la inversión», dijo en la Asamblea General de la ONU en Nueva York.

Sin embargo, para hacerlo tiene que hacer frente primero a la delicada situación económica a corto plazo. «De cada 10 chelines que recibimos, siete son para pagar la deuda y tres nos quedan para educación, sanidad o seguridad», dijo en una comparecencia. La deuda alcanzó el 73,29% del PIB en 2023 y tan solo los intereses ya sumaban un tercio de los ingresos del país.

El próximo 24 de junio deberían haber vencido 2.000 millones de dólares en eurobonos y había dudas de que el país pudiera devolverlos con su actual reserva de divisas, y más todavía tras devaluarse en 2023 el chelín keniano un 21 % con respecto al dólar, en la que ha sido su peor caída en tres décadas. 

Los viajes de Ruto podían ser vitales para intentar atraer el interés de inversores, frenar la caída de la moneda nacional y postularse para recibir dinero procedente de eurobonos y préstamos. En enero de este año, el Fondo Monetario Internacional (FMI) aprobó un préstamo de 941 millones de dólares y, un mes después, el Banco Central de Kenia atrajo pedidos superiores a 5.000 millones de dólares en eurobonos, de los que aceptó 1.500 a siete años, pero a un interés del 10,37 %, casi cuatro puntos más que la tasa de interés que estaban pagando este año. Días después, el Gobierno de Ruto se congratuló de haber podido devolver el eurobono que vencía en junio y el chelín empezó a apreciarse. A corto plazo, Ruto ha solventado el problema de liquidez, aunque a largo plazo necesita solidificar sus relaciones ante la creciente presión de la deuda. 

Acto de clausura de la Cumbre Africana del Clima, celebrada en Nairobi en septiembre de 2023. Fotografía: Luis Tato / Getty



Sus principales aliados

En un continente que cada vez se aleja más de Occidente, Ruto ha visto una oportunidad en afianzar sus relaciones con Estados Unidos y los países europeos. «El acercamiento de Ruto está sucediendo en un momento en el que otros países africanos se están alejando de Occidente: en el Sahel están echando a Francia y Estados Unidos; Sudáfrica y Estados Unidos han tenido mejores tiempos… Y en ese contexto, Kenia es cada vez más un aliado occidental», dice Sibi Nyaoga, investigador keniano en el Centro Africano del laboratorio de ideas estadounidense Atlantic Council. 

En octubre de 2022, cuando Ruto llevaba menos de un mes en el cargo, votó en la ONU a favor de la resolución de condena a Rusia por su invasión de Ucrania. Un año después, no tardó en condenar el acto terrorista de Hamás y mostrar su solidaridad con Israel, donde había rezado en el Muro de las Lamentaciones en su visita oficial. Ese mismo mes, recibió al rey Carlos III en su primer viaje a un país de la Commonwealth, buscando mejorar las relaciones con la Corona británica.

Ese posicionamiento se ha notado en sus visitas. Además de no participar en la Cumbre Rusia-África, alegando que debía representar a la Unión Africana, «solo ha hecho un viaje a China, comparado con Kenyatta, que hizo varios y fueron históricos», añade Nyaoga. 

De los 60 viajes internacionales que ha realizado, cuatro han sido a Estados Unidos, el país no africano que más ha visitado. La última vez fue una visita de Estado prevista para el pasado 23 de mayo [posterior al cierre de esta edición]. Este es el máximo rango de invitación oficial a un jefe de Estado, y ningún presidente africano recibía tal consideración desde que George W. Bush invitara en 2008 al entonces presidente de Ghana, John Kufuor. 

«Una de las cosas principales que discutirán en la visita a Estados Unidos será la construcción de un nuevo aeropuerto en Nairobi. Esto es interesante porque con Kenyatta todos los megaproyectos de infraestructura fueron financiados por China y es notable el hecho de que Ruto no busque trabajar con ellos. Tal vez sea porque China no quiere financiarlos más, pero es interesante», aseguraba antes de la visita el investigador keniano. 

También estaba prevista la discusión de la que se considera la piedra angular de las actuales relaciones bilaterales: la misión de paz de la ONU en Haití. «En su relación con Estados Unidos, la prioridad es Haití, que está en el patio trasero de su frontera. La inestabilidad en el país caribeño provoca una afluencia de inmigrantes que amenaza la política interna estadounidense», afirma Nyaoga.

En octubre de 2023, la ONU aprobó que Kenia liderara con 1.000 policías la misión de paz para acabar con las pandillas en el país y Estados Unidos se comprometió a financiarla con 300 millones de dólares. Sin embargo, la Justicia keniana lo impidió asegurando que no había un acuerdo bilateral con Haití, necesario para enviar tropas al exterior. Cuando el entonces primer ministro haitiano, Ariel Henry, viajó a Nairobi para rubricarlo a finales de febrero, la inestabilidad en su país llegó a tal punto que fue forzado a dimitir antes de volver. 

A pesar del revés inicial de los jueces y de las críticas de la oposición, Ruto se ha mostrado inflexible y se ha marcado este proyecto como propio para situar a Kenia como un socio estratégico para Estados Unidos y la comunidad occidental en el ámbito de la seguridad. 

Sin embargo, esa apuesta puede salirle cara a Ruto dependiendo de lo que suceda en las elecciones de noviembre en Estados Unidos. Con la Administración de Trump, Kenia firmó un acuerdo de libre comercio, pero su política aislacionista y sus ataques al funcionamiento de la ONU pueden ver truncada la financiación a la misión de Haití y volverse en su contra. 

El presidente Ruto (dcha.) con el primer ministro de Lesoto, Sam Matekane, durante la 37ª sesión ordinaria de la Unión Africana, el pasado 17 de febrero. Fotografía: Amanuel Sileshi / Getty



Recelos

Los viajes de Ruto han servido para mejorar su imagen en Occidente, pero han generado controversia entre sus socios africanos. En la región hay críticas de que el keniano va por libre, a pesar de su defensa de la unidad africana. El Gobierno de Nairobi firmó en junio de 2023 un acuerdo bilateral con la Unión Europea que levantó críticas entre sus socios de la Comunidad de África Oriental, que llevaban años rechazando rubricar un convenio similar al considerar que no les era beneficioso.

A ello se une su posicionamiento como un «campeón climático», como le denominó el canciller alemán Olaf Scholz, y su monopolio del discurso verde. Fue Ruto quien organizó la primera Cumbre Africana del Clima en Nairobi en 2023, donde se centró en los créditos de carbono como medida para financiar la transición climática.

Sin embargo, ese enfoque en la inversión privada en conservación y energías verdes para financiar el cambio climático quita peso a los esfuerzos para implementar el fondo de compensación y daños en Naciones Unidas que el continente lleva reclamando décadas. Además, tampoco suena bien en países con grandes proyectos en combustibles fósiles.

Al recelo entre sus vecinos se suman las críticas en su propio país por el alto coste de la vida y sus incesantes visitas internacionales. «Los viajes son impopulares en Kenia. Hay mucha inflación y la gente lucha para llegar a fin de mes. Hay  descontento por eso», alega Nyaoga. En 2023, el incremento de los precios llegó al 7,68 %, auspiciado por el alza de la electricidad (55 %), la gasolina (33 %) o la cesta de la compra (7,9 %).

En tal situación, hacer una media de tres viajes al mes ha hecho que le lluevan las críticas por el despilfarro, pero Ruto ha defendido su labor como necesaria para implementar su agenda. «Hay algunas personas que están haciendo ruido preguntando por qué voy de viaje: ese es mi trabajo como presidente. Soy el embajador de Kenia y debo planificar cómo avanzará el país», dijo en un discurso. «No soy un turista», llegó a decir el presidente keniano c0mo respuesta a las críticas. 

En menos de dos años, el mandatario ha conseguido cambiar su imagen internacional. «Tanto Ruto como Kenyatta estuvieron involucrados en el caso del Tribunal Penal Internacional en 2013 y la gente ya no habla de eso. Definitivamente ha reconfigurado su imagen como líder africano, con eventos como la Cumbre del Clima o la instauración de un día festivo para plantar árboles» [ver MN 697, p. 12], afirma Nyaoga. 

Sin embargo, su política exterior ha decepcionado a aquellos hustlers que ven cómo el coste de vida ha subido a pesar de las promesas de mejora de su situación. Fueron ellos quienes le auparon a la presidencia –obtuvo un 50,49 % de los sufragios– y quienes decidirán si ha valido la pena. 

Con las elecciones de 2027 todavía lejanas, Ruto tiene margen para viajar y buscar inversiones, aunque conforme se acerquen los comicios deberá ir apagando motores para buscar mejoras tangibles para quienes sufren para llegar a fin de mes.  

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